En los últimos años, el cine ha buscado diversificar las historias que retrata, pero pocas películas logran capturar la esencia del primer amor con tanta honestidad y delicadeza como Young Hearts. Dirigida por Anthony Schatteman y distribuida por Cine Canibal.
La cinta se ha convertido en un fenómeno global: ha llegado a más de 80 países y ha abierto conversaciones importantes en familias y escuelas sobre identidad, aceptación y comunicación.
Young Hearts narra la historia de Elías y Alexander, dos adolescentes que descubren sentimientos nuevos en medio de la inocencia y la confusión propia de la preadolescencia. Lejos de los clichés y de las narrativas sobre sexualización precoz, la película propone algo diferente: mostrar que el amor, en su estado más puro, no entiende de etiquetas ni de estructuras rígidas.
Para Schatteman, esta historia no es solo ficción, sino también una extensión de su propia experiencia personal. “Cuando era joven, mi padre siempre hablaba de mi novia y la novia de mi hermano, y no se dio cuenta de que yo era gay. Todo lo que decía era como un cuchillo en mi corazón, aunque no lo quisiera decir así”, confesó el director en entrevista. Ese silencio lo marcó, y hoy busca que su cine rompa esas barreras.

Young Hearts: ¿Cómo hacer cine sin etiquetas ni prejuicios?
Desde el inicio, Schatteman supo que quería contar una historia que representara el primer amor sin caer en la mirada adultocentrista o sexualizada. “Para mí era muy importante enfocarme en el amor, no en la ilusión o el sexo. Necesitaba encontrar la edad correcta, la etapa en la que todo sigue siendo inocente, pero donde empiezas a tener esos primeros sentimientos”, explicó.
Este enfoque trajo consigo uno de los debates más intensos en torno a Young Hearts: ¿es adecuado mostrar afecto entre niños del mismo sexo en pantalla? La respuesta del director fue clara y directa:
“Si piensas en sexo cuando ves esta película, entonces el problema está en ti. Para mí, es una representación de libertad. Si la gente ve algo más, revela sus propios prejuicios.”
El objetivo de Schatteman nunca fue generar polémica, sino abrir espacio a la conversación. “Muchos decían que no podíamos mostrar a los niños besándose o nadando juntos. Pero, ¿por qué no? ¿Por qué algo tan inocente debería interpretarse como algo más?”, cuestionó.
La selección del elenco fue clave para sostener esta visión. El director revisó más de 1,500 audiciones antes de encontrar a Marius, quien interpreta a Alexander, y a Lu, su contraparte. “Tenían que transmitir esa química pura, eléctrica, sin que nadie pensara en otra cosa. Si hubieran sido un año mayores, la película habría sido completamente distinta”, señaló.
Además, la relación entre los personajes no nació cerrada en el guion. Durante el rodaje, Schatteman tomó una decisión que cambió el rumbo de la historia:
“El primer día pensé que sería mejor que Alexander tuviera novia. No porque quisiera forzar nada, sino porque así ocurre en la vida: los primeros sentimientos son confusos, intensos, pero no definitivos. No son el amor de tu vida, son tus primeras caídas y aprendizajes.”
Anthony Schatterman, Fuera de Foco
Con esta dinámica, el director construyó una narrativa que no solo explora la atracción entre dos chicos, sino que también refleja la complejidad de crecer en un mundo lleno de expectativas ajenas. Como explica: “Cuando eres joven, no sabes cómo funciona nada. Y quería mostrar a los niños que van a tropezar, pero si se levantan, se encontrarán a sí mismos.”

Rompiendo el silencio y cambiando el cine
El trasfondo de Young Hearts está marcado por la historia personal de Schatteman. Creció en una familia amorosa, pero atrapada en el silencio sobre temas esenciales. “Mi madre evitaba los conflictos, mi padre era famoso y temía cómo reaccionaría la gente si yo salía del clóset. Yo solo quería ser un chico normal, sin que toda la atención estuviera en mí”, recordó.
Ese silencio lo llevó a sentirse solo durante años, algo que quiere evitar para las nuevas generaciones. “Hice esta película para mostrar a los niños que está bien ser quienes son, y para decirles a las familias que hablen, que no se cierren a estas conversaciones. Es tan fácil no hablar de cosas importantes, pero las consecuencias son enormes”, aseguró.
Más allá del aspecto íntimo, Schatteman ve la representación como una deuda pendiente en el cine infantil y juvenil:
“Todos los filmes que veía eran sobre un hombre y una mujer. Incluso hoy, aunque la gente diga que ser gay es normal, ¿por qué cada comercial muestra a una pareja heterosexual? Si fuera normal, habría un 50% de representación, pero no estamos allí todavía.”
Anthony Schatteman, Fuera de Foco
Esa reflexión convierte a Young Hearts en un filme necesario. Para el director, su obra no busca imponer una agenda, sino normalizar lo que debería ser cotidiano: la diversidad en todas sus formas. “Espero que historias como esta sigan existiendo hasta que llegue el día en que no sean vistas como excepcionales”, afirmó.
El impacto ha sido tangible. La película ha recorrido más de 80 países, y Schatteman comparte que ha recibido mensajes inesperados: “Muchos padres me agradecen porque, después de ver el film, se arrepienten de cómo reaccionaron cuando sus hijos salieron del clóset. Incluso abuelos me dicen que les recordó a su primera amistad, esa que nunca se atrevieron a nombrar como amor.”
La conversación no se limita a la pantalla: Young Hearts está siendo proyectada en escuelas, utilizada como herramienta para fomentar la empatía y abrir el diálogo sobre identidad. “Para mí, eso es lo más importante: que la película no solo entretenga, sino que conecte y ayude a que la gente se hable”, concluyó Schatteman.
Young Hearts no es solo una película; es un manifiesto sobre la importancia de la comunicación, la libertad y la representación. Con una mirada delicada pero firme, Anthony Schatteman desafía prejuicios y responde a las críticas con una verdad incómoda: el problema no está en la historia, sino en quienes se niegan a verla desde la inocencia.
En un mundo donde la diversidad aún se vive con resistencia, películas como esta se vuelven imprescindibles. No para crear polémica, sino para recordarnos que el amor —el primero, el más puro— merece ser contado en todas sus formas.
