La adaptación de Los Inocentes de Oswaldo Reynoso no solo es un homenaje a una de las obras más transgresoras de la literatura peruana, sino también una poderosa declaración cinematográfica sobre la identidad, el deseo y la violencia internalizada en la juventud masculina.
Dirigida por Germán Tejada, esta ópera prima plantea una exploración incómoda pero necesaria: ¿qué pasa cuando los hombres se enfrentan a sus propios deseos y frustraciones en sociedades que nunca les enseñaron a sentir?
En Fuera de Foco, platicamos con Tejada sobre la filosofía de la película y la construcción de una nueva masculinidad en la ficción.

Los Inocentes: redefiniendo la masculinidad
«Estamos en un fenómeno bien particular en el que parece que estuviésemos retrocediendo«, advierte Tejada, al explicar por qué decidió llevar a la pantalla grande una historia escrita hace más de medio siglo.
Para él, el aparente avance en derechos y representación LGBTQ+ en América Latina es solo superficial.
«En realidad lo que yo creo es que es un grupo muy reducido y privilegiado el que manifiesta esta apertura. La mayoría de nuestras sociedades sigue siendo muy conservadora.»
Germán Tejada, Fuera de Foco
Una de las decisiones más audaces de Tejada al adaptar Los Inocentes fue profundizar en una línea narrativa apenas insinuada en la novela: la ambigüedad sexual del protagonista.
En el capítulo original de «Cara de Ángel», Reynoso menciona apenas una vez a un “yoni”, un personaje que observa con deseo. Tejada toma esa mínima pista y construye a partir de ahí toda una nueva lectura del despertar sexual.
«Yo ahí sentí que había como la posibilidad de generar una apertura más grande«, explica.
“Agarramos a este personaje que es mencionado una vez en el libro y lo volvemos casi principal, como el que lleva también la otra línea narrativa.”
Germán Tejada, Fuera de Foco
A través de esa relación —cercana, ambigua, íntima— Tejada explora lo que él llama una “pulsión sexual bisexual que todos tenemos”.
Más allá de representar una simple relación homoerótica, la película desmenuza las represiones, dudas y contradicciones que surgen durante la adolescencia, sobre todo en contextos donde la masculinidad tóxica dicta que un hombre debe ser invulnerable
. “Lo mal que nos han enseñado a ser hombres… todavía no nos hemos detenido lo suficiente para observarnos”, reflexiona el director. “Hemos vivido una masculinidad súper oprimida. Y desde ahí surge también la necesidad de hacer esta película.”
La línea narrativa onírica, particularmente visible en escenas como la de la playa, se convierte en un vehículo para hablar del deseo reprimido y los miedos internos.
“En los sueños uno se permite muchas cosas, se manifiesta el inconsciente”, explica.
“Estas pesadillas que él tiene comienzan a cobrar vida. Creo que fue la forma que encontré para meter estas imágenes que son bastante más duras… el sueño te lo permite.”

Jóvenes reales, emociones verdaderas
Para capturar la verdad emocional de los personajes, Tejada optó por un proceso de casting poco convencional.
En lugar de actores profesionales, buscó a jóvenes en barrios, talleres de teatro comunitarios y pequeñas tribus urbanas. “Hicimos una preselección de 35 chicos con los que trabajamos un taller de tres meses”, recuerda.
Durante ese tiempo, no se les pidió memorizar un guion. Más bien, exploraron sus propias experiencias: las represiones, las emociones, la búsqueda de identidad.
“Lo que se trabajó fue la búsqueda de la verdad, de la presencia, del poder de la mirada y los procesos internos.
Ellos lo estaban viviendo. Había mucha verdad porque se sentían identificados. Tocamos temas que ni ellos mismos se habían preguntado.”
Germán Tejada, Fuera de Foco
El resultado es una película cruda y visceral, donde el enojo de los personajes masculinos se va cocinando a fuego lento. Una rabia que, en palabras de Tejada, nace de la pérdida de la inocencia:
“La realidad molesta, crecer duele, te enojas… y vas perdiendo la inocencia. Y sobre todo cuando tus padres o tu contexto es así de duro.” confesó.
Ese enojo, tan presente en las interacciones entre los personajes, también representa una denuncia.
“No todos tienen la suerte de nacer en familias progre o con mucha aceptación. Esta es una representación mucho más masiva de las juventudes latinoamericanas, de lo dura que es la calle, y también lo dura que es para los hombres.”
Después de cinco años de trabajo, Tejada ve esta película como algo más que una adaptación.
“Es un homenaje a esa etapa de mi vida, a un gran escritor como Oswaldo Reynoso, y una herramienta para movilizar a los jóvenes”, dice.
Aunque sueña con que Los Inocentes recorra festivales, su verdadero deseo es que la película “se vea lo más masivamente posible”, especialmente en México, Perú y el resto de Latinoamérica. “Quiero que incomode a quienes tenga que incomodar, que cuestione.”
Con Los Inocentes, Germán Tejada no solo hace historia al adaptar por primera vez una novela emblemática, sino que pone el dedo en una herida abierta en toda la región: la violencia silenciosa de una masculinidad que evoluciona muy lentamente.
