The King’s Speech

Ganadora del Oscar como mejor película en el 2011.

El príncipe Alberto deberá enfrentarse a sus máximos miedos el mismo día: asumir el trono como Rey y hablar en vivo frente a toda la nación.

Me gustan las historias donde nos muestran que todos podemos padecer de los mismos males, sin importar nuestra posición social.

Porque, ¿quién se iba a imaginar que un príncipe, alguien criado para esperar solo cosas grandes en su vida, podría ser tartamudo?

Pero sucedió. Y por más que lo avergüence, no pudo ocultarlo por mucho tiempo. Después de la muerte de su padre y la abdicación de su hermano, el Príncipe Alberto tendrá que afrontar su lugar en la familia y subir al trono para convertirse en Jorge XI.

Es por eso que decide retomar sus lecciones para mejorar su habla y poder presentarse como la cara segura que su país necesita.

Eso es algo que me gustó mucho de la película. Esta no inicia con la noticia de que ‘Bertie’ tendrá que subir al trono, sino que vemos sus intentos por mejorar desde antes. Hasta que conoce a quién sería el escogido para tratarlo, Lionel Logue (Geoffrey Rush). Quién no solo no usa métodos poco convencionales, sino que presiona en todo momento al Príncipe, sin importarle su título o sus quejas.

Y eso ayuda mucho a conocer al futuro Rey. A entender la razón de que ese aspecto esté tan arraigado en su persona. Y cómo incluso se aferra a este, aunque sabe que es algo ilógico. Algo con lo que seguro todos podemos identificarnos.

Esto es en gran parte gracias a las actuaciones que son de primer nivel. Colin Firth como Jorge XI es muy contenido la mayor parte del tiempo, pero explota cuando menos lo esperas mostrando diferentes aspectos de su personaje. Helena Bonham Carter es una gran esposa; amorosa y que busca lo mejor para su familia, pero que nunca pierde su lugar como alguien de la realeza. Y claro, Geoffrey Rush hace un encantador y a la vez molesto terapeuta; me parece que es la mancuerna perfecta para Firth. Y eso se agradece cuando se ve en pantalla.

Ciertamente esta vuelve a ser otra apuesta “segura” para premiar por parte de La Academia. Y aquí no estoy tan complacida con el resultado.

Ese año hubo películas de las que, al día de hoy seguimos hablando (127 horas, Black Swan, The Fighter, Inception, The Social Network) ya sea por su historia, actuaciones, edición, música o efectos. Incluso las nominadas menos destacadas (The Kids are all right, True Grit, Winter’s Bone, Toy Story 3) ofrecían algo interesante; algo menos “hecho para los Oscares”. Un apelativo que, aún con todo lo bueno que dije de ella, The King’s Speech cumple a la perfección.

Pero eso parece ir cambiando poco a poco. Sin ir más lejos, recordemos el incidente con Lala Land, la película más “Oscareable” de ese año, que aún así no se llevó el gran premio de la noche.

Esperemos que estos tiempos de corrección política nos dejen muchas cosas buenas. Como premiar películas que no sean del completo agrado de La Academia. ¿O estoy pidiendo mucho?

Ahora comenten ustedes: ¿esta película merecía este y sus demás premios? (Mejor actor, director y guión original).