El cine, además de compartir una historia que disfrutamos con palomitas y refresco, es una bomba política y cultural; metrajes conformados por ideas que van más allá de lo que vemos en primer plano. Por ello, no es de extrañarse que a lo largo de los años, gobiernos implementaran campañas entre las secuencias con el fin de persuadir a las masas. Un histórico ejemplo es la campaña encabezada por Joseph Goebbels, ministro de propaganda nazi durante el Tercer reich.
Hace casi 90 años, Adolfo Hitler y Goebbels («patrón del cine alemán») vieron en el séptimo arte una ventana de difusión masiva para los ideales del entonces victorioso Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán.
Patriotismo, distracción y odio; tres temas que encabezaban las películas que el mismo Goebbels supervisaba. No existía obra en la cual no colocara su pluma en guión, elenco, edición y en metraje finalizado. Encontró agenda entre la censura a medios de comunicación y artísticos, para intervenir con más de 1,000 producciones de 1933 a 1945. Había melodramas, comedias, musicales, historias detectivescas y aventuras.
Sin embargo, fue hasta inicios de 1940 cuando Goebbels proyectó los metrajes más conocidos del cine nazi: la trilogía del antisemitismo.
Sumidos en la segunda guerra mundial, Alemania daría un movimiento que marcaría la historia de la humanidad; pero antes debían preparar a la sociedad para las medidas del Holocausto. Convencieron a millones de personas que los judíos eran una plaga por exterminar. Eran tramposos, ladrones, transmisores de enfermedades y acaparadores. Robaban empleos, terrenos y dinero de Alemania.
El Judio Süss (1940), Veit Harlan
Retrata las dos versiones de judíos que se podían encontrar. El perezoso, pobre, y mal aseado de los guetos. Y, por otro lado, el adinerado, bien presentado, que aparentaba buenos valores al convivir con puros y bondadosos alemanes, pero que en verdad manipulaba, robaba y estafaba.
Joseph Süss Oppenheimer, protagonista del filme, sonsaca a Carlos Alejandro, duque de un pueblo ario. Aprovecha la cercanía como su fiel secretario, para corromperlo al hacerlo cometer adulterio; le convence de alzar los impuestos en peajes, de cederle terrenos, disolver el poder de la corte, y retirar la prohibición de entrada a judíos al pueblo.
La prosperidad va en picada con el aumento de judíos, el alza de precios en alimentos e impuestos, y robo de propiedades. Había llegado un punto donde Süss tenía la total autoridad de tomar decisiones en nombre del duque. Además resulta ser un violador; ataca a la esposa aria de un opositor del duque, quien es torturado por ordenes de Süss.
El Judío Eterno (1940), Fritz Hippler
Un documental que ridiculiza el estilo de vida judío. Estira los rasgos mostrando a los guetos como nidos insalubres, invadidos por insectos y donde viven hasta tres generaciones bajo un mismo techo, cual ratas.
Narra que el judío es una persona sin ganas de trabajar, pero con una astucia usurera de comerciante, y que busca apoderarse de los bienes de la raza aria trabajadora. Los pone como una carga para el país ya que no producen, sólo intercambian.
Los Rothschild (1940), Erich Waschneck
También conocida como Las acciones de Rothschild en Waterloo, expone cómo el Mayer Rothschild, creador de la dinastía de banqueros judíos, se hizo de riqueza mediante la trapacería al finalizar la batalla de Waterloo en España, donde Napoleón Bonaparte perdió frente a Wellington.
Mayer, con dinero robado de un aristócrata alemán, apoyó al inglés, provocando la derrota final de Bonaparte. Aun así, miente al difundir que Napoleón había ganado, provocando una crisis financiera de la que toma ventaja al ganar millones de libras esterlinas cuando la verdad llega a oídos de los ingleses.
Bastaron tres títulos, y doscientos cincuenta y siete minutos para influir en la manera de pensar de todo un pueblo, que llegó a creer en la raza aria, la esvástica y ponía su esperanza en cada saludo al führer. Tres fragmentos breves nos recuerdan el poder del cine. Ahora nos toca a nosotros preguntarnos de qué manera en la actualidad somos influenciados por lo que vemos en la inmensa pantalla.