Crítica | Rosalina: ¿El retelling más divertido de Romeo y Julieta?

Rosalina es uno de los retellings más divertidos de Romeo y Julieta, y una comedia que por sí misma logra arrebatar varias carcajadas orgánicas a su público.

Rosalina es uno de los retellings más divertidos de Romeo y Julieta, y una comedia que por sí misma logra arrebatar varias carcajadas orgánicas a su público.

Todos conocen la historia de Romeo y Julieta, y con ello, la gran cantidad de adaptaciones que se han hecho sobre la historia tanto en cine, como en series y por supuesto, con el texto de Shakespeare en obras de teatro.

Ahora es turno de Hulu/Star+ de contar esta historia, la cual a diferencia de otras versiones seguirá a uno de los personajes que realmente pocos tienen en su radar: Rosalina, la ex novia de Romeo.

Fanáticos de la obra original recordarán que al principio de la historia, Romeo está devastado por el fin de su relación con la sobrina de Lord Capuleto, jurando que no volverá a encontrar al amor hasta que se topa en una mascarada con Julieta.

En esta película, la historia cambia ligeramente y todo lo vivimos a través de los ojos de Rosalina (Kaitlyn Dever), quien desde el principio parece estar segura que su destino —y el más épico de sus amores— será junto a Romeo (Kyle Allen).

Rosalina

¿Qué luz deslumbrante atraviesa esa pantalla?

Desde el principio, la apuesta promete diferenciarse de otras adaptaciones del clásico, pues en lugar de quedarse en la manera más teatral de la lírica shakespeariana, se burla abiertamente de los versos, llevando la historia a un tono y un lenguaje mucho más actual que permite conectar inmediatamente con sus personajes.

Es importante resaltar que no es la primera película de época que lo hace, pero a diferencia de otras producciones logra aterrizarlo de una manera magistral. Aquí quizá, el punto de comparación más directo sería el fallido intento de Netflix por modernizar la obra de Sensatez y Sentimiento de Jane Austen, en algo que resultó en diálogos incómodos y una notable voz en la mesa de escritores que pedía “hacerlo más centennial”.

Por suerte Rosalina no sufre este problema, pues sus diálogos no están forzados con el fin de crear un chiste, sino que se deja fluir de manera tal, que el salto entre las frases más icónicas de la obra y los comentarios sarcásticos de sus personajes se siente natural, algo que recuerda mucho a la manera en que series como Dickinson manejan este tipo de textos y los diálogos de época.

Es ahí también donde presenta una de sus más grandes fortalezas: la ridiculización de lo romántico, las situaciones simplificadas y la narrativa menos garigoleada, logran hacer que por primera vez estos personajes se sientan como lo que originalmente eran: adolescentes.

Y es que también al acercarnos de una forma más real a sus edades, la cinta se puede permitir construir a sus personajes con un sinfín de defectos que van evolucionando a lo largo de la historia, dándole a cada uno de ellos un viaje, un propósito y una manera única de desenvolverse.

Una heroína llena de defectos

Sin lugar a dudas, Kaitlyn Dever es uno de los talentos actuales que más se atreve a jugar con las dimensiones de sus personajes. Habiendo saltado al estrellato con la cinta Booksmart de Olivia Wilde, rápidamente Dever ha destacado por la facilidad con la que maneja el humor, trabajando de manera magnífica el guión que le es entregado y adueñándose por completo de esto.

Eso es justo lo que hace con Rosalina: se adhiere al personaje de tal manera, que resulta difícil pensar en otra actuación que sea igual de icónica o siquiera memorable.

Por otro lado, Rosalina resalta al ser un personaje repleto de defectos y de una personalidad compleja, estableciendo desde el principio el viaje que va a tener que vivir para llegar a un punto mucho más evolucionado, tras cruzar varios puntos de aprendizaje.

Aquí quizá el único problema que presenta es que el medio para este crecimiento es otro interés amoroso, Dario (Sean Teale), cuya sabiduría guía a Rosalina a través de los obstáculos para encontrarse con una versión mejorada de sí. Si bien, la cinta pretende destacar varios aspectos feministas que en tiempos de Shakespeare ni siquiera pasaban por la cabeza de la sociedad, termina fallando ligeramente en este al limitar el viaje que Rosalina buscaba, a un romance con el misterioso recién llegado.

A pesar de ello, hay que darle el mérito a Kaitlyn Dever por llevar la cinta prácticamente a totalidad, despertando los mejores momentos de otros personajes y empujándolos a mostrar caretas que no estamos acostumbrados a ver en ellos: Una Julieta (Isabela Merced) que lejos de ser perfecta tiene un ácido carácter, un Romeo que se deja llevar por la ilusión de una cara bonita, y un Paris (Spencer Rayshon) que derrocha fabulosidad cada que aparece en pantalla.

Se agradece también contar con otras facetas de personajes que previamente eran orillados a meras intervenciones sin sustancia, como los patriarcas Montesco y Capuleto, cuya absurda enemistad es abordada también a través de sus absurdas concepciones respecto a las mujeres de su familia.

Ser o no ser, esa es la cuestión

Quizá uno de los problemas más grandes de Rosalina es que en algún punto le cuesta entenderse a sí misma como película. Pues aunque tiene muy claro que su meta es satirizar el romanticismo y la tragedia que por años han caracterizado a Romeo y Julieta, a veces llega a perderse entre lo que quiere hacer y lo que realmente logra.

Durante varios instantes, la música —una gran elección de temas modernos— quiere llevarnos a momentos completamente musicales, con coreografía y puesta en escena, pero termina empujándolo todo al fondo para dejar que su historia suceda. Es por eso que aunque se nota que existió un esfuerzo de sus bailarines durante los ensayos, estos quedan completamente relegados a tomas que los hacen ver incómodos y fuera de lugar.

Por otro lado, también nos topamos con situaciones en las que pretenden sobre explicar sus propios chistes; pues aunque la secuencia en la tumba de Julieta es una de las más divertidas en la película, hay instantes en los que llega a sentirse innecesariamente alargada, por mero efecto cómico.

Asimismo, quizá uno de sus mejores momentos es uno que imita a aquel clásico final de la cinta The Graduate, la cual por sí sola es una maravilla pero que, al extenderse en escena post-créditos se siente como una intervención de los productores para que quede bien claro el chiste, subestimando por completo a su audiencia.

Como conclusión, Rosalina es uno de los retellings más divertidos de Romeo y Julieta, y una comedia que por sí misma, logra arrebatar varias carcajadas orgánicas a su público. Es una opción divertida para dejar de sobrepensar en la tragedia del mundo, burlándose de una de las tragedias más populares de todos los tiempos.

No obstante, le cuesta terminar de solidificarse en cuanto a su historia y algunos de sus personajes, quienes a veces llegan a sentirse más como una integración obligada —Teobaldo y Mercucio— que realmente detonadores de los eventos a los que terminan llevando.

Rosalina está disponible exclusivamente a través de Star+. Haz clic aquí para suscribirte.

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