Con apenas 19 años, Billie Eilish es una de las artistas más afamadas a nivel mundial. Pero ¿quién es la persona detrás de los reflectores?
En 2020, Billie Eillish y su primera placa de estudio: When We All Fall Asleep, Where Do We Go?, arrasaron en la entrega número 62 de los Premios Grammy: alzándose con 5 premios en las siguientes categorías: Mejor álbum, grabación, canción, disco vocal de pop y producción.
Tales preseas que la convirtieron en la artista más joven en triunfar en la historia de dicho evento, fueron la confirmación de algo que a los ojos de todas/os era evidente: el éxito de una carrera musical que a través de sencillos como bad guy o all the good girls go to hell, conquistó charts mundiales y encabezó festivales como Coachella.
Resulta sencillo y obvio describir a una figura pública por los triunfos o fracasos cosechados en el ámbito en el que desempeña, pues de alguna manera cuando los/as observamos representados/as en lo audiovisual, les despersonalizamos, pues debajo de todos los reflectores parecieran ajenos/as a nuestras preocupaciones/alegrías inmediatas.
Esta es una práctica peligrosa, pues creamos iconografías perfectibles, que por un lado pueden hacernos perdonar sus vicios en vísperas de saciar nuestros ánimos consumistas, mientras que por otro, esta práctica es capaz de desvanecer la empatía que podemos forjar con quienes al final del día son personas como cualquier otra con altibajos cotidianos.
Probablemente en el afán de representar esto último, el cineasta R.J. Cutler se acercó a documentar la vida de la joven artista, y tras dos años de filmación, al fin podemos observar los resultados en la más reciente producción original de Apple TV+, titulada Billie Eilish: The World’s a Little Blurry.
Entre contrastes
El documental sigue de manera lineal la trayectoria de Billie entre 2018 y 2020, es decir, desde la creación de su primer álbum, pasando por la gira mundial del mismo, hasta llegar a la noche de premiación del evento ya mencionado.
Sin embargo, la estructura formal del relato no simboliza una exploración que se sostenga en un plano superficial, sino todo lo contrario, pues R.J. Cutler logra que conozcamos quién es Eillish a través de dos caminos.
En primer lugar, mediante el uso de pietaje extraído de entrevistas en que participa la realizadora musical, o breves declaraciones de las personas de su entorno, las cuales fungen como la excusa perfecta para contextualizar la actualidad de la cantante: su crecimiento en una familia de artistas, la cercanía de la misma con la genuina preocupación de protegerla, y el momento en que el sencillo Ocean Eyes se transformó en su primer hit.
Mientras que en segundo lugar, ya sea mediante el lente de Jenna Rosher o metraje a cargo de sus consanguíneos/as, nos adentramos en la intimidad cotidiana de su protagonista, donde no sólo atestiguamos la alegre faceta del éxito, sino también de momentos repletos de la imperfectible vulnerabilidad.
Elemento con el que realiza un interesante juego en el montaje externo a cargo de Greg Finton y Lindsay Utz, donde tales instantes se van intercalando con los grandes eventos: el impacto de secuencias donde miles de personas corean las canciones de la artista, es aún mayor cuando la escena previa te muestra que la creación de dichos hits mundiales, fueran escritos, grabados y post producidos bajo la comodidad de una pequeña habitación, al mismo tiempo que Billie continua enfrentándose a tareas cotidianas como es, pasar un examen de manejo.
Detalles como su afición a Justin Bieber o la ruptura amorosa que experimenta, forjan vasos comunicantes a través de los cuales nace la empatía, y sumados al retrato de la carga brutal de trabajo que experimenta, la presión personal y exterior que supone cumplir las expectativas en grandes eventos, además de enfrentarse a las constantes terapias físicas para recuperarse de lesiones crónicas, nos permiten dimensionar y preguntarnos ¿cómo es que una joven de 19 años pueden soportar todo esto?
Y simplemente no lo hace, aunque vemos a una intérprete que hace frente a las diversas problemáticas con madurez, brindando lo mejor de si, en diversos momentos la vemos romperse no sólo física sino también emocionalmente, reclamando los espacios de intimidad que todos/as necesitamos para abrazar nuestra vulnerabilidad.
El documental tampoco la pinta como un mártir. También la vemos pasarla bien en muchos momentos, pero la elección de alejarse de ellos por diversos episodios, nos permiten conocer a la persona más allá de la figura, subvirtiendo cualquier proceso de despersonalización y permitiéndonos empatizar con ella.
Reflejos generacionales
La afinidad que forjamos hacía Billie a lo largo de la narrativa, pareciera ser una extensión reciproca de su propósito en la música, el cual ella misma describe como la intención de forjar conexiones a través del arte: la sensación en la que una canción habla contigo acerca de lo que te encuentras experimentando, que no estas sólo.
A mi parecer, los momentos más emotivos del documental residen en estas relaciones: aquellas escenas donde vemos a las personas en sus conciertos vivir un momento de catarsis colectiva / personal. Por cierto, me parece un extraordinario detalle narrativo, mantener el sonido ambiente de las presentaciones, pues esto refuerza el sentimiento de colectividad.
La obra se plantea preguntas bastante interesantes en ese sentido, pues las canciones de la compositora estadounidense versan sobre temáticas como el desamor, la depresión o ansiedad, y bajo la premisa de la música como reflejo de lo social: ¿qué simboliza la conquista de la música de Eilish en nuestros tiempos?
Bueno, el documental intenta dar respuesta a ello: primeramente planteando la ruptura de diversos tabúes por la generación z, en este caso en lo referente a conversar sobre temáticas relacionadas a la salud mental, pero al mismo tiempo también es la manifestación de una juventud que se encuentra deprimida ante el complejo panorama mundial que se les plantea: tanto a nivel económico, político y personal.
Me parece curioso, que aún cuando acaba de confirmarse como una de las estrellas más importantes del momento, y repasa en la intimidad las cosas buenas que le ha traído la vida, lejos de cualquier mensaje / lección positivista que quiera transmitirnos el documental, el aura que evoca es de tristeza, pues fuera de lo material, lo que alimenta el alma en lo personal y colectivo, en su esencia aún se encuentra fracturado.
Así, R.J. Cutler compone en Billie Eilish: The World’s a Little Blurry, un retrato accesible en su forma, pero complejo en el fondo, permitiéndonos empatizar con su protagonista, al mismo tiempo que nos permite reflexionar sobre el sentir social en la actualidad.