Blanquita: Un Retrato difícil sobre el abuso infantil

Platicamos con el director de Blanquita sobre por qué usar la ficción para discutir el Caso Spiniak, donde se descubrió una red de abuso en Chile.

Blanquita es una película muy compleja. Inspirada en el infame Caso Spiniak, el cual causó conmoción en Chile porque se descubrió una red de pederastia orquestada por el empresario Claudio Spiniak. La película pretende mostrar las dificultades de las denuncias de abuso, la impunidad, y los miles de intereses que hacen que se violen derechos y se silencien a las víctimas. 

Pero el caso, en la vida real, fue uno de los casos que cimbraron no sólo los sistemas judicial, penal y político de Chile, también fue un caso que se ha convertido en uno de los ejemplos de periodismo mediático más sensibles del mundo, pues la violencia que sufrieron varias víctimas infantiles fueron olvidadas por la presencia de Gema Bueno, una testigo que se volvió clave por denunciar secuestro y abuso por parte de un prominente senador, pero cuyo testimonio resultó ser falso. 

Blanquita no busca hacer un retrato fidedigno del caso. Es una ficción que pone en el centro la mirada de una joven azotada por una serie de abandonos e ineficiencias institucionales, que se vuelve el centro de atención de un caso muy delicado. 

En Fuera de Foco, platicamos con el director de Blanquita: Fernando Guzzoni sobre el objetivo de la película y cómo la ficción ayuda a entender y denunciar la realidad. 

Blanquita
Cortesía: Piano Distribución

Blanquita: Usando la Ficción para entender la realidad 

La película de Blanquita se inspira en este delicado caso y en el personaje de Gema Bueno, pero en realidad es una ficción que relata el peregrinar de una joven que siempre vivió en centros institucionales, y que desde niña sufrió abusos, sólo que no en el marco del caso que se está investigando. 

“Creo que el trabajo de un autor, cineasta documental o un periodista son trabajos legítimos y diferentes. Pero yo no tengo esa vocación” nos contó el director, quien admitió que para él, lo más importante es poder hablar de sus obsesiones y preocupaciones. “Yo no tengo esa vocación. Y creo que en este caso, la verdad oficial no alcanzaba a capturar toda su complejidad”. 

Conforme la historia avanza, Blanquita tiene que aceptar que no todo lo que dijo es verdad y que eso la puede meter en graves problemas tanto a ella como a su bebé. Pues aunque los peritos judiciales, médicos y psicológicos dictan que sufrió abusos, su versión no concuerda con lo que dijo sobre la figura de un prominente político y su caso de abuso, aunque puede describir cada parte de su cuerpo a la perfección. 

Entre estas tensiones, ella también se debe enfrentar a un sistema judicial que duda constantemente de ella, así como instituciones religiosas y docentes que buscan desesperadamente desestimar su versión de los hechos. 

Al respecto, el director nos comentó que el caso real “tenía la necesidad de la oficialidad. De domesticar la religión, de poner un eslogan y una especie de muralla entre buenos y malos. La vida no es así, así que vi la necesidad de hacer un reverso, para entender cómo la realidad me había impregnado a mi, presentarla [en la cinta] y entonces que se haga un diálogo conmigo”. 

Blanquita
Cortesía: Piano Distribución

¿Cómo lidiar con la imparcialidad? 

Para el director de Blanquita, hablar de imparcialidad realmente no le interesa, porque cree que “se crea una realidad tan dicotómica que realmente no alcanza a dilucidar las realidades de todos los personajes y cómo se entretejen”. En la película, Blanquita recibe ayuda de un padre (Alejandro Goic) que la defiende y lucha por ella a pesar de conocer toda la verdad de su caso, y que está dispuesto a cuestionar a su congregación por la forma en la que buscan desestimarla y cerrarlo. 

Para Guzzoni, era muy importante entonces “mostrar a una sujeta, femenina, que necesita ser atendida, mirada. Cuya identidad ha sido usurpada por la calle, por la institución, por los abusos, y que además vive en un cuerpo históricamente disciplinado por el poder racial”. 

Durante nuestra plática, el director mencionó que “en la búsqueda de imparcialidad, estos matices se pierden”, por lo que él entabló largas conversaciones con la actriz principal, una joven que apenas debutó en su primer trabajo actoral y que no tiene educación como actriz. Pero para él, lo importante era dialogar sobre el personaje, encontrar sus matices, las opiniones y lo que querían transmitir, elemento que sólo el cine puede proporcionar. 

“Yo lo que quería era crear un sujeto con autodeterminación y que con eso ella colisionara con ella misma”, para que entonces pudiera ser un símbolo de las ideas que Blanquita, como película, quería transmitir. 

“Entonces, [Con Laura] construí al personaje de la mano, con su opinión, para saber si quería entrar al juego o no. Entendimos pronto que este personaje iba a ser muy difícil, así que construímos juntos su sonoridad, cómo movía su cuerpo, su registro vocal. 

¿Qué hacía cuando dudaba? ¿Cuando no estaba? Todo eso es algo que un personaje puede transmitir a través de una imagen. Y con eso se arma una idea que puede ser explorada más allá de la ficción”. 

Fernando Guzzoni, Fuera de Foco
Blanquita
Cortesía: Piano Distribución

¿Por qué hacer cambios en la historia? 

El Caso Spiniak se dio en 2003, una década en donde la tecnología todavía no estaba en su apogeo y la información no corría con tanta rapidez como lo hacen las redes sociales. Ese es otro cambio importante que propone Blanquita, pues el director conscientemente hizo ambigua la temporalidad, pero lo hizo más cercano a cómo vivimos la tecnología ahora. 

“Quería mostrar cómo las instituciones del siglo pasado, que supuestamente tenían una lógica más rígida, no han logrado modificarse tanto. 

Hay movimientos contraculturales, está en apogeo el movimiento feminista, las redes sociales. Y aún así sigue está misma asimetría en el acceso a la justicia. Se sigue sosteniendo igual”. 

Fernando Guzzoni, Fuera de Foco

El director entendía que estaba tocando temáticas difíciles, “pero era una mirada en donde no se estuviera moralizando, que no se interrogara desde un lugar complaciente o flagelante, el personaje no podía ser solamente un mártir. Había que desmenuzar la complejidad del ser humano. No quería poner una mirada asistencialista a los personajes”. 

Blanquita es un retrato difícil sobre la impunidad y el silencio que acompaña los casos de abuso infantil, así como la facilidad con que las instituciones políticas, jurídicas y religiosas silencian a las víctimas y las culpan por los problemas. Y resulta una cinta muy intensa que nos hace repensar lo que se está haciendo, en realidad, por ponerle un alto a esos temas. 

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Blanquita
Cortesía: Piano Distribución