Bajo una leyenda maya, Selva trágica compone una fantasía horrorífica que explora las relaciones entre la masculinidad y violencia.
Existe una leyenda maya que tiene como protagonista a una mujer conocida como Xcabay, quien aparece en las noches para castigar a los adúlteros, o por lo menos esa fue la interpretación moralina que los católicos añadieron al relato, durante el proceso de evangelización que siguió al arribo de Hernán Cortes y sus tropas a Yucatán.
Sin embargo la historia original gira en torno a dos mujeres: una apodada por el vecindario como Xkeban (pecadora), y otra como Utz-Colel (mujer buena), la primera era despreciada porque se entregaba de manera continua a los placeres carnales, mientras la segunda permanecía “recta”.
Paradójicamente, los apodos que les fueron otorgados contradecían las personalidades de las susodichas, pues mientras Xkeban era compasiva y generosa con los menos privilegiados y la naturaleza, Utz-Colel era egocéntrica y consideraba a los humildes como repugnantes. Al fallecer, la primera desprendió un lindo olor a perfume y su tumba fue cubierta por flores silvestres, a la vez que la segunda desprendía un hedor insoportable y fue cubierta por cactus erizados.
Corrompida por la enviada de nunca haber amado, Utz-Colel se acercó a los malos espíritus, quienes le brindaron el nombre de Xcabay y la posibilidad de regresar al mundo cada vez que lo quisiera, donde la misma se dedicaría a enamorar a los hombres, pero sin el conocimiento del amor virtuoso, la misma se dedicaría a asesinar a los mismos.
Los antivalores surgidos de las acciones y pensamientos individualistas de Xcabay, señalaban en la mitología maya, el camino que no debías seguir si deseabas tener un alma.
A partir de este relato, la cineasta mexicana Yulene Olaizola, entreteje la narrativa de Selva Trágica, filme que posterior a levantar dos premios en el circuito alternativo del Festival de Venecia en 2020, entre ellos el de Mejor Dirección, llega a Netflix.
Selva Trágica comienza con el desenlace de la leyenda anteriormente descrita, adaptada a principios de los años 20’s en la frontera que divide a Quintana Roo y Belice, donde Xcabay es encontrada y tomada como rehén por un grupo de trabajadores que extraen el chicle del zapote, quienes pronto acabarán en el sendero de la muerte.
El guión de su directora y Rubén Imaz, componen un relato que emula al cine de aventuras y el western, géneros al que gracias al montaje interno y el lente teñido entre vividos verdes y azules de Sofia Oggioni, se combinan con atmósferas de fantasías horroríficas musicalizadas por Alejandro Otaola, que dialogan sobre el vicio de la avaricia.
La presencia de Xcabay -interpretada por Indira Rubie Andrewin– en un grupo repleto de hombres, funge como el catalizador de la trama que llevará a cada uno de ellos a la perdición, o por lo menos ese es el papel que su narrador omnisciente le otorga. Este gesto es intencional por parte de la realizadora mexicana, quien además plantea a su protagonista ante esta visión, como una mujer fría y calculadora.
Sin embargo detrás de toda esta mirada, Olaizola subvierte la imagen de Xcabay situándolaen un contexto pratiarcal, donde independientemente de sus actos, la avaricia de los hombres y su masculinidad tóxica, terminan por develar que ninguna mujer es la culpable de sus destinos, y que ellos mismos son quienes se dirigen a su perdición.
Los individuos que componen la historia son los responsables del circulo vicioso violento que cohabitan, y se fundamenta en torno a la codicia por poder, que se expresa mediante la explotación de los recursos naturales y los cuerpos de otros/as, que se representa de manera directa, pero también metafórica a través de la salvaje y hambrienta fauna compuesta por jaguares, hormigas, cocodrilos y hombres.
Selva Trágica es un brillante ejercicio onírico, que devela mediante su intrigante ficción las dinámicas de poder en la sociedad, la manera en que permean en la violencia ejercida en nuestras dinámicas y discursos individualistas, que bajo la antigua leyenda maya descrita al inicio, nos describiría como seres sin alma.