Las princesas Disney han experimentado una interesante evolución a lo largo de los años, ¿cómo ha sido la misma?
En 1937 Walt Disney adaptaría a la pantalla grande el cuento de los Hermanos Grimm protagonizado por Blancanieves. Este sería el inicio de uno de muchos éxitos fílmicos que convertirían a la compañía del ratón en una de las más grandes del mundo, por lo que sus producciones pasarían a ser parte de la canasta básica de la cultura general y reproduciendo arquetipos patriarcales en las princesas que hasta hace poco comenzaron a cuestionarse.
Posterior a la Gran Depresión de la economía estadounidense en 1929 se buscó que las mujeres remuneradas económicamente volvieran a sus hogares, así la representación de BlancaNieves en 1937 fue la de una mujer de voz y belleza angelical que realizaba todo los labores del hogar y sólo esperaba la llegada de su Príncipe Azul.
Esto no cambió en los filmes de los 50’s protagonizados por la Cenicienta y Aurora: quienes eran felices realizando las tareas del hogar y su máximo sueño era encontrar el amor. Disney le vendió a las masas el arquetipo de mujer ideal sustentado en cuatro principios: belleza, dulzura, bondad y carácter sumiso.
Los cambios de paradigma en los 90’s
Las cosas comenzaron a cambiar un poco para las princesas Disney cuando en 1989 llegó La Sirenita y con ello Ariel: quien a pesar de que continuaba siendo dulce, bella y deseaba casarse, la susodicha entra en conflicto con su mundo por no seguir lo aceptado por la sociedad. Su curiosidad la lleva a tener sueños propios y pasa a ser una protagonista más activa.
A pesar de esto Ariel pasa del cuidado de su padre al de un cangrejo (Sebastián) y finalmente al de su amado Príncipe Eric, lo que continua perpetuando los arquetipos patriarcales como señala el crítico cultural Henry Giroux:
“Aunque las niñas puedan estar encantadas con la rebeldía adolescente de Ariel, al final están firmemente dispuestas a creer que el deseo, la capacidad de elegir y la autodeterminación están estrechamente unidos para atrapar y amar a un hombre atractivo.”
Posteriormente llegaría Bella, quien tiene una pasión por el conocimiento pero igualmente su máximo logro termina siendo en el terreno amoroso. Lo mismo que sucede con Jasmine quien decide rechazar el matrimonio y escaparse de su palacio hasta que se enamora de Aladdín. Disney continua representando a una mujer con aspiraciones que terminan siendo la princesa de un príncipe.
Bella y Mulán son valientes y simbolizan la independencia / búsqueda de identidad hasta que acaban casándose, y en el proceso siempre son acompañadas por guardianes masculinos: Din Don y Lumiere cuidan de la primera mientras Mushu y el Grillo de la suerte hacen lo propio con la segunda.
Y luego llega Pocahontas: quien sigue los arquetipos de belleza y dulzura, pero es mas fuerte, voluptuosa y seductora. Su bondad esta ligada a la naturaleza lo que la lleva a ser cuidadora de su pueblo, y termina siendo la primera mujer que no elige casarse con un hombre al final del relato: una clara ruptura en los paradigmas de las Princesas Disney.
Una representación digna
En 2009 conoceríamos a Tiana: la primera princesa que tiene un trabajo remunerado, aspiraciones laborales, no cree en los cuentos de hadas y representa a la comunidad afrodescendiente, esto último resulta algo curioso porque el mismo año en que esta cinta fue producida Barack Obama fue elegido presidente en Estados Unidos.
Luego llegaría Rapunzel quien continuaría perpetuando los arquetipos de la feminidad, aunque es la primera que tiene un amigo y no un guardián: aspecto que rompe con los estereotipos de que una mujer no puede cuidarse sola.
Con el estreno de Valiente en 2009 se nos presentaría a Merida, quien es un antes y después en las princesas Disney al no representar el tópico en torno a la belleza occidental: es pelirroja, no tiene una cintura de avispa, su cara es un poco más redonda. Además su mamá la lleva a cuestionar las normas y en consecuencia a romper con todo lo establecido.
A este grupo de princesas que se empoderan desde la reivindicación se les une Elsa y Ana de Frozen, quienes son dos hermanas con distinto carácter y propósitos: Elsa no es rebelde y tiene un interés amoroso, totalmente lo opuesto de Ana. Y el filme nos señala que ambos caminos son válidos porque provienen de los decisiones propias de sus protagonistas.
Disney ha logrado evolucionar en sus relatos junto a las nuevas generaciones y en los últimos años nos ha entregado Princesas Disney que reflejan mejor las preocupaciones y anhelos femeninos lejos de los arquetipos patriarcales.