A través de la tensión, la comedia y empatía, Shiva Baby nos remite a los miedos juveniles.
Hace unos días revisionaba F for Fake: unapelícula maravillosa donde Orson Welles nos cuenta dos historias: la primera involucra a un falsificador de pinturas llamado Elmyr de Hory, mientras la segunda se centra en la figura de Picasso y su enamoramiento con una chica que se aprovecharía del mismo. Al inicio del metraje el cineasta nos hace una advertencia, 60 minutos que componen al mismo son reales y lo demás es pura ficción.
Welles miente, ambos relatos son falsos. El realizador ya nos había advertido sobre esto en aquel donde se involucra al afamado pintor español, Elmyr y sus andanzas son verídicas, sin embargo Orson nunca convivió con él y por lo tanto las entrevistas mostradas a formato documental son imágenes de archivo filmadas por otras personas.
En su defensa ya estábamos avisados, el cineasta mismo realiza un símil con la profesión de quien protagoniza la mayoría del metraje: el séptimo arte se trata de una falsificación, y brillantemente Welles juega con todos los elementos del mismo -en específico el montaje externo- para construir una mentira en la que las/os espectadores nos veremos inmersos/as.
¿Y por qué estoy contando todo esto? Conforme mi educación audiovisual que ha derivado en lo que me dedico profesionalmente: comentar películas, suele ser muy complicado sumergirme de lleno en una narrativa, pues constantemente me detengo a explorar los artificios que la conforman.
Sin embargo, aprecio mucho los filmes bien contados que me devuelven a esa primera experiencia, la de sumergirme plenamente en su historia, involucrarme con las/os protagonistas y apasionadamente gritarle a la pantalla, tal cual como aficionada/o al fútbol esperando una respuesta que obviamente nunca existirá.
Bueno, la última experiencia que me ha llevado por ese camino y lo hizo haciéndome experimentar un manojo de nervios y risas, fue un largometraje que recientemente estuvo dentro de la programación en la más reciente edición del Festival de los Cabos: Shiva Baby.
Los ingredientes para la tragedia
Danielle es una joven a punto de graduarse y la incertidumbre sobre su futuro le aterra: no cuenta con trabajo y para subsanar los gastos se vale de un sugar daddy, además en lo que respecta al plano amoroso ha evadido y mantiene asuntos inconclusos. Su familia desconoce dichas situaciones, pero todas estas verdades saldrán a la luz cuando tiene que asistir a un funeral.
La cinta se encuentra brillantemente dirigida y escrita por Emma Seligman, quien da en el clavo entretejiendo la mezcla perfecta entre la tensión y comedia, situando a su protagonista en un entorno que la obligará a confrontar todos sus miedos y finalmente caer en su catarsis.
El lente de Maria Rusche se enfoca en la protagonista interpretada por Rachel Sennott, en su rostro y sutilezas -grabadas por una cámara que la persigue alrededor de todo e hogar- cae el peso del filme. Tales decisiones permiten que junto a ella vivamos el nerviosismo in crescendo.
Seligman sabe como explotar esta última sensación, una de sus herramientas es a partir del montaje, primeramente el interno: en una sola locación y en unas cuantas horas que pertenecen al mismo día, Danielle se enfrenta en un ritmo frenético a las personas/situaciones que le generan incomodidad: las constantes peleas entre sus padres, la presión de familiares y desconocidos sobre sus decisiones a futuro, la presencia de su ex, sumada a la del sugar daddy con su esposa e hijos.
El montaje externo realiza constantes cortes en las conversaciones de manera que entendamos el ruido en el ambiente, y los encuadres cerrados sumados al inquietante score de Ariel Marx, terminan por cocinar una atmósfera donde todo esta apunto de explotar.
Empatía como base
La historia del filme, no le es desconocida a Emma Seligman, de hecho se encuentra inspirada en su propia vivencia cuando estuvo a punto de graduarse, dicha emocionalidad la transmitió primeramente a un cortometraje homónimo que presentó para titularse, y posteriormente decidió explorar más sobre aquel momento para la creación de su ópera prima.
Me parece que el principal encanto del largometraje surge de esa conexión con su directora, pues se percibe como una carta abierta que devela su cara más vulnerable, y esto permite crear una empatía con su protagonista, quien quizá pueda presentar un comportamiento errático pero entendemos el porque y de donde surge el mismo.
La ansiedad sobre el futuro, sexualidad y las presiones de toda una sociedad o los círculos cercanos, es algo con lo que en algún punto podemos identificarnos, habrá quien lo oculte mejor o peor, sin embargo todo ese cúmulo de emociones llega a un instante donde detona. Y al igual que en el desenlace, las personas que teníamos miedo de decepcionar, estarán allí para apoyarnos.