En esta entrevista:
El 4 de enero estrenó en salas No Quiero Ser Polvo, película de Iván Löwenberg, que sigue a una madre de familia quien, tras hallarse en soledad y siendo arrastrada por el new age, comienza a prepararse para los Tres Días de Oscuridad.
Para Fuera de Foco, el director de No Quiero Ser Polvo explicó cómo la película utiliza al fin de mundo como una metáfora ideal para la soledad y la búsqueda de propósito y comunidad, temáticas que supera cualquier rango de edad.
Estamos obsesionados con el fin del mundo. De una u otra manera, todos hemos pensado (y hasta añorado). En ese momento en el que se oficialice la llegada de un virus zombie, el día en que un accidente nuclear deje la tierra inahbitable, o el instante en que el sol desaparezca por tres días completos, sumiéndonos en completa oscuridad.
Nadie es ajeno a la idea del apocalipsis, y como en algún momento el cineasta Iván Lowëmberg mencionó, hay hasta entusiastas del esperado evento que pregonan la idea por el mundo con carteles, en sectas, e incluso invirtiendo millones de dólares para colocar billboards anunciando el día del juicio final.
No Quiero Ser Polvo juega con esa idea desde un ángulo muy particular. A través de la visión de Bego, quien como cientos de personas en la ciudad y en diversas partes del mundo, busca reconectar con su espiritualidad y el mundo a través del new age, y la meditación, prácticas que en varias ocasiones, han sido tachadas de charlatanería.
En algún momento recibe la noticia de que el mundo está por llegar a una transición dimensional, en la que habrán tres días de oscuridad, sin energía eléctrica, con terremotos y desastres naturales, que pondrán a prueba a todos. De inmediato, Bego obtiene algo que quizá había perdido antes: un propósito, conocimiento único que en contraste a los demás, la hace especial.
Pero, ¿qué hay realmente detrás No Quiero Ser Polvo y cómo el apocalipsis se convirtió en un canal ideal para hablar del aislamiento actual del mundo? Su director nos lo cuenta.
Polvo Eres y en Polvo te Convertirás
Para Iván Löwemberg la obsesión con el fin del mundo tiene una explicación. Tiene que ver con “un sentido de validación y sentirte especial”, nos contó.
“Somos más de 8,000 millones de habitantes en el planeta. Siempre hay grandes catástrofes, grandes cosas sucediendo y lo vemos a través de nuestro celular” relató el director, señalando que a partir del contraste entre un mundo donde todo parece “espectacular, gigante y catastrófico” con un individuo que, a fin de cuentas, es uno más en el planeta, sentirse solo es inevitable.
“Tú eres un ser más que está pagando renta y sobreviviendo. Y de pronto, vienen estas teorías que además, te dicen que sólo tú sabes y decides creerlas.
A partir de entonces, tienes un grupo quizá chico o quizá grande, quizá de amigos, y vas haciendo una comunidad, y por primera vez, te sientes relevante en ese espacio”.
Iván Löweinberg, Fuera de Foco
La soledad y el aislamiento son dos sentimientos que han crecido exponencialmente en los últimos años: Tan sólo en Octubre del año pasado, se reportó que hay al menos 5.1 mil millones de usuarios en internet, un 64% de la población mundial. En diciembre de 2023, se determinó que una persona utiliza su teléfono en promedio 3.5 horas al día, además de 3 horas en la computadora; eso sin considerar a oficinistas que laboran más de 8 horas frente al monitor.
¿Qué tiene qué ver exactamente con la soledad? El Centro Nacional de Biotecnología e Información en Estados Unidos determinó que el uso excesivo de pantallas y redes en efecto ha incrementado los casos de depresión en los últimos años, en el que mujeres y jóvenes remarcaron sentirse solas y aisladas con mayor frecuencia.
No es de extrañarse entonces que en No Quiero Ser Polvo, su protagonista conecte primero con el mundo a través de las pantallas, y con lo real después. No obstante, son las conexiones “reales” las que terminan por darle un propósito en la historia y a la par, en hacerle creer que el fin del mundo está a la vuelta de la esquina.
“Más allá de si las teorías son ciertas, creer en el fin del mundo traspola a muchos otros círculos: religioso, político y otros que tú decides creer.” señaló el director, “Tener un grupo que te sostiene de esa forma, hace menos difícil la idea de vivir sabiendo que eres uno de millones”.
El fin del mundo como propósito
Lo cierto es que si bien, en No Quiero Ser Polvo es sencillo entender la carencia de atención y misión en la vida a través de cómo la familia de Bego se ha alejado de ella, la idea de una falta de propósito no es un elemento único de los padres que viven el efecto del nido vacío.
“Es algo que pasa incluso con los proyectos que haces. Estrenar una película que es un viaje personal, pasas años haciéndola, tienes expectativas, y la terminas y de pronto la vida sigue su curso.
Y es el caso de muchas personas, y de muchas mamás para quienes estos proyectos o propósitos fueron una familia a la que le dedicaron 20, 25, 30 años. Luego los hijos se van ¿y qué sigue entonces?”
Iván Löwemberg.
Tal idea es lo que hace a No Quiero Ser Polvo una película tan empática, pues la sensación de encontrar un propósito, perderlo o nunca conocerlo, es algo que va mucho más allá de la edad y la etapa de vida de cada persona, y que además siempre es vigente.
“Nos persigue constantemente” aseguró el director, “A veces se nos olvida porque encontramos algo en el momento y lo perseguimos, pero se cumple y viene el cuestionamiento ¿eso era todo?” sentenció.