¿Cómo Verónica Castro revolucionó el cine y la TV en México?

Para celebrar su homenaje al GIFF, les contamos cómo Verónica Castro revolucionó el cine y la televisión mexicana.

Durante más de cinco décadas, Verónica Castro ha sido uno de los rostros más reconocibles y queridos del entretenimiento en México. Su presencia en la televisión, la música, el teatro y el cine ha marcado generaciones enteras. Sin embargo, en la conversación sobre los grandes íconos del cine nacional, su nombre rara vez encabeza las listas. Esta omisión es injusta no solo por su impacto mediático, sino por cómo su figura transformó las reglas de juego en la industria, desafiando estereotipos, estructuras de poder y las fronteras entre géneros audiovisuales.

A lo largo de su carrera, Verónica Castro no solo fue actriz: fue empresaria, productora, directora de casting, artista visual y visionaria del entretenimiento. En una reciente masterclass, la artista reflexionó sobre su papel detrás de cámaras y confesó que, a pesar de la imagen que se tenía de ella como una figura frívola o únicamente comercial.

Su narrativa revela una historia de resistencia silenciosa: en un contexto profundamente patriarcal y misógino como el del cine mexicano de los años 70 y 80, Castro se convirtió en una figura de poder, aunque rara vez se le reconociera públicamente como tal. Más allá de ser la estrella, se convirtió en una arquitecta de su propio destino artístico y comercial. Y con ello, abrió la puerta para que otras mujeres pudieran imaginarse no solo frente a cámara, sino al mando de sus propias narrativas.

Diversificarse: la clave del éxito de Verónica Castro

Una de las declaraciones más potentes de Verónica en su masterclass fue su controversial inicio en los reflectores, pues hizo un desnudo para El Arte de Engañar de Carlos Taboada.

Y es que realmente la actriz no disfrutó hacer su desnudo y no le gustó ser estereotipada por eso. «Dejé pasar mucho cine porque no quería hacer eso» sentenció.

Y es que a pesar de que sus telenovelas como Los ricos también lloran o Rosa salvaje la llevaron al estrellato internacional, fue en el cine donde experimentó con el lenguaje, los personajes y los temas que realmente la motivaban.

Desde películas de culto como El niño y el papa (1987) hasta comedias populares como ¡Ansiedad! o dramas como Chiquita pero picosa, Castro exploró todos los registros del cine popular mexicano, muchas veces financiando o impulsando los proyectos desde su propio bolsillo. Para ella, el cine fue una forma de expresión artística, y su elección de historias no respondía a las tendencias del momento, sino a una necesidad interna: representar las contradicciones de la mujer mexicana moderna.

Además, su sensibilidad visual siempre estuvo presente. Como ella misma lo dice: “Yo siempre fui artista visual. Estudié en Bellas Artes, pintaba. Cuando actuaba, pensaba en la luz, en el encuadre, en la atmósfera que queríamos crear.” Esta mirada le permitió dotar a sus películas de una identidad estética que, si bien pasaba desapercibida para la crítica, era reconocida por el público. En una época donde el cine mexicano buscaba desesperadamente legitimidad a través del realismo crudo o el discurso político, Castro apostó por una estética emocional, femenina y que la llevó al estrellato.

Verónica Castro

Empujando el poder femenino en el cine

Una parte crucial de su revolución fue el poder económico y simbólico que acumuló sin depender del sistema de financiamiento tradicional. En lugar de buscar apoyos gubernamentales o productores de renombre, Castro armó su propia estructura de producción. A menudo se encargaba del casting, del diseño de producción, de negociar con televisoras y hasta de editar algunas escenas.

Pero Castro lo hizo desde dentro, sin moverse de México, sin renunciar al acento ni a las raíces, en un sistema que no valoraba a las actrices una vez pasaban los 35 años. Y sin embargo, ella seguía llenando salas, liderando proyectos, marcando agenda.

 Su historia obliga a reescribir la narrativa del cine mexicano desde el margen: no solo desde los grandes festivales, sino desde los sets improvisados en estudios de televisión, desde los rodajes guerrilla, desde los melodramas y las películas para toda la familia.

Verónica Castro
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Madame X: El proyecto pendiente de Verónica Castro

Hoy, a sus más de 70 años, Verónica Castro no se ha retirado. Todo lo contrario. Según reveló su hijo Michel Castro, la actriz está interesada en una misteriosa producción llamada Madame X, un proyecto que busca regresar al cine con una propuesta que “mezcle el thriller, el erotismo, y una narrativa de misterio centrada en una mujer poderosa.”

Aunque los detalles del guion se mantienen en secreto, lo que sí está claro es que Verónica no quiere volver a los reflectores para interpretar una abuelita tierna o una figura secundaria. En sus palabras: “Quiero una historia que diga algo, que rete a las mujeres de mi edad a seguir soñando.”

Esa ambición no es nueva. Pero ahora, en un contexto donde el cine mexicano aún sigue luchando por encontrar nuevos modelos de representación femenina y de autoría femenina, el regreso de Verónica Castro podría ser una pieza clave para revalorar el cine popular como espacio de resistencia y creación.

Verónica Castro no solo fue un ícono pop: fue una revolucionaria discreta, una autora disfrazada de estrella, una productora que nunca pidió permiso para contar las historias que le importaban. Su legado en el cine mexicano exige una relectura urgente, no desde el elitismo cultural, sino desde la historia viva de una industria que la necesitó para evolucionar.

Hoy, más que nunca, su historia resuena como una advertencia y una inspiración: el cine también es de las mujeres que lo construyen con las uñas, con el alma y con la mirada encendida.

Verónica Castro
Foto: UnoTV