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The Elephant Man: Empatía como trascendencia

Hace 40 años, David Lynch compondría uno de sus clásicos más conmovedores: The Elephant Man.
The Elephant Man: Empatía como trascendencia
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Hace 40 años, David Lynch compondría uno de sus clásicos más conmovedores: The Elephant Man.

Posterior a su éxito con Eraserhead en 1977, David Lynch escribió un guión titulado Ronnie Rocket. Nunca logró financiamiento para la realización del mismo. Tras aquel fracaso personal el cineasta pensó que quizá sería un buen momento para dirigir las historias de otras personas. Así, su amigo productor: Stuart Cornfeld le compartió un relato con el nombre The Elephant Man.

Tal escrito retoma los textos: El Hombre Elefante y otras reminiscencias de Frederick Treves y Un Estudio de la dignidad humana escrito por Ashley Montagu, para narrar la vida de Joseph Merrick, una persona que padeció del Síndrome Proteus, el cual provoca en sus pacientes un crecimiento desproporcionado de huesos y tejidos. 

El proyecto flechó inmediatamente al director estadounidense y aunque diversos estudios rechazaron producir la cinta, el cómico Mel Brooks aceptó realizarla después de observar la ópera prima del creador de Twin Peaks, dando inicio al rodaje del filme que obtendría 8 nominaciones a los premios Óscar. 

The Elephant Man

Ubicada en la Inglaterra victoriana, John Merrick es exhibido en un espectáculo de Freaks bajo el sobrenombre: ’Hombre Elefante’,su aspecto físico causa espanto y molestias en los/as presentes, sin embargo en el especialista en malformaciones Frederick Treves provoca una intriga que llevará a estudiarlo y brindarle asilo en el hospital donde labora. Situación que irá develando que detrás del “monstruo” existe una persona como cualquier otra. 

Lynch utiliza a este personaje y su historia para dialogar sobre la dualidad humana, de la cual su protagonista es receptor por su apariencia. El cineasta primeramente nos sitúa en la vivencia de Merrick, en lugar de enfocarse morbosamente en su corporalidad, la cámara apenas sugiere la misma mediante las sombras, se posiciona frente a las reacciones burlonas, asustadas o asqueadas profanadas por quien lo mira, las acciones humillantes y violentas ejercidas contra su persona. Dicha malicia ante la que es expuesto, permite a las personas espectadoras poseer aquello que los/as personajes en el primer acto carecen: empatía. 

No es hasta pasada la media hora del film que podemos observar el brillante trabajo de maquillaje realizado por Christopher Tucker, quien contó con la oportunidad de observar el esqueleto de John resguardado en el Royal London Hospital y a partir del allí recrear los tumores que cubrían el 90 por ciento de su cuerpo. A su vez las 6-8 horas que requería aplicar los prostéticos, le permitieron a John Hurt adentrase en su papel y entregar una interpretación conmovedora, además de compleja en su motricidad. 

Cuando observamos en plenitud la fisionomía de Merrick, no estamos anestesiados por el amarillismo, al contrario somos afines a él, su dolor y deseo de ser amado. 

The Elephant Man

 No se puede dialogar con las máquinas

El director de Mulholland Drive coloca al protagonista en los tiempos de la revolución industrial, donde a pesar de ser una producción de época como el diseño realizado por Stuart Craig indica, los dilemas distópicos hacen presencia. Quizá la humanidad avance en lo tecnológico, pero en lo fundamental: nuestro trato hacía las/os demás, permanecemos en el oscurantismo. 

Si existe algún monstruo en el largometraje no es aquel titulado como hombre elefante,  sino aquellas personas que lo deshumanizan tratándolo como un espectáculo de circo, quienes lo obligan a portar una vestimenta que cubra su apariencia.

La fotografía en blanco y negro de Freddie Francis, no sólo evoca la maldad humana, sino su bondad. El dueño del circo y el doctor representan ambos contrastes, aunque ambos parten del mismo punto, pues se aprovechan de Merrick para cumplir sus propósitos, paulatinamente sus caminos se van separando. Uno se aferra a lo perverso, mientras el otro -interpretado sublimemente por Anthony Hopkins- reflexiona y es capaz de mirar con compasión al/a la otro/a. 

The Elephant Man

Detrás de la Portada 

Desde mi perspectiva, al igual que Buñuel, el cineasta estadounidense se percibe más cómodo desempeñándose en el terreno de lo onírico, del cual apenas existen pinceladas en la cinta. Quizá tampoco se trata de la obra más personal en su filmografía. Sin embargo, entreteje una película que ensaya sobre esa dualidad existencial que nos compone.

El Hombre Elefante es una clase de La metamorfosis a la inversa, mientras en la obra de Kafka su personaje principal pierde la humanidad y se suicida ante ello, en el filme de Lynch, John comienza señalado como un engendro pero gradualmente recupera su esencia humana. Por lo que como último acto expresivo de la misma y posterior a su asistencia al teatro donde se siente valorado como uno más, decide descansar como cualquier otra persona lo haría, aunque ello signifique su muerte. 

Aunque su personaje fallece en lo físico, tanto su desenlace como las palabras recitadas directamente de un poema escrito por Alfred Tennyson, nos remiten a que su humanidad encontrada gracias a la bondad y empatía de las/os otras/os, “nunca morirá”. 

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