Esta serie tiene potencial para grandes cosas… aún con ese divisivo final de temporada
The Handmaid’s Tale en su segunda temporada fue un sube y baja de emociones. Más bajos que altos, ya que la serie producida y protagonizada por Elisabeth Moss a veces dedica demasiado tiempo en «pellizcar la herida»; en otras palabras, en hacer un énfasis muy pronunciado en el sufrimiento.
La serie a cargo del showrunner Bruce Miller contó en esta segunda ocasión con material inédito. Fue el trabajo de los guionistas adaptar e inventar nuevas tramas que condujeran a la continuación del final del libro de Margaret Atwood, escritora que supervisó parte de lo que vimos en esta producción de Hulu.
El resultado es ambiguo, por decir lo menos. No es mal producto ni mucho menos… Existen momentos tensos con grandes performances y trabajo de dirección artística (cuando June está embarazada, sangrando y desesperada en la nieve es formidable). Pero también hay situaciones en que se hizo tedioso saber qué dirección iba a tomar la historia. Me atrevería a decir que el planteamiento de 13 episodios se les hizo largo.
La temporada comenzó con partida doble y es una buena forma de resumir la esencia del show. En esos dos capítulos, aunque sí contamos con momentos intensos, tampoco son de un impacto pronunciado.
Pero no crean de que lo que pasa en la serie es para menospreciar. Nada que ver. Es un programa de tv durísimo de asimilar en muchas ocasiones… Las mutilaciones, los castigos mortales, la opresión, la deshumanización de la mujer, etc. Todo eso está quizás aún más marcado en esta segunda temporada.
Así mismo hay momentos enternecedores y de una atención especializada al tema de la maternidad. June es una madre valiente, definitivamente, quien sufre diferentes situaciones en estado de embarazo. Y cuando da a luz, su penuria para desgracia no acaba, aunque con un ligero viento de esperanza en el final de temporada.
Si hacemos disección en el contenido de estos 13 episodios; June sigue confinada a las paredes que la han hecho padecer de abusos físicos y mentales. Emily conoce de cerca el trabajo forzado en Las Colonias. Tía Lydia se mantiene severa, aunque nos muestran pequeñas pizcas de humanidad en su ser.
Y qué decir de los Waterford, una pareja de poder que es la que mostró el mayor dinamismo en esta temporada. Sobre todo Serena Joy, interpretada por una magnífica Yvonne Strahovski (¡merece el Emmy para ya!).
Esta mujer tiene unos cambios abruptos de personalidad que son manejados con firmeza por esta actriz. El problema es que precisamente esos cambios son motivo para confundir a los espectadores, la convierten en un personaje que no termina de definirse. En dos temporadas algo así es demasiado.
De querer castigar de la peor forma posible a June por su rebeldía y traición; pasa a empatizar con ella, luego a volver a odiarla y finalmente tener un momento especial casi de hermanas. De igual forma es interesante cómo ha cambiado su posición ante los mandatos autoritarios de Gilead, lugar que ella misma ayudó a fundar.
Elisabeth Moss como siempre se luce, sobre todo que tiene la cámara encima de ella casi un 70% de la serie. También ahí hago observación, este show debe dedicar más tiempo a explorar historias alternas, como Canadá con Moira y Luke. Y no solo ellos como personajes, sino como una ventana a qué hay más allá del régimen «gileadiano».
En conclusión
Esta serie tiene potencial para grandes cosas. Pero con ese divisivo final de temporada; con la decisión tomada por una June cuya motivación interna cambia como la marea, el panorama es incierto.
El cuento es de una mujer denigrada que tiene que ir tejiendo su triunfo con inteligencia y estrategia. Sin embargo estamos ante una mujer que desaprovecha oportunidades demasiado seguido. A ver si resurge y planea una rebelión interna y efectiva desde Gilead.