Titane es una historia que nos recuerda que el buen cine todavía existe, y que una visión honesta es lo único que salvará a la industria.
Titane es una película rara. No le importan los juicios morales que la audiencia pueda hacer sobre ella o sobre su excéntrica protagonista, Alexia/Adrien (Agathe Rousselle), una asesina que burla la ley usurpando la identidad de un joven que lleva perdido más de 20 años y cuyo padre está obsesionado con volver a ver. Tampoco le importa incomodar con su gráfico y violento uso del horror corporal (body horror), ni los intensos cuestionamientos morales que provocan las interacciones de sus personajes. Lo que le importa es mostrar los más bajos instintos del cuerpo para sacar a relucir en pantalla la verdadera naturaleza humana.
Esa es la visión que caracteriza el cine de Julia Ducurnau, la cineasta que en 2016 nos sorprendió con el intenso despertar sexual de una caníbal en Voraz, e hizo historia en 2021 al convertirse en la segunda mujer en la historia en ganar una Palma de Oro. Darle una oportunidad a una película como Titane parece algo muy difícil en estas épocas, pero es una muestra de que Ducurnau es una de las cineastas más revolucionarias que trabaja actualmente en la industria.
Una Película que te Reta
Y es que Titane es tan honesta que es imposible no quedar cautivado por su extraña historia y la increíble actuación de Agathe Rousselle, quien nos vende a una mujer con filias muy particulares por los autos como una despiadada misántropa, pero que de cierta manera va encontrando su humanidad y las ganas de tener conexiones significativas fingiendo ser alguien más, lo cual nos lleva por un intrincado camino en donde no sabemos si horrorizarnos, o sentirnos bien por la historia de dos almas rotas que encuentran su hogar en los rincones más oscuros.
La película es dolorosa y despiadada con su protagonista, cuyo cuerpo se transforma constantemente, simbolizando también su transformación moral. La forma en la que Ducurnau mezcla la ciencia ficción con una representación tan cruda de sus personajes, hace que en un momento Titane se sienta como un cuento de realismo mágico, el cual aprovecha también para explorar la fluidez de género, la moralidad de las relaciones, las segundas oportunidades, y el amor.
Eso no quiere decir que sea una película para todo público, quien entre a ver Titane esperando una historia convencional probablemente se lleve una muy mala sorpresa. Ducurnau le pide a la audiencia que vea más allá de la sangre, la automutilación y los reprochables actos de sus protagonistas, para de verdad explorar qué puede motivar a una persona a cambiar, y si personas tan dañadas pueden encontrar la paz.
La Esperanza del Cine
Además, la película va cobrando más sentido después de dejarla reposar en tu cabeza y al leer sobre las inspiraciones de la directora al momento de crear su historia, pues habla de una precisión y una visión muy específica, muy clara y también muy interesante, como cuando le comentó a Film Connect que lo que buscaba era escapar de la visión de la cámara para capturar un sentimiento nuevo:
“Todas las miradas, la masculina, la femenina, están influidas por constructos sociales, pero el deseo escapa de eso. Para mí, el deseo es la libertad, y ambos personajes, a través del deseo de amarse, encuentran la libertad que va más allá de cualquier identidad de género o filosofía”.
Retar de esa manera a la audiencia para ofrecer una exploración diferente sobre lo que nos vuelve humanos y lo que nos permite amar, es algo revolucionario en un mundo obsesionado con blockbusters y el streaming, que cada vez más vuelven la experiencia de ver y disfrutar el arte audiovisual en una carrera contra el tiempo. Ya que Titane nos recuerda que todavía puede haber filmes que se queden con nosotros durante un buen tiempo, que nos reta a discutir sus temáticas, a conocer a sus personajes, y que nos hace sentir.
Voces como las de Julia Ducurnau son lo que necesitamos para de verdad salvar al cine.