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Mujeres en Casablanca: la complejidad de la maternidad

Mujeres en Casablanca explora la maternidad y la sororidad
Mujeres en Casablanca: la complejidad de la maternidad
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Mujeres en Casablanca explora la maternidad y la sororidad 

Mujeres en Casablanca es la primera película de la directora marroquí Maryam Touzani, nominada a Un Certain Regard en el Festival de Cine de Cannes 2019. La película cuenta la vida de Samia (Nisrin Erradi) una joven embarazada que no tiene hogar pero que espera encontrar un trabajo. Al poco tiempo conoce a Abla (Azabal), que cuenta con una modesta panadería local y vive con su hija Warda (Douae Belkhaouda), de 8 años. 

A pesar de algunos problemas Abla decide ofrecerle a Samia trabajo en su negocio y apoyarla con su decisión de dar en adopción al bebe inmediatamente después del nacimiento. Mientras tanto, Abla tiene su propio conjunto de problemas y se ha aislado del mundo exterior al ser juzgada por ser madre soltera. 


Una historia basada en hechos reales

La directora se inspiró en su propia experiencia personal y gira en torno a cuestiones de identidad femenina en el Marruecos contemporáneo, en donde las mujeres se debaten entre los valores tradicionales de la maternidad y el deseo de independencia. Hasta hace no muchos años, en dicho territorio se condenaba a las mujeres que sostuvieran relaciones sexuales fuera del matrimonio y, como consecuencia de eso, ellas preferían aculatarse o huir. 

La realizadora ya había tratado el tema de la sororidad en su documental Sous Ma Peau Vieille (2014) en donde retrató cómo viven su vejez las trabajadoras sexuales o en Razzia (2017), un proyecto que expone cómo las mujeres enfrentan lo dictado por la sociedad. Ahora, para este filme, Touzani vuelve a basarse en hechos reales y urgentes de hablar. 

Mujeres en Casablanca cuenta las dificultades de estas mujeres desde un punto de vista más sensible y sutil al mostrarnos los diferentes puntos de vista de ambas protagonistas. Por un lado, Abla está segura que no quiere ser madre y Samia la apoya a pesar de que ella está orgullosa de ser madre. En ningún momento la cuestiona o le pregunta quién es el padre, solo le muestra que puede ser libre de tomar sus propias decisiones.

La historia está respaldada por una muy buena fotografía de Virginie Surdej, quien anteriormente ya trabajó con la directora del filme  y ha tenido reconocimientos por Transnistra y Nuestras Madres. De igual forma, las actuaciones de Nisrin Erradi y Azabal son bastante convincentes y cada escenas pueden llegar a transmitir la empatía que sientes la una por la otra.

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