Tras la contingencia actual la forma de consumir y realizar cine no volverá a ser la misma: ¿qué cambios se suscitarán en la industria del séptimo arte?
Mythic Quest: Raven’s Banque es una serie original de Apple TV+ que sigue las peripecias experimentadas por un grupo de personas dentro de la industria de los videojuegos. El resultado que entrega es irregular, y por muchos momentos parece ser un lavado de imagen a las controversias de abuso laboral denunciadas por el personal de Ubisoft.
Sin embargo, dentro de la amplia variedad de temáticas contemporáneas que aborda su historia y son necesarias debatir, hoy quisiera centrarme en el último episodio de la primera temporada, el cual se encuentra filmado en su totalidad desde la cuarentena. Situación que hizo preguntarme: ¿hacia dónde va el cine? ¿qué formas de distribución/consumo del mismo se asentarán y que otras quedarán relegadas? Y ¿cómo esto transformará la manera de contar historias?
¿Crónica de una muerte anunciada?
En el ensayo The Impact of COVID -19 on the Movie / Theater Industry, el analista estadunidense Matthew Ball, realiza una afirmación contundente en base a datos recabados de la industria de su país: la asistencia a las salas de cine lleva 20 años decreciendo y en 2019 alcanzó su punto más bajo, con un promedio de 3.5 asistencias per cápita.
Según el mismo autor, históricamente ninguna tendencia a la baja se ha extendido cerca de los 50 años, pero cuando se estabilice el promedio se habrá recrudecido hasta estar por debajo de los 3 boletos por persona. Destacando que la mayor parte de las pérdidas en asistencia provienen de los grupos demográficos más jóvenes. Quienes además de preferir el consumo digital en cuanto a series y películas se refiere, han redistribuido la mayor parte de su tiempo de consumo hacía las apps y videojuegos. Situación que llevó al CEO de Netflix a declarar lo siguiente: “Le tengo más miedo a Fornite y Youtube que a Disney y Amazon. Cuando Youtube se cayó en Abril, nuestras suscripciones aumentaron.”
Hecho al que debemos sumar el constante incremento en el costo de las producciones fílmicas y su campaña de marketing, los cuales en su mayoría no han obtenido la recaudación esperada en taquilla, por ejemplo blockbusters como Detective Pikachu esperaban recaudar mil millones de dólares y apenas se acercaron a los 450 millones. Y ni hablar de filmes más “indies” como Booksmart o Rocketman.
Razón por la cual los estudios más grandes en cuanto a producción se refiere:, Disney, Fox, Paramount, Sony, Universal y Warner Bros, ha reducido constantemente el número de películas con corrida en salas, mientras hace quince años realizaban entre 20 y 25 estrenos, en 2019 esa cifra se vio reducida a sólo nueve. Esto nos permite entender el incremento en la apuesta de estas grandes productoras por sus propias plataformas streaming, y el estreno directo de ciertos largometrajes a las mismas.
Esta situación que obviamente ha dejado como gran perdedor a las salas de proyección, quienes a la vez que han percibido menores ganancias, han visto como algunos de sus proveedores continúan fortaleciéndose. Hace 20 años las distribuidoras obtenían el 55% de las ganancias en taquilla, mientras el porcentaje restante se quedaba en los espacios donde la cinta era proyectada. Hoy, Disney, la productora de 8 de los 10 filmes con mayor recaudación económica, demanda el 65% de los ingresos.
Los efectos de la pandemia
Claramente la llegada de la pandemia ha afectado a todos los estudios, sin embargo lo ha hecho en diferentes magnitudes donde las desigualdades no harán más que acrecentarse.
Quizá Disney haya perdido dinero en el marketing de Mulan o Black Widow, pero el impacto en dicha empresa que ya acaparaba el 35% del mercado entre sus diversas franquicias, será completamente distinto al del otros estudios como Paramount o Lionsgate, quienes en conjunto apenas poseían el 12%.
Los títulos ya mencionados de la compañía del ratón, independientemente de la fecha de su estreno, requerirán menos inversión en marketing para su promoción, lo que no afectará tanto sus ganancias.
Caso totalmente contrario con Paramount, quien tendrá que invertir nuevamente en la campaña promocional de A Quiet Place Part II, y reestrenarla en un calendario más competitivo, lo que reducirá los ingresos del mayor estreno del estudio.
Precisamente este reacomodo de los blockbusters ya mencionados -a los que debemos añadir: Fast and Furious 9 y James Bond: No Time to Die– provocará -según el ya citado autor- una monopolización de la taquilla que finiquitará el estreno directo de muchas películas en las plataformas streaming.
Universal Pictures fue el primer estudio en probar con éxito la premier directa en plataformas PVOD (Premium Video On Demand), Trolls II: World Tour recaudó en tres semanas una cantidad mayor a su primera entrega, la cual fue proyectada durante cinco meses en salas.
Esto derivó en el acuerdo entre AMC y Universal Pictures que adelantará la tendencia ya expuesta: cintas que ahora sólo tomarán semanas en llegar al streaming o directamente serán estrenadas allí, de manera que los estudios tengan mayores posibilidades de obtener ganancias por filmes que hubieran fracasado en espacios físicos.
Cada día surgen más ejemplos: la venta de Lovebirds a Netflix por parte de Paramount, Artemis Fowl y Mulan serán lanzados directamente a Disney Plus.
Esto nuevamente será un duro golpe a los espacios de exhibición que han estado meses sin recibir ingresos, lo que ha llevado a la National Association of Theater Opervices, a pedir el apoyo financiero del gobierno, para salvar del cierre masivo a los cines más grandes.
¿Hacía donde va la industria?
Bueno, las plataformas streaming como Netflix continuarán tomando fuerza, si el año pasado su influencia ya era palpable logrando incluir dos de sus producciones en la categoría de Mejor Película en los Oscars, saltándose el estreno exclusivo en salas, ahora su cita en las premiaciones más prestigiosas estará más que asegurada.
La pelea de dichas PVOD se centrará en captar el mayor tiempo posible la economía de la atención de las/os consumidoras/es, quienes posicionan a las películas/series, por debajo de las apps y videojuegos. Mientras las primeras, en promedio son percibidas entre 1-2 horas, cada una de las segundas obtiene 12 horas de atención.
Por ejemplo juegos como Minecraft, Fornite o Grand Theft Auto cuenta con 120 mil millones de usuarios mensuales que generan entre 1-1.5 billones de horas de juego, a las que todavía debemos sumarles entre 100-400 mil millones de horas de visualización de los mismos en Youtube, Twich, etc.
A la vez que el Big Six vislumbra el incremento de su negocio en las suscripciones o rentas online, los ingresos para los espacios de proyección continuarán en caída.
¿Esto significa que la experiencia colectiva de asistir a una sala de cine desaparecerá? NO lo hará, como señala el teórico argentino Carlos Alberto Scolari: “Los medios rara vez desaparecen: suelen adaptarse al nuevo ecosistema para sobrevivir.”
A su vez, Matthew Ball expone que dichas vivencias cada vez se harán más exclusivas: las únicas películas estrenadas en pantalla grande serán aquellas que ofrezcan un espectáculo de tal relevancia cultural que sea imperdible, estilo Avengers Endgame.
Lo que a su vez implicará el aumento en el precio de boletos, presentaciones en IMAX/3D con configuraciones VIP.
¿Cómo cambiarán las narrativas?
Ante tal situación, las/los creadoras/es tienen dos opciones: adaptarse o aferrarse a las viejas normas. El formato de visualización de películas/series esta cambiando le guste o no a Christopher Nolan. La mayoría del consumo referente al séptimo arte a nivel individual y colectivo se ha dado, da y dará en espacios alejados a las salas cinematográficas.
En una conversación suscitada entre el director Denis Villeneuve y Roger Deakins -fotógrafo de algunos de sus filmes-, el cineasta canadiense confesaba que la mayoría de largometrajes que lo influenciaron (como 2001: Una odisea del espacio, Blade Runner o la filmografía de Ingmar Bergman) los vio en una televisión/vhs y aún así tuvieron un impacto masivo en él, por lo que el debate sobre el tamaño de la pantalla le daba un poco igual.
Finalmente lo importante es la historia y las reflexiones surgidas en torno a la misma; y en este sentido aunque las preguntas en esencia sean las mismas que han seguido a la humanidad a lo largo de la historia, el lenguaje cinematográfico se encuentra en un punto de revolución.
Desde hace años, historias como Unfriended, Searching o inclusive Modern Family en su episodio 16 de la sexta temporada, experimentaban la forma en adaptar el horror, thriller o comedia respectivamente, a una narrativa suscitada plenamente a la realidad de nuestras pantallas.
¿Cómo transmitir la psicología de un/a personaje a través del encuadre estático de una webcam? ¿de qué manera se ve afectada la dinámica de las/os protagonistas cuando les separan miles de kilómetros?
Las respuestas en los ejercicios ya mencionados son diversas_ desde las constate reescritura de un mensaje que indica preocupación en Searching, la añoranza expresada en la reproducción de un viejo video en Modern Family, hasta los juegos que nos hemos inventando para soportar el encierro en el último episodio de Mythic Quest.
Claro que esto último no significa que todas las historias futuras serán contadas de esta manera, pero si habla de un fenómeno que como resultado de su contexto trae nuevos discursos a la mesa.
A diferencia de hace años que era necesario tener equipos carísimos y pesados para filmar, ahora es posible realizar cine desde la cámara de un teléfono y la comodidad del hogar: Oso Polar, Tangerine o los cortometrajes recopilados por Netflix son algunos ejemplos.
Este año ya se realizó un festival de cortometrajes hechos en Tik Tok y plataformas como Quibi apuestan por producciones audiovisuales exclusivas para el consumo en el teléfono y bajo una duración menor a los 15 minutos.
Lo anterior nos permite hablar de una posible democratización del arte, claro que en un país como México estos cambios aún tardarán años, además que debemos tomar en cuenta que según datos del INEGI sólo el 65.8% de la población cuenta con acceso a internet, por lo que será importante preguntarse y tomar acciones que acerquen dichas revoluciones al 34.2% restante.
Las/os mismas/os cineastas nacionales se encuentran ante una oportunidad única de que sus historias sean más accesibles al público, como sucedió con el estreno de Ya No Estoy Aquí en Netflix. Evitando que su mensaje se quede anclado en zonas muy especificas del país a las que sea difícil acceder.
La pandemia nos ha posicionado ante un punto de inflexión a nivel de acceso y construcción de narrativas, que estamos y continuaremos experimentando.