Cocaine Bear es la prueba de que todavía se pueden hacer películas originales que vale la pena ver en el cine. Basada en extraños hechos reales, donde supuestamente un narcotraficante llamado Andrew Thornton tiró cientos de kilos de cocaína en un bosque de Georgia Estados Unidos, la película narra cómo habría sido encontrarse a un oso negro completamente drogado.
Según la leyenda de la película, realmente nunca se descubrió todo el cargamento de droga que se perdió en el bosque y un oso murió de indigestión tras consumir cocaína. La historia de Cocaine Bear se escribió sola, y Elizabeth Banks decidió tomar la oportunidad para transformarla en una loca película de comedia y terror que vale la pena ver en cines.
¿Qué ofrece Cocaine Bear?
La película de Elizabeth Banks en realidad narra la vida de varias personas que por azares del destino se encuentran en el Parque Nacional de Chattahoochee–Oconee. Nuestros protagonistas van desde dos narcomenudistas: Daveed y Eddie (O’Shea Jackson Jr/ Alden Ehrenreich) hasta una madre, Sari (Keri Russell) intentando encontrar a su hija perdida.
Las historias no tienen nada qué ver entre sí, lo único que las une es que se encuentran a merced de una osa drogadicta. En entrevistas, se confirmó que la criatura se llama Cookie y que fue creada 100% utilizando efectos especiales, y la forma en la que lograron hacer que el animal se vea gracioso, pero no exagerado, le da una naturalidad muy interesante.
Esto lo explotan también a la hora de mostrarnos las escenas de violencia. Que son muchas. Y muy sangrientas. La fisicalidad de la osa es brutal y amenazante, y tiene escenas que no dudan en ser incómodas e intensas, pero balancean bien la irreverencia y la sangre para traernos escenas muy divertidas también.
Puede que no todos los hilos argumentales de cada personaje funcionen de la misma manera, hay historias mucho mejor construidas que otras. Pero Cocaine Bear es una película con giros inesperados, ya que sólo le tiene lealtad al potencial destructivo de Cookie y su adicción a la cocaína.
Una película llena de metáforas
Aunque no lo crean, Cocaine Bear es una película que tiene mensajes muy directos y una moraleja muy particular. La naturalidad con la que la cocaína es tratada en la cinta, como si fuera parte del ecosistema del bosque, nos brinda incómodas escenas en donde dos niños la consumen sin que tengan mayor consecuencia que unos cuantos munchies.
Casos como ese están ahí para ejemplificar la forma en la que la humanidad impregna de sus problemas a la naturaleza. Cocaine Bear es una cinta irreverente que lleva todo al extremo, pero cada personaje puede representar ciertas partes del engranaje social que fomentan problemas que terminan dañando a todo un ecosistema.
La guardabosques Liz (Margo Martinale), por más buenas intenciones que tiene, es incapaz de hacer su trabajo con eficiencia y eso hace que no pueda defender a las criaturas que viven en el bosque. El grupo de maleantes que busca la droga es el catalizador de todos los conflictos, y la madre y su hija son el único rayo de esperanza que conectan de una manera especial con el oso drogadicto.
Esto hace que algunos personajes se sientan más cómo metáforas que como personajes, pero en general la irreverencia y violencia de la historia, así como el diseño y brutalidad del oso, son suficientes para mantener a la audiencia entretenida. Y en Cocaine Bear, durante gran parte del metraje realmente nadie está a salvo.
Sin embargo, con una moraleja bien definida, Cocaine Bear sí puede caerse un poco al final y sentirse un poco reiterativa y larga. Que eso no le quita el mérito al gran viaje que es. Y es que no sólo provocará grandes risas, es una película que invita a hablar e interactuar con ella mientras la ven, lo que la hace ideal para verla en compañía en una sala de cine.