Atrapados en un día de verano, la pareja protagonista de Palm Springs tendrá que aprender algo si desean escapar de allí, pero ¿qué será?
“Las historias de las películas son por naturaleza sobre cambio” expone el director estadounidense Harold Ramis en el libro que devela el proceso creativo que conllevó la realización de El día de la marmota.
Aunque en el cine, como en la vida, no existen verdades absolutas, es cierto que la mayoría de cintas -en especial las occidentales- siguen este patrón: un personaje que necesita aprender algo para lograr su objetivo. Hay muchas maneras de narrar esto, pero mi favorita es aquella que condena a sus protagonistas a vivir el mismo día una y otra vez. Una y otra vez. Una y otra vez…
Eterno retorno veraniego
Inspirada en dichos relatos, ocurre Palm Springs, filme que llega a la plataforma digital Hulu con el cartel de ser la película por la que más dinero se ha pagado por los derechos de su distribución: 17.5 millones de dólares con 69 centavos.
Enmarcada dentro del género de la comedia romántica, la ópera prima de Max Barbakow cuenta la historia de Nyles y Sarah, quienes quedan atrapados en el mismo día de verano al que acuden a una boda celebrada en Palm Springs, por lo que se unirán en búsqueda de terminar con este eterno retorno.
La cinta cuenta con grandes virtudes, es imposible no cautivarse ante su fotografía en tonalidades cálidas, el montaje enérgico que marca los punchlines y el maravilloso soundtrack que adereza las secuencias, el cual transcurre desde Patrick Cowley hasta Leonard Cohen.
Además de las excelentes interpretaciones de sus protagonistas, Andy Samber y Cristin Milioti, quienes poseen una gran química en pantalla y dan en el clavo con el tono cómico, al igual que un magnifico J.K. Simmons, pues ¿quién no adora ver a un histrión de complexión fornida y rostro enfadado riéndose traviesamente en una bañera?
De la misma manera, ciertos elementos de la trama son destacables, puesto que adhieren nuevas perspectivas a esta clase de narrativas: como el hecho que desde el inicio del filme uno de los protagonistas ya se encuentre inmerso en este bucle temporal, y por lo tanto funja de tutor nihilista para su compañera. Dinámica que la misma subvierte para el final, lo que provoca un intercambio de papeles.
El bucle infinito como Kintsukuroi
A pesar de esto, me parece que el largometraje susodicho falla en la construcción del catalizador que da sentido a los relatos de repeticiones infinitas: las motivaciones personales.
Precisamente, aquello que me encanta sobre este tipo de historias es lo que significa para quien/es participan en ellas, pues el loop eterno implica la inevitable confrontación consigo mismos/as: el constante cuestionamiento a sus ideales y la incomoda mirada de sus fantasmas, como medio para cicatrizar emocionalmente y así darse la oportunidad de ser felices.
Bill Murray en Groundhog Day abandona su personalidad egoísta encontrando dicha en la generosidad. Nadia Vulvokov y Alan Zavari en Russian Doll se enseñan a no temer al compromiso o a la ruptura de los mismos.
En el caso de Palm Springs, sus protagonistas ven derribada su coraza nihilista bajo la que ocultaban el miedo a lidiar con sus errores y Roy -interpretado por J.K. Simmons -aprende a valorar el presente.
Sin embargo, el guión de Andy Siara es bastante tramposo para llegar a dichas conclusiones: utiliza el diálogo como forma de llenar los huecos sobre el trasfondo de sus personajes, y recalca las reflexiones en torno a los mismos.
Además, la fórmula literal para salir del loop es un Deus Ex Machina en toda la regla, quizá el tiempo sea relativo, pero el hecho que Sarah aprenda toda la ciencia necesaria para escapar, rompe con la verosimilitud del relato. A diferencia de lo sucedido en Russian Doll, donde la respuesta práctica proviene del conocimiento de la profesión que ejerce su protagonista, quien es programadora de softwares.
No obstante a sus fallas, Palm Springs llega en un momento de cuarentena, donde desde casa algunas personas afortunadas pareciéramos estar enfrentando nuestro propio loop infinito, y su historia no sólo llega a esperanzarnos sobre una luz al final del túnel, sino a que cuando salgamos del mismo, debemos hacerlo como mejores personas, tanto en lo individual como colectivo.