Enfermo Amor pretende reflejar la complejidad de las relaciones, pero se queda a medias en un discurso que resulta más bien desesperanzador.
Las relaciones humanas son complicadas. Lo que bien puede empezar como una historia repleta de miel y azúcar, puede convertirse en un matrimonio turbulento y lleno de conflictos irresolubles. Y aunque no siempre es el caso, de acuerdo a la estadística en México, al menos el 60% de los matrimonios están condenados a terminar en divorcio.
Esta es la premisa de la cinta original de Vix dirigida por Rodrigo Nava y Marco Polo Constandse, Enfermo Amor. Una exposición de diferentes historias que convergen en una sola y que nos lleva a través de los momentos más retadores de diferentes parejas, en distintas etapas de su vida.
Asimismo, lo que en principio suena como una premisa interesante, Enfermo Amor no termina por contar nada nuevo, y se enreda a sí misma en un bucle infinito de problemas y tramas inconclusas.
Ahora, es importante decir que el objetivo de todas estas historias no es encontrar un final feliz, sino ofrecernos un vistazo a un momento específico donde la audiencia vive el conflicto de la pareja: sean problemas comunicación, engaños, rompimientos, el aburrimiento del matrimonio, la indecisión alrededor de formar una familia y el consumirse a uno mismo a cuesta de otra persona. Y de la misma forma, lograr que cada uno de estos converjan para funcionar como una sola cronología, en la que se puede reflejar cualquier relación.
No obstante, un fenómeno extraño sucede al entrar a cada una de las historias. Pues aunque son momentos breves, parecen transcurrir a un ritmo lento sin realmente contar algo sustancioso. Diálogos innecesariamente largos y repetitivos, hacen de estos instantes algo tortuoso, especialmente cuando las discusiones y declaraciones no desembocan en nada más.
Pues Enfermo Amor introduce sus problemas de forma extensa, pero no llega ni a un clímax interesante, ni mucho menos una resolución.
Todo en el mismo universo… o algo así
Aunque de pronto Enfermo Amor nos acerca a propuestas interesantes —como personajes que son físicamente incapaces de escuchar las palabras “te amo” y la psicosis de otros ante el aburrimiento marital—, el resto de las historias se sienten planas, mal escritas e incluso confusas. Pues la “conexión” entre evento y evento no va más allá de un cameo de un personaje cuya historia veremos más adelante, sin influir realmente en la vida de los otros.
Asimismo, a pesar de vivir casi 20 minutos entre cada relación, resulta demasiado difícil empatizar con los personajes, cuya construcción no parece ir más allá del problema que les aqueja.
Y aunque se pretende que todos convivan dentro de un mismo mundo, la fotografía y el establecimiento de algunas de las escenas desencajan por complejo y parecen situarse en una película completamente distinta. Da la sensación incluso que a las tomas donde figuran sus grandes estrellas —Camila Sodi, Eréndira Ibarra— se les dio una atención mucho más grande que aquellas donde se encuentran actores emergentes o de un peso no tan grande.
Parte de algo más grande
Hay que darle crédito a la forma en que Enfermo Amor busca ser disruptivo. Pues bien, pudo haberse planteado que todos los conflictos se dieran alrededor de una sola pareja. Sin embargo, contarlo desde distintos ángulos, con personajes que contrastan entre sí y que al mismo tiempo juegan con la diversidad, consolida el mensaje de que muchas parejas tienen cosas en común, entre ellas, el fracaso.
Y ¿realmente logra retratar la complejidad de las relaciones? Sí, pero de forma muy tibia. Aunque las parejas se encuentran en diferentes etapas de su vida, algunos de los problemas se repiten e impiden que la trama avance, sin atreverse a ir más allá a un conflicto superficial y hasta intrascendente, al que de por sí termina de despojar de toda profundidad con una comedia simple y forzada.
Lo que intenta ser un mensaje sobre el lado positivo de terminar una relación, se queda a medias y no es abordado de una manera en la que la “individualidad” se celebre ni que convierta a los rompimientos en algo positivo. Pues la reflexión cae en un discurso que más bien termina siendo desesperanzador.