El 27° Tour de Cine Francés arranca con Azúcar y Estrellas (Á la belle étoile), una dramática cinta que apuesta por un viaje feel-good, en el que más que repostería y alta cocina, hay un gran corazón esperando a ser descubierto.
En sí, Azúcar y Estrellas sigue la historia de Yazid (Riadh Belaïche), un joven de origen marroquí, quien ha pasado su infancia y adolescencia entre grandes conflictos en Epernay, Francia.
Pasando de un hogar truculento donde las adicciones quiebran a su familia, hacia una familia temporal y posteriormente una casa hogar para adolescentes, el futuro no pinta muy bien para Yazid. Pues los antecedentes de su familia y un carácter percibido como problemático, ponen en juego incluso su estadía en la casa hogar, la cual a su vez es manejada por un sistema negligente y que no ve en sus refugiados gran potencial.
Sin embargo, al crecer, Yazid se ve cada vez más y más interesado por la repostería. Primero como parte de una de las ambiciones de su familia adoptiva, y más adelante como una manera de crear y retarse a sí mismo en la cocina que estuviera a su disposición: un garage, la cocina de la casa hogar, y más adelante, una cocina profesional en París.
Azúcar y Estrellas adapta las memorias del verdadero Yazid Ichemrahen; no sólo enfocándose en los aspectos más duros de su vida, sino en la mezcla azucarada de su carrera por convertirse en el mejor repostero del mundo. Y si bien, a simple vista podría sonar a una historia motivacional cualquiera, Azúcar y Estrellas tiene un gran alma para ofrecer en medio de una historia que, en efecto, se vuelve inspiradora.
Pero, ¿qué es exactamente lo que la hace distinta?
Azúcar y Estrellas: ¿Un sueño alcanzable?
El cine no es ajeno a las biopics, y mucho menos, a historias de superación personal donde grandes íconos del mundo demuestran que “es posible” seguir tus sueños y llegar tan lejos como ellos.
Inevitablemente, todas las cintas del género motivacional pueden llegar a sentirse vacías y como promesas falsas. Especialmente, cuando se trata de personajes que poseen talentos natos, y cuya forma de llegar hasta arriba es a través del ser “descubiertos”.
Es allí donde radica una de las virtudes más grandes de Azúcar y Estrellas; pues nada en el camino de su protagonista es una casualidad o suerte, sino una lucha constante que rinde sus frutos.
Yazid no “nace” siendo un gran repostero, y tampoco demuestra ser un niño brillante en el aspecto culinario. Al contrario, se hace especial énfasis en sus primeros fracasos y en cómo, a pesar de creer saberlo todo, sigue aprendiendo incluso al encontrarse en las mejores cocinas.
De ahí que más allá del entorno que lo rodea, Yazid sea un personaje realmente empático, quien no tiene la respuesta a todo, pero sí posee un sueño y una gran ambición, y que por ello, intenta y continúa buscando ser perfecto de la manera en que pueda.
Asimismo, la repostería funge como un refugio para Yazid en medio de la truculenta infancia que ha vivido: las adicciones y negligencia de su madre le han hecho perder un hermano, el estado la ha considerado poco apta para criarlo y por ello mismo, él cree que su madre nunca lo ha querido.
El viaje de Yazid entonces va más allá de su carrera y sueños como repostero, y se transforman en una complicada búsqueda por el perdón y por entender a su propia madre. Dichos detalles hacen a Azúcar y Estrellas una historia entrañable, y parte de ello se debe también a las interpretaciones de sus actores y en particular la de Riadh Belaïche, quien tira de la mano de la audiencia para sentir lo mismo que Yazid, tanto en los mejores, como en los peores momentos de su vida.
¿Una vida demasiado extensa para Azúcar y Estrellas?
Si de algo peca la producción de Sébastien Tulard, es de perder fuerza en algunos de sus personajes conforme avanza la historia. Pues si bien, Yazid es quien mantiene a todos orbitando a su alrededor, algunas de las figuras que influyen en su camino son aisladas con el paso de la cinta.
En específico, su propia familia adoptiva llega a carecer de profundidad e intención más allá de su relación con el protagonista, lo que hace sentir superficial algunas de las problemáticas en su entorno.
Si bien, Tulard sí pretende hacer una crítica de los sistemas y la violencia en Epernay, también estos quedan sin resolver mientras más ritmo cobra la película. Y es ahí donde pasa también algo sumamente curioso con Yazid, pues al momento en que abandona la casa hogar, pierde la dimensión de defectos que posee y se vuelve un héroe demasiado bueno.
Yazid deja de ser alguien con un pasado conflictivo y difícil a un personaje al que “le suceden problemas” por culpa de otras circunstancias y personas, y no necesariamente por sus propias decisiones. Por ello, al tratarse también de una cinta que retrata la vida real de alguien es imposible cuestionarse si, en efecto, algunas situaciones sucedieron de dicha manera.
¿Qué hace a Azúcar y Estrellas una puesta tan interesante?
Más allá de sus personajes y la inspiración real detrás de la cinta, Azúcar y Estrellas goza de ser una historia feel-good con el que el público genuinamente conecta. Por ello, los momentos que construyen hacia el clímax de la historia se vuelven sumamente interesantes, y despiertan en la audiencia una emoción tangible, que no se ve opacada por la obviedad de su conclusión.
Asimismo, Azúcar y Estrellas sabe el gremio en el que está jugando y apuesta por hacer a sus tomas table-top deliciosas, en particular aquellas que llevan a la construcción de los ambiciosos postres del galardonado repostero.
Y es que la película no busca ser una cinta perfecta en los aspectos cinematográficos, sino en el hacer sentir y crear un hambre por emoción en la audiencia, a la vez en que busca que su protagonista se sienta cercano a todas y cada una de las personas en la sala.