Aunque Naomi Ackie brinda una interpretación de Whitney Houston entrañable, I Wanna Dance with Somebody no se escapa de ser una biopic carente de emotividad y valentía.
En la era de las biopics no es extraño ya encontrarse con la historia dramatizada de alguno que otro ícono de la cultura pop. Pues luego de la gran burbuja creada por Bohemian Rhapsody, el género ha visto grandes altos y bajos con las historias de personalidades como Elton John en Rocketman, Elvis de Baz Luhrmann, y ¿por qué no? Contando hasta las populares bioseries de estrellas latinas vistas en televisión.
Por ello, no sorprende que Hollywood encontrara en Whitney Houston su siguiente oportunidad para resaltar los momentos que volvieron icónica a la cantante, y aquellos que la llevaron su trágico fallecimiento antes de tiempo, entregando así la cinta I Wanna Dance With Somebody.
Pero, ¿realmente hace justicia a la historia de Whitney Houston y logra brindar algo distinto a otras biopics? Te lo contamos.
¿Un cover demasiado acústico?
¿Existe algo en la vida de Whitney Houston que pueda llevarnos más allá de la estereotípica historia de una celebridad a través de su ascenso y quiebre? Lo cierto es que sí, pues como en un principio pretende exponer I Wanna Dance with Somebody, la icónica cantante de Nueva Jersey fue parteaguas en más de un ámbito de la cultura pop, sobresaliendo en un medio —y una época— mayoritariamente dominado por artistas caucásicos y heterosexuales.
Durante gran parte de su vida, los rumores sobre la sexualidad de Whitney Houston permearon a gran escala su carrera, los cuáles de acuerdo a esta biopic autorizada por su familia —quienes en un principio se oponían fervientemente a la orientación de Whitney— fueron de hecho una de las grandes razones por las que Houston tenía que reemplazar casi por completo su identidad, cambiar de estilo y ser vista públicamente con otros artistas para apagar los comentarios sobre sus supuestas relaciones con otras mujeres, entre ellas, su representante.
En primera instancia, I Wanna Dance with Somebody nos vende la idea de una historia real sin censura, donde realmente podremos conocer a Whitney, lo que había detrás de cada una de sus canciones y los verdaderos efectos que la fama tuvo sobre sus relaciones. No obstante, lo que pareciera un paso audaz y una crítica hacia el sistema de estrellas y el cómo transforma a sus artistas en versiones aceptables de sí, rápidamente se diluye bajo la mano de los productores que, intencional o accidentalmente, se deshacen en el primer acto de la identidad sexual de su protagonista para convertirse en una serie de datos rápidos sobre su vida.
Y es que alejándose de una visión humana propuesta en sus primeros minutos, demasiado pronto I Wanna Dance with Somebody se transforma en otra biopic que resume los puntos más importantes de su carrera a modo de página de Wikipedia, sin ahondar realmente en Whitney como persona, y mucho menos como artista.
Whitney es reducida a un ídolo con una gran potencia vocal y nada más, siendo casi víctima de todas y cada una de las situaciones que se le ponen enfrente y hasta cierto punto, volviéndola el centro de los problemas del resto de los personajes en la pantalla.
No obstante, quizá entre el gran caos de una historia que definitivamente no hace justicia a la leyenda de la música, lo que sí logra destacar es el trabajo de Naomi Ackie como la cantante y actriz, quien hace su mayor esfuerzo y brinda un carisma único a lo que, de otra manera, sería un completo desastre.
Una gran historia, muy muy mal contada
Lo más impactante de I Wanna Dance With Somebody es que se nota la buena intención detrás de la historia, y el homenaje que se pretendía hacer a un ícono que logra revivir entre recreaciones, con su propia música y gran legado.
No obstante, el primer gran problema de la cinta parte de un guión pésimamente manejado, que carece de identidad y que, aunque intenta conectar con el público a través de diálogos clave que resuenan a lo largo de la cinta, no tiene nada de especial. Anthony McCarten es completamente ajeno a las situaciones que intenta plasmar en la historia, abordando superficialmente los obstáculos raciales y prejuicios vividos por la cantante; lo cual por sí mismo no es un problema, hasta que es demasiado evidente que no tiene idea sobre lo que está escribiendo.
Tal guion se transforma en una historia que ha sido cortada, editada y re-escrita por varios de los involucrados, desapareciendo casi por completo la firma de Kasi Lemmons como líder del proyecto. Ningún instante resulta entonces especialmente memorable, además de toparse con extrañas decisiones de edición, ritmo y dirección que más que contribuir a la trama, se sienten tremendamente incómodas.
Durante casi todo el segundo acto, I wanna Dance with Somebody recae en repeticiones y justificaciones detrás de canciones específicas que espejean con lo que Whitney está viviendo, cosa que no termina por consolidarse en un significado profundo, sino que llega a sentirse como un recurso flojo y hasta telenovelesco muy parecido al visto en proyectos como Luis Miguel: La serie.
Asimismo, se le olvida atreverse a jugar con la magnitud de los espectáculos de Whitney Houston y entrega una cinta sumamente plana que termina siendo innecesariamente larga y carente de esencia.
Lo que pudo ser
Al final del día, la mejor forma de recordar a Whitney Houston y su inmenso talento, como ha sido siempre, es a través de su propia música. Pues I Wanna Dance with Somebody resulta un experimento realmente miedoso, y no logra llenar el espacio que quería ocupar: el llevar la vida de la icónica cantante a la pantalla para presentarla a nuevas generaciones que, de no ser por la pobre calidad de su cinta, habrían empatizado realmente bien con su historia.
Y es que ahí es donde se encuentra uno de los puntos más frustrantes de la película, pues una vida como la de Whitney, jamás habría resonado tanto con alguien como con una generación de jóvenes que cada vez se sienten más seguros con su identidad, sus orientaciones y lo que quieren dejar en el mundo.
Aunque la cinta podrá sin duda complacer a algunos de los fans de Houston, I Wanna Dance with Somebody no va más allá de ser un montón de datos condensados en dos horas y media, que más que inspirar, se vuelven tremendamente abrumadores ante el millón de formas diferentes con las que pudo haber sido abordada.