De vez en cuando se encuentran gratas sorpresas en el catálogo de Netflix. A pesar de una inconsistente campaña para publicitar sus nuevas producciones, con el inicio del nuevo mes llega Russian Doll, una serie que sí es 100% original de la plataforma de streaming y que es tan cautivadora y original como su título.
Un relato sobre moralidad y mortalidad
Como si se tratara de la hija de Andrew Dice Clay y la protagonista de Brave, llega una serie protagonizada por Nadia (Natasha Lyonne), una pelirroja malhablada, fumadora empedernida y dueña de varios excesos que llega a la noche de su cumpleaños 36. Su incondicional amiga Maxine (Greta Lee) le organizó una fiesta en su apartamento, pero la protagonista está más preocupada porque no encuentra a su compañero de vida, su gato Oatmeal (Avena), y por ello se le ve distraída en lugar de estar disfrutando con sus amigos.
Al poco tiempo sale de la fiesta con una conquista masculina, pero a mitad de la noche decide ir por cigarrillos. Mientras recorre las calles de Nueva York alcanza a vislumbrar a Oatmeal, por lo que cruza la calle desprevenida y muere atropellada por un taxi. Los días de Nadia Vulvokov llegan a su fin, pero apenas van nueve minutos del primer episodio. Acto seguido, regresamos a Nadia, en el momento exacto en el que comenzó la serie y todo luce muy familiar hasta que vuelve a morir.
¿Se habrá vuelto loca? ¿Realmente murió? ¿Será posible escapar del bucle? Son muchas las interrogantes a partir del instante en el que la trama se establece. Russian Doll, a diferencia de otras producciones que tocan temas similares, sabe esquivar las comparaciones y los clichés desde el principio.
Algo de comedia negra por aquí y allá
Bajo estos parámetros, nos damos cuenta de que el personaje de Nadia, que es una programadora de videojuegos, se encuentra en un loop letal en el que morirá infinidad de veces. A partir de ese momento, la veremos en un accidente tras otro -que terminará en una nueva muerte-, mientras la acompañamos en la búsqueda del significado de lo que está viviendo. La historia tomará giros más apetecibles e impredecibles que provocarán que queramos llegar al fondo del asunto lo más rápido posible.
Russian Doll se acerca más a la comedia negra y encuentra su identidad desde el arranque, especialmente gracias al magnético y entregadísimo desenvolvimiento de Natasha Lyonne quien hace de víctima, detective y femme fatale; ella transmite la imagen de mujer libre y consciente de sus actos con una fuerza y brillantez que no se había visto de esta forma antes en la pantalla chica.
Es la maravillosa trinidad conformada por Lyonne, Amy Poehler y Leslye Headland la que dota de gran calidad al relato. Estas tres mujeres actúan como creadoras, guionistas y directoras, aunque en este último rol no participó Poehler. Que ellas sean las mentes creativas detrás de Russian Doll facilita que se realce el mensaje y vaya por el camino que debe ir.
La serie sabe moverse más por los terrenos de cine independiente y ciencia ficción, además de que su formato de corta duración, con ocho episodios de media hora, es perfecto para cualquier consumidor, sobre todo al no tener que pasar tantas horas pegado a un dispositivo para saber cómo termina la historia.
Una aventura gratificante en cada episodio
Aunque se trate mucho sobre la mortalidad y de vez en cuando se vaya un poco por la temática espiritual, es indudable que también habla de la moral de los seres humanos. A la vez que conocemos a su protagonista, formamos parte de un viaje introspectivo en el que pasa de ser un personaje sin rumbo, con una lucha interior notoria a cada momento, a ser alguien más consciente del daño que puede causar a otras personas hasta con sus palabras; además de darse cuenta de que el estilo de vida que lleva no es el más idóneo para ella.
A fin de cuentas, lo que podrá parecer una sitcom cualquiera, en realidad es una apuesta desenfrenada, colorida y melancólica a la vez, en un mundo que se asemeja a la atmósfera de novela gráfica con una estupenda fotografía y sección musical que encajan en un todo que está perfectamente ejecutado. Russian Doll es atrapante y gratificante: una de las sorpresas del año en Netflix de la que todos deberíamos estar hablando.