En un contexto donde la intolerancia hacia los migrantes pareciera ir en aumento, el osito Paddington aparece como contrapeso a tales ideas mediante la empatía.
1958 fue la primera vez que en las estanterías de Inglaterra, un osito de chamarra azul y sombrero rojo haría su primera aparición bajo el título A Bear Called Paddington. Las entrañables historias escritas por Michael Bond pronto cautivarían a un gran público y se convertirían en un éxito alrededor de todo el mundo, dando lugar a trece novelas más con nuestro querido protagonista y logrando 35 millones de copias vendidas en los más de 40 idiomas que fueron traducidas.
Probablemente Hamish McColl y Paul King, hayan sido unos de los tantos niños a quienes les leían dichos relatos a la hora de dormir, por lo que coescribieron un guión de nuestro peludo amigo, el cual en 2014 vería la luz en la pantalla grande y tres años más tarde tendría una secuela, ambas demostrando que a pesar del fallecimiento de su creador en 2017, el mensaje de empatía encarnado en Paddington -afortunadamente- continuará vigente un buen rato.
Preparando el sandwich de mermelada
*Rugido con significado indescifrable para el oído humano, es un oso pequeño que vive con su tío Pastuzo y tía Lucy en el Perú oscuro, la vida es buena allí: un lugar precioso con un clima espectacular y donde nunca hacen falta los ingredientes para preparar unos deliciosos sandwiches de mermelada.
Sin embargo, todo cambia tras un terremoto que destruye su hogar, situación ante la cual su tía Lucy decide enviar a nuestro mamífero favorito de infraganti a Londres, donde espera sea recibido por Montgomery Clyde, un explorador británico que forjó una relación de amistad con la familia hace algunos años. Pero no hay señales del mismo y ante dicha falta, una familia conocida como los Browns le abrirían las puertas de su hogar y lo renombrarían como Paddington.
Esa es la premisa del primer filme, pero permítanme que primero les hable de la saga en su conjunto, la manera en que forjan una maravillosa narrativa desde lo técnico y posteriormente retomaremos el argumento para hablar sobre la temática que evocan estas películas.
Así que definitivamente tenemos que comenzar por los guiones coescritos por Paul King -quien también participa en ambos largometrajes como director- y Hamish McColl, sustituido por Simon Farnaby para la segunda entrega.
Tales escritos poseen una estructura académica: tres actos que transcurren de manera lineal con la misma precisión que unas manecillas del reloj, sin embargo sucede algo parecido como cuando escuchas la música creada por The Strokes: su composición es esquemática, pero requiere mucho talento y pasión hacer de algo sencillo, espectacular.
Hay una atención milimétrica: en los primeros minutos de cada filme se nos presentan todos los elementos que confluirán para la resolución del conflicto, cada uno de los personajes cuenta con una evolución clara y sus cambios tienen un relación directa con nuestro protagonista.
Por ejemplo en el primer filme, Henry -el padre de familia- se muestra como un ser precavido y sobreprotector con sus seres queridos, pero al intentar rescatar a Paddington de la taxidermista tiene que actuar con valentía y tomar riesgos, acción que a vez le permite a Mary -su esposa- encontrar el rostro del héroe en su novela gráfica.
Además en el mismo camino, Judy -la hija- recuerda la frase de su madre sobre como puedes conocer toda la ciudad a partir de las alcantarillas, lo que les permite entrar al museo donde el osito se encuentra secuestrado, Jonathan -el hijo- aplica su creatividad para apagar la luz del lugar y así tengan mayor tiempo para rescatar al mismo. Y al final, un gag recurrente en todo el relato como el sandwich de mermelada perseguido por las palomas, es usado para derrotar a la villana.
Sucede algo similar con la estética de la cinta, la cual se encuentra cuidada hasta el mínimo detalle, cada encuadre simétrico, trazado escénico y delineado de colores pasteles nos remiten pictóricamente a la obra de Wes Anderson, en la primera parte hay un homenaje cantado a la secuencia inicial en The Royal Tenenbaums, y toda la iconografía en las escenas de la cárcel del segundo episodio son un guiño a The Grand Budapest Hotel. Además cuenta con transiciones alucinantes que transgreden los espacios reales y nos dan paso a la fantasía.
Dicha pasión transmitida en las áreas ya descritas, también se traduce en las interpretaciones brindadas por su cast, el cual por cierto es extraordinario: pues cuenta con figuras como Sally Hawkins -The Shape of Water, Peter Capaldi -Doctor Who, Brendan Gleeson –Harry Potter-, Nicole Kidman, Hugh Grant, entre otros. Y no exagero cuando menciono que cada uno/a brindan una de sus mejores interpretaciones en su carrera. A pesar que ninguno desentona, el papel de los últimos dos nombres mencionados, quienes fungen como los villanos en sus respectivos filmes, les exige un amplio rango actoral y cumplen de sobra.
Antes de transitar a otra tema, tengo que mencionar la música compuesta en la primera entrega por Nick Urata y en la secuela por Dario Marianelli, la cual sigue una misma línea: sonidos tropicales y bailables que alegran muchas de las secuencias en ambos filmes. Inclusive las bandas encargadas de interpretar las piezas tienen su aparición en diversas escenas donde las mismas se vuelven diegéticas, lo cual es otro gran punto en los visuales del largometraje.
Vs la criminalización de los/as migrantes
Fácilmente Paddington podría encajar como una película Pixar, es decir un filme igual de disfrutable para niños/as y personas mayores, pues no sólo es entretenida a nivel formal sino que posee una fuerte temática y mensaje detrás.
Nuestro educado protagonista es una metáfora a los/as migrantes que ya sea por circunstancias relacionadas a desastres naturales o conflictos socio-políticos, tienen que abandonar su tierra natal en búsqueda de una mejor vida para si mismos o sus familias. Y en la mayoría de los casos, estas migraciones se realizan poniendo en riesgo sus propias vidas como resultado de políticas internacionales que los criminalizan.
Nuestro peludo favorito es afortunado en llegar a su destino, intenta adaptarse a un mundo completamente nuevo brindando su mejor versión en base al esfuerzo y educación, pero constantemente choca contra pared hasta que los Brown deciden brindarle asilo en su hogar.
Aún así, la presencia de Paddington es vista como una amenaza por personajes prejuiciosos como Mr. Curry, quien ve el origen distinto del protagonista como sinónimo de peligro. Y en la secuela esta problemática se acrecienta aún más, cuando el mismo es encarcelado bajo los mismos preceptos.
Contrario a las políticas antimigrantes que diversas figuras en las cúpulas de poder han impulsado alrededor de todo el mundo en los últimos años, Paddington es la imagen empática hacia las miles de personas que abandonan sus hogares en búsqueda de crecimiento, paz y alegría.
Nuestro osito mejora la vida de todos/as en su entorno: la familia Brown se compenetra, el vecindario es un lugar más alegre e inclusive reforma para bien el sistema penitenciario. Y todo ello lo logra gracias a una enseñanza fundamental, pues como diría la tía Lucy: “si somos amables y educados, el mundo será un lugar mejor.”