No todo el cine mexicano se agota con Roma, ni con el trabajo de hombres directores como Guillermo del Toro, Alejandro González Iñárritu o Michel Franco. Desde México, una nueva generación de directoras avanza a paso firme y ha llegado a la industria para trastornarla. Gran parte de la renovación del lenguaje y de las formas del cine mexicano, está siendo posible, y seguirá siendo posible, gracias al trabajo de estas cineastas.
En documental, en animación y en ficción, cada una de ellas propone nuevos mundos y nuevas miradas para redescubrir nuestro entorno ¡Te invitamos a conocer sus trabajos!
Eva Villaseñor (Aguascalientes, 1986)
No sé bien a partir de qué momento, pero las y los documentalistas de pronto poblaron los festivales con películas sobre su propia memoria y, por ende, sobre sus familias. De entre las numerosas cintas de este tipo que se han producido en México, los trabajos de Eva Villaseñor destacan por sus aciertos formales y por la habilidad para manejar las distancias con sus protagonistas.
Su biografía es en sí misma inquietante. En su primer trabajo como directora de largometrajes, Memoria oculta (2014), indaga sobre los meses en los que ella perdió la memoria. A través de intrigantes, apasionados y honestos diálogos con miembros de su familia, Villaseñor hace un trabajo de exploración de sí misma a través de la mirada de quienes la rodean.
Su segundo documental, M (2018), sigue a su hermano en su carrera como rapero pero, especialmente, logra sumergirse en sus demonios, sus miedos, sus vicios y sus esperanzas. Su cámara sabe alejarse para dejar ser a sus protagonistas, pero también sabe acercarse cuando se reconoce a sí misma como mujer, como hija y como hermana. Esta lucidez ética sitúa sus películas en un nivel distinto al resto de los documentales mexicanos. Su mirada, devastadora y a la vez compasiva, es ya inconfundible y constituye una de las cimas más recientes de nuestro cine.
Lila Avilés (CDMX, 1982)
En su primera película, Lila Avilés se fue a un hotel para recrear allí la historia de una camarista. Lo que pudo haber sido una cinta tediosa o esperpéntica, se convirtió en una de las mejores películas mexicanas de 2018.
Eve (Gabriela Cartol) es mostrada únicamente a partir de su trabajo. Allí estudia, allí sueña, allí ama. Esta simpleza narrativa está investida de una compleja red de relaciones de poder al interior del hotel. Avilés evita la conmiseración y construye un personaje cuya dignidad está constantemente amenazada por las desigualdades y las estructuras voraces en las que se inserta: amistades rotas y solidaridades inesperadas se entrelazan en esta gran obra que llegará a salas comerciales en 2019.
Alejandra Márquez Abella (San Luis Potosí, 1982)
Con apenas dos largometrajes, Alejandra Márquez ha consolidado una mirada capaz de penetrar en la intimidad de sus personajes femeninos y entregarnos impresionantes radiografías de sus derrumbes.
En 2018 se estrenó Las niñas bien, adaptación de la célebre novela de Guadalupe Loaeza, donde sigue a cuatro mujeres de la burguesía mexicana de los 80. Como en la anterior Semana Santa (2015), Márquez es hábil para mostrar que los paraísos donde habitan sus personajes son verdaderos infiernos. No hay ninguna complacencia en la construcción que realiza de las mujeres que protagonizan sus películas, pero tampoco existe en ella el ánimo de una revancha social. Los suyos, son retratos necesarios para una sociedad cada vez mejor acomodada en los extremos.
Jimena Montemayor (Guanajuato, 1983)
Tras una participación notable como fotógrafa en el premiado cortometraje Ver llover (Elisa Miller, 2003), Jimena Montemayor inició su carrera como directora con el corto Centinelas (2007). Posteriormente dirigiría su primer largo titulado En la sangre (2012) y en 2017 presentó Restos de viento. Con esta última cinta, Montemayor sorprende por la forma en que aborda el tema del duelo infantil.
Su capacidad para contar una historia donde la fantasía rompe con las tensiones de la realidad se conjuga con una cuidadosa exploración del sufrimiento femenino. El amor, la pérdida y el deseo de reencontrar nuestro sitio en el mundo son temas que, gracias a Montemayor, adquieren en sus películas un tono sorpresivo y una inesperada profundidad que la vuelven ya indispensable en el cine mexicano.
Sofía Carrillo (Guadalajara, 1980)
El cine animado en México se ha renovado gracias a los cortometrajes que Sofía Carrillo ha hecho desde 2004. Su imaginación tortuosa y su talento para el stop-motion la convierten en la rara avis de una industria de dibujos afincada entre el folclor y el albur.
Su más reciente trabajo de animación, Cerulia (2017), nos sumerge en una psique aterrorizada por cuerpos rotos y peluches viejos. No obstante, la vida siempre se abre camino entre las pesadillas que Carrillo nos hace habitar.
Su último trabajo, La bruja del fósforo paseante (2018), ya no es animado pero no deja de ser un fascinante y perturbador cuento de fantasmas.