La teoría del Todo
Con el reciente fallecimiento de Stephen Hawking, sin duda una de las personas con discapacidad más conocida y relevante de la historia; me era prácticamente imposible no querer abordar esta película —que confieso aún no había visto— tan pronto como fuera posible. Al conocer por encima su trama, ya que se trata del físico contemporáneo más reconocido; iba con cierta idea en la cabeza: creí que vería la historia de cómo, a causa de una enfermedad incurable destinada a reducir tanto su expectativa como su calidad de vida muy significativamente; la mente brillante y el corazón apasionado del joven Stephen serían encarcelados poco a poco dentro de un cuerpo tan limitado como el querer dar toda una opinión en un solo tweet… y de los antiguos, ¡los de 140 caracteres!
Sin embargo, muy temprano en la película vi que ese sólo era un tema secundario. Sí, es verdad que al principio se nos muestra a un Stephen sumamente activo y carismático, atrevido para intentar conquistar a la mujer que le gustaba y cuyo gran intelecto era sólo una parte de su personalidad; lo cual vemos desaparecer hasta convertirse en una marioneta de la esclerosis lateral amiotrófica. Esto ya me daría mucho para hablar; conozco perfectamente ese sentimiento de estar atrapado en un cuerpo “defectuoso”, de querer hacer tantas cosas y tener que conformarte con… respirar… con vivir. ¿Alguna vez has imaginado el no poder hacer casi nada de lo que realizas en tu día a día? Pues esa es la realidad que vivimos muchas personas en el mundo. ¿Injusto? No lo sé. ¿Difícil? Ni te puedes imaginar cuánto.
Trama
Como lo mencioné, el verdadero tema de la película es su vida amorosa antes y después de la discapacidad. Increíblemente, la mayoría de la historia se cuenta más desde la perspectiva de Jane Wilde. Quien sería su primera esposa, a la cual Stephen conoció en una fiesta universitaria. Aquí llegamos al primer gran punto a tratar; Jane conoció, se enamoró y amó a Stephen antes de que le detectaran la enfermedad que marcaría su vida para siempre.
Diré algo sumamente cruel, pero, descuida, lo justificaré enseguida; dudo mucho que la historia de Jane y Stephen fuera la misma si se hubieran conocido después de que la discapacidad se hiciera claramente presente. Esto no se trata de discriminación; sino del hecho de que un cuerpo con movimientos erráticos, limitado a requerir asistencia para la mayoría de sus necesidades; y cuya voz, en primera instancia, parece difícil de entender; desgraciadamente marca una distancia entre las personas. Haciendo que conocer realmente a quién está detrás de una discapacidad sea algo que muy pocos hagan.
Y es que no hablo por hablar, ¡yo mismo lo he vivido una y otra vez! No, no exagero; hace casi un año unas personas con quienes trabajaba me dijeron que yo era un “paquete muy pesado”; que, básicamente, necesitaba tener los recursos suficientes para contratar a un asistente que se encargara de las tareas físicas pesadas para que así las mujeres no tuvieran miedo de sostener una relación seria conmigo. Hoy en día me sigue pareciendo una visión cruel e injusta, pero terriblemente real. Creo, y me alegro de, que el amor de Jane nació con un Stephen sano; lo ayudó a aceptar el diagnóstico y sobrevivió la transición a la discapacidad.
Por último…
Para no caer en el terreno de los spoilers, la película trata un tema que apuesto a que la mayoría de personas con discapacidad tememos profundamente; el esfuerzo físico de la pareja puede desgastar el amor. No es necesario decir que las excelentes actuaciones de Eddie Redmayne y Felicity Jones retratan perfectamente este aspecto; y se nota cómo algo en Jane se va apagando poco a poco. Pero esto no es una condena para las relaciones con personas que tienen alguna discapacidad, ya que hay que comprender el contexto histórico y tomar en cuenta que ambos cometieron errores.
En un todo, The Theory of Everything me pareció concisa y ambigua; hay temas que tratan con mucho detalle, y otros que sólo dan un paseo por encima, incluso dejando cabos sueltos para la interpretación o investigación del espectador. Sin embargo, el resultado es una película muy disfrutable, con momentos bellos, románticos, visualmente espectaculares, crudos y, sobre todo, con situaciones que te dejarán más de una lección de vida.