En un panorama donde el cine mexicano suele dividirse entre el drama desgarrador y la comedia ligera, Las Mutaciones aparece como un punto medio inesperado: una obra que encuentra humor en la fragilidad humana y belleza en el sufrimiento. Dirigida por Jorge Ramírez Suárez y protagonizada por Tony Dalton y Mónica del Carmen, la película propone una reflexión existencial envuelta en ternura, ironía y vulnerabilidad. A lo largo de su rodaje —y especialmente en la relación entre los personajes de Raúl y Elodia— se construyó una química singular que hoy, con el estreno comercial, el equipo recuerda como un proceso profundamente transformador.
En entrevista, tanto Ramírez Suárez como Del Carmen exploran cómo la película no sólo narra una mutación física y emocional, sino que también provocó sus propias mutaciones personales. Entre anécdotas, procesos creativos e intimidad actoral, ambos revelan cómo Las Mutaciones se convirtió en una obra que redefine el drama mexicano a través de la comedia existencial.

Las Mutaciones: la comedia existencial mexicana que encontró belleza en el dolor
Para Jorge Ramírez Suárez, construir un set donde pudieran convivir la tragedia y la risa fue una prioridad absoluta desde el primer día. El director reconoce que, tras ocho largometrajes, ha aprendido que el centro emocional de cualquier película son los intérpretes:
“Lo más importante para mí en un set son los actores… trato de crear una atmósfera amable para todos y con gran respeto”, explica, subrayando que su perfeccionismo nunca cruza hacia el autoritarismo. Por el contrario, ha desarrollado una filosofía donde la escucha activa y la paciencia marcan el ritmo del rodaje.
Ese ambiente fue crucial para lograr el equilibrio emocional que pide la película. Del Carmen interpreta a Elodia, un personaje que parece surgir como alivio cómico, pero cuya profundidad filosófica sostiene al relato. En palabras de la entrevistadora, Elodia representa “esta filosofía de cómo incluso en la muerte o en las tragedias más grandes puede haber belleza y felicidad”, un matiz complejo que sólo puede surgir en un set donde haya absoluta confianza.
Para Ramírez Suárez, ese espacio se construyó desde la planeación y la convivencia:
“La mejor manera de trabajar es tener un ambiente lo más relajado posible, no filmar demasiadas horas… y para eso necesitas un equipo sólido de colaboradores”.
El rodaje en Guadalajara reforzó esa burbuja creativa: vivir juntos, lejos de distracciones, permitió que el equipo entero estuviera emocionalmente inmerso en la historia.
La historia, adaptada de una novela que conmovió profundamente al director, resonó con una experiencia personal que marcó su propia vida.
“Yo hice la película porque tuve un evento que me cambió la vida… estuve cerca de morir, estuve mucho tiempo hospitalizado”, comparte. Esa vulnerabilidad fue, paradójicamente, el motor para hacer cine con más claridad y urgencia.
“Conecté con la novela porque tiene esa vivencia: cuando algo pasa en tu vida y cambia todo, y uno tiene que luchar por vivir”.
Desde esa fibra íntima, Las Mutaciones se convirtió para el director en un regreso catártico al cine después de la pandemia, un recordatorio del poder colectivo del arte y de la importancia de seguir creando incluso en medio de la incertidumbre.

Las relaciones que se transforman: familia, enfermedad y el trabajo actoral de Mónica del Carmen
Si para el director la película nació desde una herida personal, para Mónica del Carmen su experiencia con el filme adquirió un significado distinto con el paso del tiempo. La actriz reconoce que, aunque interpretó a Elodia hace dos años, los últimos meses han reconfigurado su lectura de la historia:
“He pasado por el cáncer de uno de mis mejores amigos y otra de mis mejores amigas… y creo que la película me dio ciertas herramientas para decir: yo tengo que escucharles, no imponer mi visión de lo que pienso que es lo que están pasando”.
Para Del Carmen, Las Mutaciones funciona como una conversación abierta sobre la enfermedad, los vínculos que se fortalecen y los que se quiebran, así como los roles que cambian cuando la fragilidad entra en escena.
“La película tiene una conversación dura sobre la enfermedad, sobre la familia, sobre los nexos que se hacen y se rompen, quién está ahí verdaderamente y quién se aleja”, reflexiona.
Ese aprendizaje también se replica en el set cinematográfico, donde actores, técnicos y director —al principio desconocidos entre sí— forman una “familia” temporal que debe sostenerse mutuamente para concretar una historia que exige entrega emocional.
Ramírez Suárez coincide en que esa comunidad fue esencial. La película necesitaba que la dinámica entre Elodia y Raúl —un hombre que pierde su lengua tras una enfermedad degenerativa— se construyera desde la honestidad y la vulnerabilidad.
“La historia pedía esa relación desde la novela… y tener a estos actores maravillosos fue un privilegio”, señala. Entender las diferencias actorales de cada intérprete —desde Tony Dalton hasta Verónica Langer y Vicky Araico— fue clave para permitirles “ser” y dar lo mejor de sí.
Así, la película no sólo explora cómo una transformación física altera un ecosistema familiar; también muestra cómo el cine puede convertirse en un espacio donde cada integrante confronta su propia humanidad.
Las Mutaciones ofrece mucho más que una historia sobre enfermedad: propone una mirada luminosa a la fragilidad, a las segundas oportunidades y a los vínculos que sostienen la vida. Desde la dirección sensible de Jorge Ramírez Suárez hasta la interpretación honesta de Mónica del Carmen, la película construye un universo donde la tragedia convive con la risa y donde cada mutación revela una verdad emocional.
Con su estreno comercial, queda claro que esta comedia existencial mexicana no sólo redefine un género: también deja una huella personal en quienes la hicieron posible, y una reflexión profunda para quienes están por descubrirla.





