Uno de los desafíos del cine uruguayo es evitar caer en lugares comunes; es por eso una propuesta que arriesga tanto merece ser tenida en cuenta.
El primer estreno totalmente uruguayo del año aparece en la grilla comercial con una propuesta tan inusual como intensa.
Tal como lo adelantamos en una entrada anterior que puedes leer aquí, sus directores se refieren a ella como la primer película «canarioxploitation» por su manejo de humor negro y fuerte contenido violento.
A lo largo de los poco más de 70 minutos de duración que tiene, dos o tres veces nos sorprendimos buscando en nuestros asientos la comodidad que no encontraban nuestros ojos en la pantalla.
Algunos desnudos, humor escatológico, violencia extrema y enredos impensados constituyen los ingredientes de esta producción que cuenta un conjunto de historias paralelas que se cruzan en distintos puntos de la trama.
La atmósfera típica de ciudad del interior que tiene San José de Mayo impregna los escenarios de la película. De allí provienen tanto sus directores como el escritor de la novela en la que se basa la película, y allí se realizó la mayor parte del rodaje. Además, la mayor parte del rodaje se hizo en esta ciudad, usando gran variedad de locaciones.
La película logra bien dos cosas: la construcción de los personajes principales y la trama.
El enredo de decisiones y equivocaciones de sus personajes la hace decididamente una noche que no se repite.
Aunque los personajes principales son bastante bien desarrollados, de la mayoría se sabe poco y nada. Tal vez por falta de tiempo, o tal vez por decisión de los directores. Y es que algunas apariciones repentinas funcionan bien aportando desorden a una historia ya bastante caótica. Sin embargo, no hay buen desarrollo de los personajes femeninos, que toman roles secundarios. Este es un elemento (quizá propio del material de origen), que podría haberle sumado aristas a esta red tan compleja.
El contraste entre escenarios cotidianos y pacíficos, con otros dantescos y viscerales, aporta al caos general que reina los sucesos.
Las actuaciones son muy buenas en general, aunque algunos personajes no permiten demasiado trabajo de parte de quién los interpreta. Pero sin duda, Ernesto Pérez carga con el mayor peso interpretativo encarnando a un sicario de apellido «Olveira». En su composición del personaje, Pérez emplea una forma de hablar muy genuina y diferente.
Cabe resaltar la valentía de los actores más jóvenes, que se atreven a escenas muy expuestas.
Un gran acierto son las tomas y los encuadres, tanto, que en algunas secuencias logran sustituir a los diálogos. Así es que en lo visual radica la mayor parte de la comunicación que establece la película con el espectador.
Como punto no tan fuerte está el sonido, que por momentos deja al espectador preguntándose qué han dicho los personajes.
Su duración de poco más de una hora es un aspecto bueno y malo a la vez. Puede parecer corta, pero su dinamismo logra mantener la atención del espectador evitando caer en escenas de relleno.
En síntesis, una propuesta adulta, intensa, con una ambientación urbano rural ya común en las realizaciones uruguayas, que puede tomar por sorpresa a algún espectador desprevenido.