Hace 80 años y en plena segunda guerra mundial, Charles Chaplin estrenaría uno de los grandes clásicos en la historia del cine: The Great Dictator.
El 1 de Septiembre de 1939 las tropas alemanas invadieron Polonia, este hecho dio por iniciado uno de los episodios más oscuros en la historia de la humanidad: la Segunda Guerra Mundial, donde ya fuera por su religión o color de piel, miles de personas fueron separadas de sus familias y hogares, segregadas a sitios donde se les arrebataba su humanidad y finalmente eran asesinadas.
Tal ola de odio fue algo que se cosechó con varios años de antelación, los discursos de Hitler ya eran una amenaza sobre aquello que podía venir. Un hombre era consciente de esto: el icónico Charles Chaplin realizaría una película que no sólo cambiaría su vida y carrera profesional, sino que en The Great Dictator haría un llamado donde se opusiera a lo propuesto por la ideología nazi.
Adiós al silencio
La llegada del cine sonoro en 1927 cambiaría la industria para siempre, y una figura como Chaplin quien había basado su trayectoria en la imagen en movimiento silente sería uno más de los afectados. Aunque no fuera ferviente admirador de la implementación del sonido en la cinematografía, como lo expresó en un artículo titulado El gesto comienza donde acaba la palabra o ¡los talkies!, si comenzó a hacer uso del mismo, tanto para el acompañamiento musical como para la reproducción de ciertos ruidos.
Sin embargo en 1936 con el estreno de Modern Times, el realizador británico uso por primera vez la palabra, en una de las últimas secuencias de la cinta su protagonista canta en un idioma inteligible. Este suceso significó el fin de una era, pues fue la última presentación de Charlot, el pequeño vagabundo ante pantalla, por lo menos bajo ese seudónimo, porque el hombre vestido de frac viejo con bombín, bigote recortado y un bastón como accesorio, reaparecería bajo el nombre del barbero judío en The Great Dictator.
Pero este no sería el único personaje que Charles interpretaría en este filme, pues también se pondría bajo la piel del dictador de Tomania: Hynkel. (Inserte Entendí esa referencia. jpg) De manera que la trama se intercala entre dos narrativas: las decisiones tomadas en la cúpula y la cotidianidad interrumpida en un barrio judío.
Los retos de retratar al tirano
Al realizar esta película, Chaplin se encontraba ante dos grandes desafíos, el primero era desconocido para él, pues ¿cómo abordar uno de los momentos históricos más dolorosos? Con un guión escrito previo al conflicto armamentístico y comenzado a rodar apenas 8 días de anunciado el mismo, el cineasta se aproximó al tema bajo su sello característico: combinar la comedia con la tragedia.
Y aunque en su autobiografía publicada en 1964, el mismo realizador comentó que no hubiera hecho la película de conocer los horrores que ocurrirían en tales tiempos, a 80 años de su estreno, el atrevimiento de su director cobró frutos.
El éxito mismo se fundamenta sobre el segundo reto, satirizar al tirano sin despojarlo de su cualidad peligrosa. Chaplin representa a Hitler como un animal egocéntrico enamorado de LoNapoloni (Mussolini), además de querer demostrar su masculinidad -entendida como poderío- ante el mismo.
A pesar de ridiculizarlo a través de lo anterior, el comediante no deja de mostrar la amenaza que simboliza el mismo: el poder mediático y cultural tejido por Garbitsch (Goebbels), la alienación total de un pueblo y discursos de odio que posteriormente serán traducidos en la destrucción de poblados y vidas.
A pesar de ridiculizarlo a través de lo anterior, el comediante no deja de mostrar la amenaza que simboliza el mismo: el poder mediático y cultural tejido por Garbitsch (Goebbels), la alienación total de un pueblo y discursos de odio que posteriormente serán traducidos en la destrucción de poblados y vidas.
Discurso vigente
La obra rescata lo mejor de la época silente de su protagonista, entregando algunas de las mejores escenas de la cinta: donde el trazado escénico baila al son de piezas de Wagner o Brahms. Sin embargo se trata de un filme enteramente sonoro, el primero de Chaplin donde todos/as hablan, y curiosamente un hombre a quien suele reconocérsele por su silencio, pronuncia en la última secuencia uno de los mejores discursos en la historia del cine, y lo realiza mediante la ruptura de la cuarta pared, nos habla directamente bajo una dialéctica humanista enunciando:
“Hemos perdido el rumbo, la avaricia ha emponzoñado el alma humana, levantamos las barreras de odio (…) más que maquinaria necesitamos humanidad, más que inteligencia necesitamos ternura. (…) luchemos por un mundo nuevo, aquel que nos pertenece a todos.”
Aquella diatriba tenía un clara dedicatoria, pero al ser tan profunda la misma evocaba una problemática mundial, por ello el Comité de Actividades Antiestadounidenses se sintió aludido y comenzó a perseguir al cineasta por ser considerado de ideología comunista, lo que provocó su exilio hacía Suiza.
Lamentable las palabras del icónico actor no evitaron que el conflicto escalara. En la actualidad nos encontramos en un momento similar, donde personajes en altos mandos de la política ejecutan discursos que apelan a lo peor de nuestra existencia: el miedo y odio. Y por la naturaleza de los mismos, logran atraer a grandes sectores poblacionales que ven validados estas emociones primarias y posteriormente pueden traducir las mismas en acciones. Por ello, la locución de Chaplin aún resulta vigente y quizá nos encontremos ante una ocasión histórica, donde al contrario de lo sucedido en la Segunda Guerra Mundial, escuchemos sus palabras y hagamos que la empatía dirija al mundo.