El baile de los 41 llegó a salas mexicanas y su director David Pablos nos comentó todo lo referente a su realización.
El Baile de los 41 representa para la comunidad homosexual en el país, el inicio de una larga lucha por la visibilidad, el respeto y la obtención de derechos, misma que se mantiene hasta la actualidad.
A 119 años de aquel suceso, el cineasta David Pablos decide retomarlo para su adaptación a la pantalla grande, trayendo consigo el tema al ojo público y centrándose en la figura de Ignacio de la Torre, una de las personas involucradas en el evento, pero no contabilizado en los diarios oficiales por petición de su yerno: Porfirio Díaz.
Confeccionando el baile
Como inicio de la charla, el cineasta mexicano rememoró su primer acercamiento al hecho sobre el que sucede su tercer largometraje: la anécdota se remonta a su pubertad, cuando se encontraba en casa de un tío quien laboraba como escritor y coleccionaba todo tipo de arte, allí observó unas maquetas que representaban distintos momentos de la historia de México, pero fue la última la que particularmente cautivó su atención. En ella había un montón de hombres con bigote y vestido que bailaban entre ellos, “le pregunté a mi tía sobre la inspiración de aquella obra, allí fue cuando escuché por primera vez la historia del Baile de los 41 y su relación con Ignacio de la Torre.
Al respecto de la maqueta, añadió que al contarle esta historia al periodista italiano Federico Mastrogiovanni para la revista Gatopardo, el mismo asistió al almacén donde estaba guardada la misma, les tomó foto y se las envío: “fue muy bonito verla de nuevo con sus figuras de plomo.” A la vez que ayudó a aclarar algunos detalles sobre la historia, como que el modelo a escala se trataba de un petición expresa de su tío a Teodoro y Susana Torres, fue adquirida en el 95, año en que tenía entre 12 o 13 años.
Sin embargo ese recuerdo no fue el que lo llevó a adaptar el incidente al cine: “me encontraba conversando con la guionista Monika Revilla y dijimos: ‘¡Hagamos esta historia! ¿por qué no?’” Aceptó que la idea causó un poco de vértigo por lo que significa en términos de producción, aunque su amor por la historia fue mayor: “Por esto mismo, es un triunfo estar platicando contigo sobre este proceso.”
Bajo ese mismo entusiasmo, David detalló las locaciones donde se filmó el largometraje y como lucharon mucho por conseguirlas: “Conseguimos uno de los edificios que para mi es uno de los más bellos en la CDMX: el MUNAL (Museo Nacional De Arte) además de la Casa Rivas Mercado, un edificio de la época porfiriana.” donde agradece la gran fortuna que experimentaron pues acababa de ser restaurada y fueron los primeros en filmar allí: “los dueños del lugar son muy conscientes sobre como quieren utilizar ese espacio, se lo habían pedido para publicidad y ellos se negaron, comentaban que sólo darían el espacio para un proyecto que les interesase y valiera la pena.”
Sin embargo, a diferencia de otras locaciones como la Iglesia de Santo Domingo, el Teatro Degollado o el Palacio de Gobierno en Guadalajara, la casa Rivas Mercado requería un decorado por completo y allí el trabajo de Daniela Schneider -encargada del área de producción- toma lugar: “es alguien con mucha visión, por supuesto que se documentó pero siempre ha apostado por no hacer lo obvio.” Razón por la que el filme abandona la ambientación afrancesada por un estilo anglo-japonés, el cual si existía en la época pero no era común como afirma el director: “ (…) además Ignacio era un tipo cosmopolita, así que hace sentido que su casa fuera distinta a la del resto.”
En lo que confiere al área del vestuario, el realizador confesó verse inspirado en el trabajo realizado en la cinta The Favourite, donde Sandy Powell tomaba colchas o sabanas y a partir de las mismas daba vida a las elegantes indumentarias que apreciamos en la obra dirigida por Yorgos Lanthimos: “(…) las telas no eran caras pero tenían una gran manufactura. Así que esa fue mi premisa con Kika Lopes -encargada del departamento-, no contamos con el dinero para la película que quisiéramos en términos de producción pero vamos a exprimir cada centavo y lo hicimos.”
Enmarcado en el presupuesto Pablos piensa que no le hubiera gustado filmar más en exteriores, sin embargo sí de una manera no tan acotada “(…) es decir, si hay exteriores pero siempre había una consciencia de hasta donde puede llegar la cámara, no puedo abrirme o girarme más, me hubiera gustado no estar tan limitado en ese sentido.”
Inclusive confesó que no hay una sola toma en el exterior que no contara con intervención digital -efectos especiales-, pues aunque buscaron zonas con una arquitectura similar a la época o previa, lo moderno continuaba interponiéndose: “Regularmente te encuentras uno o dos edificios del Porfiriato y luego uno de los 70’s, no hubo una intención de mantener cierta unidad arquitectónica en el centro de la ciudad y eso hace complicado filmar época en México. Contrario a otros países donde hay centros intactos, pones la cámara y listo; harás ajustes pero aquí no había forma: tienes alcantarillas, postes de luz, siempre algo interviene.”
Para la música el también director de Las Elegidas lo tenía claro: “quería salirme de lo ordinario, respetar la época pero con un toque más moderno.” Razón por la cual unió el trabajo de Carlo Ayhllon y Andrea Balency, el primero para componer la parte clásica y la segunda para brindar un toque de electrónica a cada canción: “No existe una sola pieza sin manipulación electrónica, fue una fusión bien bonita entre ambos mundos.”
Sobre la cámara a cargo de Carolina Costa, la intención de David era la del constante movimiento, “me gusta pensar en el lente como un personaje más, quien a partir de su curiosidad te lleva como espectador a sumergirte en otra época, sus espacios y personas.” Además destacó la propuesta de su fotógrafa de trabajar con mucho zoom: “Me encantó la idea por la sutilidad que impregna, es una manera muy elegante de empujar las cosas en términos dramáticos”. A la vez que dicho tecnicismo le permitió homenajear al cine italiano de los 70’s, el cual confesó amarlo.
Amor socrático VS victoriano
Para retratar lo sucedido, era inevitable la aparición de Porfirio Díaz. Para su confección, Pablos buscaba un actuación contundente y por ello buscó a Fernando Becerril para interpretarlo: “Es un gran actor, con mucha trayectoria/experiencia; tiene una presencia fuerte que impone.”
Encontrado el perfil, David tenía claro que no quería hacer una caricatura del susodicho: “mucho del cine mexicano que he visto cae en eso, ves que los actores hablan de una manera impostada, casi como si estuvieran en el teatro. Por lo que busqué alejarme de ello, para mi lo importante residía en el porte, la mirada y el tenor de la voz.”
De manera que no cayera en un Porifirio “sacado de una estampita en un libro de texto”, para el director fue importante que la mayoría de escenas donde hiciera aparición fueran en un contexto familiar y por lo tanto íntimo. En esa misma tónica: “hay una escena donde Carmelita le pone polvo de arroz en la cara, quise hablar de ello: un hombre no refinado que venía del ejército, pero que al casarse por segunda ocasión con una mujer 17 años menor que él, se vió muy influenciado por ella, lo europeizó. Gran parte del afrancesamiento en el Porfiriato fue resultado de la gente con quien se rodeaba.”
Otro de los puntos claves en la narrativa residía en la escenas de sexo que ocurren en la misma, pues fungen como expresión o no de la libertad que viven sus protagonistas. Por ello, lo primero que conversó con Alfonso, Mabel y Emiliano era que, en las escenas donde intimaran, tenía que existir un contraste: “Con Evaristo buscaba lo pasional, les dije que era importante la piel, el contacto, la intimidad. Tenían que estar hechas sin pudor y que se transmitiera una conexión. En cambio con Amada es el sexo victoriano, con ropa, desconectado y obligado.”
Como ejemplo utilizó la primera escena entre Ignacio y Amada: “Para mi, esa es una de las escenas más violentas en la película. Es terrible lo que representa, porque termina siendo una violación en donde además el otro se ve obligado a hacer algo que no desea. Es triste por ambos lados”. Sobre el segundo encuentro entre ambos, el realizador se refiere al mismo como “una obligación, donde inicia la lucha de poderes entre personajes.”
Del lado contrario expresa que en las escenas del club buscaba trasmitir la sensación de libertad y su celebración, pues: “Hay que entender que el sexo entre hombres era muy distinto a como lo entendemos hoy, fungía en la clandestinidad y eso se traduce en encuentros más desenfrenados. Cuando no puedes vivir algo, lo haces con mayor énfasis.” Por lo que en dichas secuencias buscó mostrar el cuerpo y deseo entre hombres sin tapujos.
El camino que aún queda por delante
Aunque El Baile de los 41 denuncia el atropello a los derechos y respeto de la la actual comunidad LGBT en aquella época, en lo que refiere a las relaciones interpersonales de sus protagonistas no los muestra perfectos, pues son retratados con sus virtudes y vicios, al respecto su director comenta que gran parte de ese trabajo viene del guión: “Ninguno es víctima o victimario, es una mezcla de ambas cosas, se trata de una lucha de poderes donde los deseos del otro/a se interponen en el camino de su acompañante. Esto también se encuentra en la interpretación y mirada de cámara.”
Ejemplificó como para él era muy importante mostrar a los 42 como un grupo sólido/empático y para lograr eso se requiere preparación: “ensayos antes del rodaje y que en la vida real hagan un grupo unido. Observar eso y darle su espacio en pantalla.”
A 119 años del suceso, David reconoce los avances logrados por los grupos LGBT: “A partir de la segunda mitad del siglo XIX podemos hablar de la idea de una comunidad, el orgullo gay” pero prefiere enfocarse en todo lo que falta por lograr:
“Aún hay mucha carencia en términos de visibilidad, de continuar abriendo terreno en término de derechos, pues sigue habiendo muchos estados en el país donde todavía no se permite el matrimonio entre personas del mismo sexo. Además en el mundo existen mucho países donde la homosexualidad es castigada con pena de muerte.”
Pablo observa al machismo histórico que ha caracterizado a México como la causa de la clasificación C que le fue otorgada al largometraje: “Eso habla del país que somos, donde otro cine mucho más gráfico y explícito en el que se puede observar como torturan gente o violan mujeres le dan la clasificación B15.” Y añadé. “Hemos normalizado mucho más la violencia que el amor entre hombres, sigue siendo más un tabú lo segundo que lo primero. Queda un extenso recorrido por construir para dejar una herencia y educación inclusiva.”
Tras potente reflexión, finalmente el mexicano realizó una invitación a asistir a ver la película, pues se encuentra hecha con gran rigor y amor de parte de todas las personas involucras, además que se centra en una historia que estuvo muchos años al margen, y toca temas importantes para nosotros como sociedad.