Wes Anderson cumplió años, y para celebrarlo recordamos sus 5 mejores películas.
Probablemente Wes Anderson sea uno de los directores más conocidos en la actualidad, y a pesar de que algunos grupos de la crítica cinematográfica califican su filmografía como una obra que privilegia el estilo a la sustancia, me atrevería a mencionar que sus filmes son unos de los más queridos y esperados por diversas audiencias.
Personalmente me sitúo dentro del segundo grupo, las películas del cineasta originario de Texas siempre me han cautivado, no sólo por su fascinante y particular faceta audiovisual sino también por su narrativa temática, la cual podría resumirse como una especie de cuentos de adultos, fusionando elementos como la fantasía característica de la infancia, con las problemáticas existenciales propias de la madurez.
Así que con el motivo de su cumpleaños 52, resulta un momento pertinente para revistar los 5 mejores largometrajes de Wes Anderson.
5.- The Royal Tenenbaums
Este filme gira en torno a la disfuncional familia Tenenbaum, la cual tras 17 años separada se reúne tras el anuncio de una trágica noticia: el patriarca tiene cáncer de estómago y sólo le quedan seis semanas de vida. Esto resultará ser un mentira, ante la cual los/as diversas/os integrantes de la familia se enfrentarán a los fantasmas de su pasado, de manera que se verán embarcados en un camino donde cicatricen sus heridas emocionales.
La cinta en cuestión se trata de la primera producción del cineasta, donde el particular estilo audiovisual simétrico y colorido se reflecta en pantalla, todo mediante una historia con reminiscencias personales al trauma que generó el divorcio de sus padres en el director, abordado desde un empático lente que combina el drama y la comedia en un catártico ejercicio de hacer las pases con el pasado, el cual le valió a Anderson y Owen Wilson, una nominación a los Premios Óscar en la categoría a Mejor Guión Original.
4.- Moonrise Kingdom
Durante 1965 en una idílica isla de Nueva Inglaterra, un boy scout huérfano llamado Sam (Jared Gilman) y una chica harta de los problemas familiares de nombre Suzy (Kara Hayward), se enamoran y deciden escaparse a un poblado cercano titulado Moonrise Kingdom, situación que preocupa los padres de la joven -interpretados por Frances McDormand y Bill Murray-, el líder de los boy scouts (Edward Norton), y al jefe de policías (Bruce Willis), quienes van en su búsqueda.
En esta obra con guiños metaficcionales en la que prevalece el amarillo y verde en la paleta estética, y la cual le simbolizó a la dupla de Wes Anderson y Roman Coppola la nominación al Mejor Guión Original en los Premios Óscar, el debate central se suscita en torno a lo que significa crecer.
En la narrativa vemos el choque de dos mundos y maneras de ver la vida: la infancia y la adultez, los primeros simbolizados en la joven pareja protagonista, quienes escapan con el miedo de convertirse en las personas mayores que les rodean: caer en la rutina, depresión, matrimonio y engañosos amorosos, mientras el segundo grupo tiene miedo que los infantes cometan errores propios de su inmadurez.
Mediante un relato que combina la fantasía y realidad, su agridulce desenlace representa la aceptación realista de un futuro al que sus protagonistas nunca podrán escapar, el nombre del hogar donde habita Suzy: El final del verano, simboliza la conclusión de la infancia, la transición de la inocencia a la responsabilidad.
3.- Fantastic Mr. Fox
Basada en el libro homónimo de Roahl Dahl –creador de relatos como Matilda o los Gremlins-, la cinta se enfoca en la historia de un astuto zorro que roba gallinas junto a su esposa, sin embargo cuando esta última le anuncia su embarazo, este tiene que abandonar sus andadas y abrazar la cotidianidad.
Pero después de un tiempo en la misma situación nuestro protagonista decide volver a las aventuras, lo que pondrá en peligro la seguridad de su familia y toda la comunidad, a quienes tendrá que salvar.
Este filme no es sólo impresionante por la forma en que su director transfiere su característica estética, y planeación del montaje interno al stop motion, sino también por el guión escrito por Anderson y Noam Baumbach, ya que en específico la presencia del segundo autor quien es un experto en abordar los problemas comunicativos, permite que la obra explore los conflictos entre padre e hijo mediante ingeniosos diálogos.
Nominada a los Premios Óscar en la categoría de Mejor Película Animada: Fantastic Mr. Fox, explora una temática similar a la de Moonrise Kingdom, sólo que aquí tras ser parte de la crisis de la mediana edad, el protagonista adulto es quien intenta escapar de las responsabilidades y cotidianidad que supone la madurez, ante las cuales se da cuenta que es imposible huir, y no le queda de otra más que aceptar su derrota, brindando a manera de sátira: “Por nuestra supervivencia”.
2.- The Grand Budapest Hotel
Inspirada en los escritos del activista austriaco: Stefan Zweig, The Grand Budapest Hotel narra la historia de Monsieur Gustave (Ralph Fiennes) y su ayudante Mr. Moustafa (Tony Revolori / F. Murray), ambos conserjes de uno de los hoteles más prestigiosos en Europa, quienes se embarcan en una aventura para demostrar la inocencia del primero, tras ser acusado de un asesinato.
Este largometraje le simbolizó a Wes Anderson la nominación a Mejor Director en los Premios Óscar en 2015, y aunque regularmente estas premiaciones no sirvan como un parámetro para hablar de la calidad fílmica, en esta ocasión concuerdo con la Academia, pues se trata del mejor trabajo del cineasta hasta la actualidad.
Lo anterior se debe a la maestría que el realizador alcanza en esta obra en lo referente a su estilo, visualmente es alucinante, desde la elección de la paleta de colores y diseño de producción correspondiente a cada época: la transición entre los diversos aspect ratio según la temporalidad, el uso de tonalidades pasteles cuando se habla del pasado, el juego de luces para forjar instantes dramáticos, e inclusive el uso del blanco y negro en la escena más dramática de la cinta.
Además se trata del filme más grande hecho por el artista texano, y aprovecha los grandes espacios en que se desarrolla su historia para mover la cámara a su gusto, forjando increíbles planos secuencias fundamentados en el detallado montaje interno.
Pero también es la película donde mejor utiliza su estética simétrica y el corte de la edición, ya que a través de la misma no sólo establece la relación entre sus protagonistas, sino que también diversos gags visuales rememoran el trabajo de una de sus grandes influencias: Jacques Tati.
A lo anterior también debemos mencionar la aplicación de las técnicas stop motion en la narrativa, la forma en que le permiten a Wes Anderson jugar con las distancias y magnitudes.
Y el maravilloso score a cargo del compositor francés: Alexandre Desplat, el cual describe a la perfección un relato que a través de diversas líneas temporales, tiene aventura, peligro, amor, misticismo, tragedia, comedia, y como suele ser costumbre del cineasta para subvertir las narrativas clásicas del felices por siempre: su desenlace se ve marcado por la nostalgia.
1.- Isla de Perros
Si bien muchos de los conflictos íntimos que se suscitan en las películas de Wes Anderson tienen un eco que trasgrede de lo íntimo a lo social, su filmografía no suele caracterizarse por tener una fuerte y abierta carga política, lo más cercano a ello que tuvimos antes del estreno de esta cinta, era el trasfondo del ascenso del fascismo en The Grand Budapest Hotel.
Pero todo esto cambiaría en Isla de Perros, donde Anderson, Roman Coppola, Kunichi Nomura y Jason Schwartzman, escribirían un guión que fungiría como metáfora del ascenso de la derecha a nivel mundial y porque deberíamos plantar cara las ideas promulgadas por la misma, todo mediante una historia donde un alcalde japonés decreta que todos los perros deben confinarse a una isla lejana, ya que son la causa de una pandemia. Ante esta situación un niño de 12 años llamado Atari (Koyu Rankin), emprende una aventura para llegar a aquel lugar y rescatar a su mascota.
Acompañada de las extraordinarias composiciones de Alexandre Desplat, quien de manera ingeniosa utilizael silbido con el que se llama a los caninos como leitmotiv, el largometraje hace un interesante uso del lenguaje, el cual no sólo provoca una divertida narrativa audiovisual, sino que también nos permite entender y empatizar con la minoría: los perros, quienes fueron alejados por las ideas racistas de un gobierno.
Si, se trata del filme más romanizado del cineasta, pero en tiempos como los que se viven en la contemporaneidad donde se promulgan las anteriores filosofías desde la cúpula de poder, me parece valioso un mensaje que habla de manera empática a favor de los grupos vulnerados por el sistema, como los son las personas migrantes de diferentes etnias, además de mostrar a una juventud consciente de estas problemáticas y combativa por la igualdad, diversidad cultural y derechos humanos.