Cualquier seriéfilo que se respete ya ha visto al menos una vez Breaking Bad, reconociendo la grandiosa serie de tv y obra cinematográfica que es, pero ha surgido lentamente un contrincante que quizás -ahorita- no está a la altura, pero puede estarlo. Nos referimos a Ozark.
Sí, estamos claros que muchos al leer esto dirán que es una soberana locura, que es un sacrilegio y demás, lo que probablemente desconocen es que dentro de Ozark existe una de las mejores series que ha hecho Netflix en su historia.
¿Por qué la comparación?
El hecho de que en ambas series veamos temas de narcotráfico, drama familiar y peligro que acecha en cada momento, es suficiente para que muchos hagan comparaciones entre ambas producciones.
Cada una tiene su forma de contar la historia, de plantear un ritmo, con un estilo de filmación y edición muy propios. En ambas se siente una dirección muy pronunciada y planificación en cada segundo de metraje, por lo cual han ganado tan buenas críticas.
Obviamente que Breaking Bad es la cúspide de la tv, una majestuosidad que sirve de estudio artístico, mientras que Ozark -ya con tres temporadas- sigue ganando adeptos y reconocimientos, sin embargo el show original de Netflix goza de ese título de «sucesor espiritual de Breaking Bad«, por lo cual muchos lo han diseccionado y han salido fascinados con el mismo.
No es invento o disparate de este servidor, pueden leer distintos medios y verán que se habla maravillas de esta producción protagonizada y dirigida por Jason Bateman, al punto que la sitúan en lugares de privilegio como una maravilla de la tv moderna.
Incluso, se puede decir que en parte es cierta…
…Evolución
La palabra puede parecer exagerada, pero los tiempos son cambiantes y con ellos las tendencias de cómo una trama se mueve en una serie del género drama.
En Ozark, por ejemplo, no vemos al jefe de la familia lidiando en solitario con los negocios sucios de las drogas, al contrario, aquí es toda la familia Byrde la que decide enfrentar los problemas juntos, por más complicaciones que ello conlleve.
Lo que caracterizaba a Breaking Bad era el ritmo y las sorpresas, en el que personajes por muy apartados que parecieran estar, podían influir gravemente en el transcurso de la historia. Esa tónica también tiene Ozark, pero el nivel de tensión generada -desde mi punto de vista- a veces supera a la serie creada por Peter Gould y Vince Gilligan.
Digo que lo supera porque de alguna forma Marty, Wendy y la propia Ruth, son personajes con un desarrollo depurado de sus personalidades. El argumento y los parlamentos en Ozark ayudan a que conectemos y empaticemos con sus sufrimientos y frustraciones.
No digo que en Breaking Bad no fuese así, claro que lo fue y de gran forma. Imposible no pensar las veces que creíamos el mundo se acababa para Walter, de que Hank finalmente se diera cuenta de todo o que Skyler… Bueno, que reaccionara de otra forma.
En sí, la serie de AMC estaba articulada con más elementos que aportaban a que dicha tensión se construyera con una serie de acciones y decisiones, con más adrenalina de por medio. En Ozark se cocina a fuego lento, dejando un sabor más intenso una vez servido.
Cambio y crecimiento
Ningún show puede decirse que es «el nuevo Breaking Bad«. Eso ya es una leyenda y seguirá siendo por la posteridad. Por eso es un cambio sumamente refrescante ver Ozark, que aunque bebe de esa fuente, se vale por sí misma con aplomo, seguridad y con vistas de mayor crecimiento.
Si nunca has visto el programa original de Netflix es tiempo que lo hagas. Te estás perdiendo un nuevo hito de la televisión, performances formidables y una trama que a rasgos tiene parentescos, pero cuando la vean con detenimiento se darán cuenta que la oscuridad que propaga Ozark es hasta más densa y peligrosa que lo hecho por Breaking Bad.