¡Llega navidad¡ cargando con su consumismo, sensibilización, una que otra golosina y, por supuesto, el eterno cliché navideño en las películas de temporada.
Milagro en la calle 34, Home Alone y hasta El Grinch, son cintas con enfoques narrativos diferentes. Un niño olvidado en casa por una familia desorganizada y disfuncional, una niña que desea un padre para navidad, una criatura amargada que odia a la humanidad. ¿Qué tienen en común? Personajes cuyas vidas se transforman milagrosamente gracias al espíritu navideño.
Pero la verdadera pregunta es ¿Qué hace que las películas navideñas sean tan vistas a pesar de su fórmula repetitiva? ¿Cuál es el poder del cliché navideño?
Consumir emociones
La época navideña es declarada tiempo de reflexión y unión. Inicialmente por la cultura cristiana, y ahora también por la mercadotecnia y la publicidad.
Se consumen películas, adornos, música, pavo. Pero lo que más se consume es la idea de la felicidad.
Recuerda un poco a lo que William Davies menciona en su libro La industria de la Felicidad, que describe un mundo que capitaliza los sentimientos, donde el gobierno, los medios de comunicación y las grandes empresas venden la idea de una felicidad irreal.
Representan un estado perpetuo de alegría al que se debe aspirar, pero la única manera de hacerlo es consumiendo. Así, nos invitan a probar actividades que nos prometen alcanzar esta felicidad, como el couching, o bien, normalizan la automedicación con el propósito de mantenernos productivos y contentos.
Trasladándolo al contexto de la época navideña, la imagen de una cena espléndida, adornos y regalos, tienen la intención de mostrarnos el camino hacia un falso bienestar, uno fugaz que no tiene como objetivo la plenitud y la salud permanente, sino sacarnos temporalmente de un estado de depresión o apatía para que volvamos a ser productivos.
Aquí, es necesario mencionar a la figura más grande de la navidad: Santa Claus. Aunque la figura de San Nicolás es antigua, se sabe que la compañía refresquera Coca-Cola lo usó por primera vez como publicidad y lo redefinió marcando a toda una generación: Se le dio un carácter más amable, lo institucionalizó con el color rojo, aumentó su peso corporal, dando un personaje con apariencia bonachona.
En pocas palabras, se puede decir que la publicidad ha creado un personaje: la misma navidad, que carga sobre sus hombros la misma idea falsa de felicidad que Davies mencionaba. La idea de la familia reunida a la mesa con gloriosas cantidades de comida, los niños jugando bajo el árbol, la idea de que un espíritu navideño llegará a resolver nuestros problemas y por supuesto, un hombre gordo y barbón que carga con elementos más que significativos de lo que parece; todo al mismo tiempo.
Y esta imagen se explota mucho más en el cine navideño.
El Cliché del Cine Navideño
Por ejemplo, ¡Qué bello es Vivir! (1946), abunda en el truncamiento de los sueños a causa del capitalismo y de cómo al final, lo único que termina importando en la vida de un hombre al borde del suicidio es la bondad y la unión entre sus seres queridos.
Mi Pobre Angelito (Home Alone, 1990), cuyo final también implica redención por parte de Kevin, un niño travieso en busca de atención que fue olvidado por su familia en casa durante vísperas de navidad; encontramos también el perdón familiar y el amor en una familia disfuncional.
No puedo omitir mencionar El regalo prometido (1996), que narra la historia de dos padres que luchan por encontrar el obsequio predilecto de sus niños, la cinta muestra un claro panorama de la dependencia emocional con el consumismo, convirtiéndola en la más grande expresión de amor durante casi toda la película y rematando con un final donde al pequeño no parece importarle el regalo.
El Expreso Polar (2004), que relaciona toda la festividad con el cambio y la rápida resolución de problemas emocionales en un montón niños que viajan en un tren hacia el polo norte para conocer a Santa, o Santa Clausula (1994), donde un padre sustituye a Santa para salvar la navidad de su hijo. Todas estas cintas ofrecen un panorama de redención, unión y renovación gracias al poder del espíritu navideño.
¿Y los otros clichés?
La navidad no es el único cliché en la narrativa, tenemos cintas de acción, amor, terror etc, que tienden a repetir las mismas fórmulas en sus películas. El mismo Disney ha pasado por distintas etapas en el enfoque de sus historias y el ciclo siempre es el mismo: una fórmula tiene éxito y se repite hasta que el consumidor se cansa, alguien intenta con una estrategia diferente y el ciclo vuelve a comenzar.
Las películas de amor caen cómodamente en el 14 de febrero, y Halloween usa el género del horror. Entonces, ¿a qué se debe el poder del cliché navideño? Hay dos posibles explicaciones: primero, las cintas de navidad usan elementos francamente generales. Construye la ya mencionada utopía e idealiza la felicidad, utiliza elementos culturales, como los valores familiares, los lazos de amistad, los recuerdos de la infancia, etc.
Y segundo: las cintas de romance y terror están ligadas a un género y no a una festividad, el horror y el amor son sentimientos universales que no necesariamente deben ser contextualizados en un día especial, cosa que no sucede con las películas navideñas.
Home Alone no impacta de la misma forma en diciembre que en febrero, en cambio ver El Conjuro (2013) o Diario de una Pasión (2004) se adapta perfectamente a cualquier época, lugar e incluso o contexto. En otras festividades, la estructura de los clichés es más flexible, parodiable, puede usar elementos provenientes de distintas culturas para dar otros enfoques.
La estructura de las películas navideñas sólo pueden tomar elementos de la propia festividad.
Klaus: reinventando el cliché navideño
Si bien los clichés navideños siguen siendo muy populares, el problema de repetir una fórmula es que las historias se vuelven predecibles y empiezan a perder identidad. Por eso, cuando aparecen películas diferentes el mundo pierde la cabeza, y aquí, es importante hablar de uno de los aciertos de la animación más grandes de los últimos años: Klaus.
La nueva cinta de Netflix, dirigida por el español Sergio Pablos ha dado mucho de qué hablar, tanto por su técnica de animación como por su original historia. Klaus no es una película navideña en el sentido estricto, sin embargo utiliza los mismos elementos: el cambio, el milagro y la unión de las personas.
La diferencia reside en que el espíritu navideño no proviene de un elemento milagroso, ni de un Santa Claus mágico, un duende o un deseo de navidad. En este caso el milagro proviene del trabajo. Ver más allá de los paradigmas y actuar diferente dará frutos diferentes. Klaus es una película no-navideña, más navideña que la mayoría. Te dejamos el tráiler:
Aunque es un acto puro de mercadotecnia, la navidad también puede llegar a ser terapéutica por los valores que refuerza, pero es importante hacer conciencia: ¿qué es realmente la felicidad y qué podemos hacer para no caer en un estado de persecución eterna de la misma?
¡Fuera de Foco les desea a todos una cinéfila Feliz Navidad!