Raya y el Último Dragón (Raya and The Last Dragon) es la nueva princesa guerrera de Disney. ¿Logró hacer algo diferente?
Las personas con descendencia asiática están viviendo tiempos complicados. Solamente el 5% de los personajes protagónicos en las películas de 2019 tuvieron a personajes de la comunidad asiática en roles protagonistas, y los ataques hacia su comunidad han aumentado debido al racismo provocado por la COVID19. Así que Raya: El Último Dragón, una historia que toma inspiración de los 11 países que conforman el Sudeste Asiático, tiene ya sobre sus hombros el peso de marcar una transformación importante en términos de representación en Hollywood.
Pero Raya resultó ser mucho más que eso. En la tierra dividida de Kumandra, la cual ya es más bien un escenario postapocalíptico, Raya, la última heredera de los guardianes de la piedra de Dragón, está en busca de una manera de corregir los errores del pasado y, tal vez, salvar su tierra natal y poder reunirse con su padre de nuevo.
Ese es el escenario que nos presentan durante los primeros 15 minutos del metraje, lo que hace que Raya se convierta en una princesa/guerrera muy diferente a lo que nos había presentado Disney anteriormente. Ella no busca activamente salir a la aventura, conocer el mundo o descubrir que tiene un potencial más allá de lo que le han contado toda la vida. Raya es un personaje que sólo busca una manera de salvar a la gente que ama.
¿Una Historia Diferente?
Kelly Marie Tran marca su regreso a la actuación al dar voz a Raya en la versión de habla inglesa, y hace un gran trabajo, pues se complementa perfecto con el detallado diseño del personaje y la increíble animación que maneja toda la película, lo que nos hace entender perfectamente el conflicto en el que entra Raya, pues sus traumas del pasado le impiden entender que la unión y la confianza es el único camino para salvar al mundo.
Si bien puede sonar como una historia muy solemne y seria, tiene momentos muy graciosos y una amplia gama de personajes diferentes que chocan directamente con Raya y que cambian la visión de la película. Gracias a la presencia de la pequeña bebé ladrón, un chico que es chef y capitán de un barco-restaurante y un líder guerrero que sólo quiere ser un padre de familia, no sólo vemos cómo los prejuicios y la sombría idea del mundo que tiene Raya es puesta en duda, sino que nos dan oportunidad de conocer los diferentes mundos de Kumandra y la necesidad de salvarlos.
Hay que decir que cada uno de los encuentros que tiene nuestra protagonista con cada uno de sus amigos, de repente puede entorpecer un poco la consistencia del tono que tiene la película, ya que por momentos se siente como si faltara hacer más énfasis en la animosidad que tienen cada uno de los reinos entre sí, o nos hace falta entender mejor la historia que nos llevaron a este punto. Pero todo se arregla gracias al verdadero corazón de la película: Sisu (quien, en la versión en inglés, es interpretada por la increíble Awkwafina).
Sisu es la última deidad dragón que todavía existe en el mundo y es la única esperanza de Raya, ya que ella tiene el poder de restaurar el orden en el mundo. Y la interpretación de Awkwafina es tan graciosa, que las interacciones entre todos los personajes se vuelven sumamente divertidos, desarrollando una sensación de compañerismo muy conmovedora, al grado que de repente uno quiere seguir discutiendo la filosofía del dragón milenario a través de los increíbles paisajes que dibuja Raya y el último Dragón.
Moralejas, Cultura y Representación
Y es que Sisu, podría decirse que es el único vínculo que une a las culturas de los 5 reinos fantásticos de esta historia, lo que nos ayuda a entender la importancia que le da la película a la búsqueda de puntos comunes para lograr acuerdos. Además, el hecho de que ella sea un dragón de agua, y que se haga tanto hincapié énfasis en la importancia del líquido para derrotar a los Druuns (los únicos villanos de la película que son definidos literalmente como “el conflicto humano”), se pueden convertir en una clara alegoría a la importancia del cuidado del medio ambiente, y cómo sólo si nos unimos como humanidad, seremos capaces de detener las calamidades provocadas por el cambio climático.
Las ideas de “confianza”, “unión” y “compañerismo” están muy presentes en la película, a veces demasiado (habrá que contar cuántas veces se repite la palabra “confianza” en la película). Pero aunque pueda parecer muy didáctico, la cantidad de investigación que metieron para explorar cómo los países sudasiáticos expresan estos temas a través de sus culturas, es muy interesante.
“Raya” es un concepto asociado a la idea de reunión y celebración, algo que se adecúa bastante bien a la importancia que tienen la confianza y la unión en la película. En lugares como Malasia y Singapur, el Hari Raya Puasa marca el final del Ramadán, la celebración musulmana en donde los fieles creyentes se dedican al ayuno, los rezos y la comunidad. Por eso, el Hari Raya está definido por grandes reuniones familiares que comparten una amplia variedad de platillos y comida.
La comida es un tema recurrente en Raya y el Último Dragón, y se agradece que se representen de manera tan sutil no sólo culturas diferentes, sino los significados detrás de sus tradiciones y cómo se asocia con el tema central de la película. Esto, mezclado con los increíbles diseños y cuidado al detalle que tienen cada uno de los reinos de Kumandra, pues se ven representados perfectamente los mercados flotantes de Tailandia y las increíbles ruinas de Vietnam, hace que se sienta una ambientación increíble y muy rica. Sin duda, tendrían muchos lugares para explorar si deciden hacer una secuela o spin-offs.
Del rencor a la Reconcilación
Las coreografías de peleas son simplemente geniales. No sólo mezclan artes marciales como el Muay Thai y el Silat de una manera increíblemente detallada, la animación es tan buena que se siente la tensión y la presión dramática entre los personajes. Y en este punto Namaari (Gemma Chan), la rival de la infancia de Raya y con quien se enfrenta en varias ocasiones, es el antagonista perfecto, pues no sólo se siente el rencor, la decepción y la necesidad de perdón entre ambas con cada pelea, Namaari es igual de compleja que Raya, y estelariza un desenlace satisfactorio y conmovedor.
Si bien la soledad y la idea de orfandad están presentes durante toda la película, el énfasis en la idea de comunidad, reconciliación y confianza se vuelven moralejas perfectas para una princesa que no va a ser la única heroína de la película y que no le importa serlo. Y hacen una película tan buena que da pena que no sea posible verla en una pantalla grande.