Platicamos con Juan Manuel Sepúlveda sobre su nueva película y la retrospectiva de su filmografía que realizará la Cineteca Nacional de México.
A lo largo de su carrera realizando documentales, Juan Manuel Sepúlveda ha sido premiado con el Ariel a Mejor Cortometraje Documental en 2006 gracias a Bajo la tierra, y con la Mención Especial del Jurado en el Festival de Cine de Morelia en 2012 gracias a Lecciones para una guerra.
Pero los galardones nunca ha sido lo importante para el cineasta mexicano, quien en una entrevista para Fuera de Foco argumenta que “el cine tiene un origen popular y tiene que mantenerse así. Este arte se desarrolla a partir de hacer accesible una narrativa a audiencias bastas”.
Y para ejemplificar lo anterior Juan Manuel Sepúlveda pone de ejemplo al “más grande genio que ha existido: Charles Chaplin. Él nunca fue al Festival de Cannes, no quiero sonar grosero pues me gustaría estar allá, pero el hizo accesible un discurso y una forma a una población mayoritaria”.
Su nuevo documental
Quizá bajo esta filosofía el documentalista mexicano ha buscado contar a las audiencias la historia de diversas agrupaciones olvidadas por el sistema, como no es una excepción con La sombra del desierto: su más reciente obra sigue a los migrantes que están a punto de atravesar el desierto de Sonora con vísperas de una mejor vida en Estados Unidos, quienes se encuentran en el camino con los Tohono O’otham: un poblado indígena del cual -según un reporte del INEGI en 2015- sólo quedan 500 miembros-.
El documental posee una mirada que curiosa contempla de manera no invasiva a los/as protagonistas del documental, un aspecto que parece ser un reflejo del mayor aprendizaje de Juan Manuel Sepúlveda haciendo cine: “Al relacionarte con las personas tu vida está cambiando radicalmente porque te descubres en el otro, te das cuenta que eres otra cosa”.
Aplicando su filosofía
La sombra del desierto posee una narrativa sencilla que se compone de una simple secuencia de hechos cotidianos de los migrantes y Tohono O’otham, y esto parece una declaración de intenciones de un cineasta que es consciente del “divorcio” que existe entre los/as artistas con la audiencia mexicana:
“México cuenta con muy buenas escuelas que entrenan a técnicos, y ha tenido la suerte y privilegio de acumular muchísima producción, sin embargo creo que la mayoría del cine en este país no está a la altura de lo que la audiencia requiere. Me parece que somos demasiado complacientes, estamos buscando el marbete en el festival y con eso justificando cualquier cosa que hacemos”.
Frente a esa situación, Juan Manuel Sepúlveda argumenta que la industria cinematográfica nacional se encuentra conformada por dos grandes polos opuestos: “un cine muy especial que no tranza con el mainstream y el comercial. Somos un medio lleno de mediocridad, no hay rigor al hacer cine. Ni siquiera nos sale el cine de género y para ejemplo las comedias. Y los cineastas estamos haciendo cine para hípsters, intelectuales de clase media para tal región, y gente que puede viajar. Hay que masificar el cine”.
¿El streaming resolverá el divorcio?
¿El streaming será una manera para volver a conectar a las audiencias mexicanas con los/as cineastas? El director confiesa que le encantaría decir que sí, pero piensa que las plataformas han demostrado que son igual de “exclusivas” que cualquier distribuidora nacional:
“Las plataformas van a aceptar todo porque no le quitan espacio, ya no es una sala física donde tienes que decidir entre Avengers y La sombra del Desierto, pero nos han demostrado que son igual de exclusivas como cualquier distribuidora convencional , y además hay el riesgo de un algoritmo que decide todo”.
Y añadió que desde los 90’s cuando Lars Von Trier realizó la primera película con una cámara digital que podía poseer cualquier consumidor/a, los/as cineastas “pensamos que había llegado la democratización y haríamos películas más baratas que tuvieran un acceso universal, pero las cintas siguen costando lo mismo, y si quieres distribuirla no sólo tienes que tener el producto adecuado, sino también la vinculación con determinados monopolios que distribuyen”.
Lejos de las clasificaciones
La sombra del desierto llegará a algunas salas mexicanas el próximo 3 de diciembre del 2021, y definitivamente la audiencia debe preparase para ver un relato íntimo que refleja los anhelos y vicisitudes cotidianos a los que se enfrentan los migrantes y Tohono O’otham.
Para el realizador en cuestión, el resultado de su obra es un resultado de “hacer un buen cine” que no fue creado con las intenciones de encasillarse con alguna característica: “De repente se piensa que el/la documentalista deben ser inclusivos/as, que deben tocar temas de determinada índole política, pero sólo tenemos que enfocarnos en hacer cine y hacerlo bien, porque no está alineado a nada”.
Y el director mexicano ejemplifica lo anterior al mencionar que en La sombra del desierto toda la parte que tiene que ver con la migración no aparece ninguna mujer, “y muchas me han dicho que porque no aparece ninguna mujer en dichas secuencias. Yo sólo les contestó: ‘Híjole, sólo me encontré con hombres, ¿cómo le hago? ¿falsificó la realidad?’”.
Aún queda mucho por contradecir
A partir del 20 de noviembre y hasta el 3 de diciembre de 2021, la Cineteca Nacional de México estará realizando una retrospectiva de la filmografía de Juan Manuel Sepúlveda, y con respecto a la misma el cineasta mexicano confiesa que se encuentra preocupado “porque no vaya a ser que me están viendo muy acabado”.
Fuera de la broma, el realizador admitió que se siente “muy honrado, pero al mismo tiempo tengo una gran responsabilidad de seguir contradiciéndome a mi mismo, reinventándome en cada película, jugándome el pellejo y fracasando”.
Características que poseen los cineastas a quienes admira: “Me dan pereza los directores que todas sus películas les salen bonitas, prefiero a uno/a que se equivoque, decirle que lo odio porque no me gustó lo que hizo, pero a la vez agradecerle que intentó hacer algo distinto”.
¿Se puede hacer cine en México?
Juan Manuel Sepúlveda también aprovechó este panorama retrospectivo para rememorar aquel instante en que se percató de su pasión por hacer cine, el cual ocurrió después de ver El coronel no tiene quien le escriba de Arturo Ripstein: “No es que me encantara la película, sino por el trabajo que dejaba ver detrás el cual me permitió conocer todo el oficio”.
A pesar de lo anterior, el cineasta recuerda que desde pequeño ya estaba “intrigado” por hacer imágenes en movimiento, pues sus abuelos contaban con una cámara de video que “nunca me prestaron”, sin embargo dicha ansia se calmó cuando se enteró que en México había dos escuelas que “entrenaban a la gente para desarrollar el oficio de contar historias”: el CCC (Centro de Capacitación Cinematográfica) y el entonces CUEC (Centro Universitario de Estudios Cinematográficos).
Precisamente en está última institución aprendió todo lo relacionado al séptimo arte, pero antes recuerda que cuando le contó a su familia de abogados que iba a estudiar cine su respuesta fue negativa:
“Si un hijo me dice que va a estudiar cine yo también me preocuparía mucho. Cuando comencé a estudiar cine en 2002 el maestro Alfredo Joskowicz nos dijo: ‘Tengo una mala noticia que darles. En este país se dirigen sólo 7 películas al año, ustedes son 15 alumnos y si sumamos a las generaciones que les anteceden, el número de cineastas desempleados es altísimo. Entonces ustedes nunca van a dirigir una película’”.
Con el estreno de una película y una retrospectiva de su filmografía en puerta, Juan Manuel Sepúlveda añade con una sonrisa: “Afortunadamente el tiempo no le dio la razón al maestro, esto era una especia de profesión suicida, ahora si hay panorama laboral y cualquier tarugo hace cine”.