Nada Que Ver es la más reciente comedia romántica de Videocine, la cual sigue la historia de Carlos (Memo Villegas), un cuidador irresponsable que es contratado para asistir a una paciente ciega y millonaria (Fiona Palomo), y cuya relación se va complicando conforme llegan a conocerse más.
En sí, la premisa de Nada Que Ver es relativamente sencilla y bastante lineal, por lo que aunque no propone absolutamente nada nuevo, sí tiene grandes momentos de lucidez donde la comedia, y en especial el trabajo de sus protagonistas, salvan a un romance que de otra manera, sería bastante cliché y predecible.
Memo Villegas salva el día
Como mencionamos anteriormente, Nada Que Ver es una historia bastante común. Sin embargo, su más grande acierto es atreverse a jugar con su protagonista y darle suficiente libertad a su actor principal para que por primera vez en el género, los personajes se sientan reales, cercanos y empáticos.
Memo Villegas da vida a Carlos, un enfermero que desertó de la carrera de Medicina luego de la muerte de sus padres, y cuyo nulo sentido de la responsabilidad le ha llevado a perder varios empleos, endeudarse con tarjetas de crédito y préstamos que intenta compensar con la suerte en aplicaciones de casinos. Es además responsable de su hermana menor, por quien dejó la carrera en primer lugar.
Aunque la estructura externa de Carlos es el clásico “pobre pero feliz”, Memo Villegas logra imprimir un gran carisma al personaje, el cual termina volviéndose el principal —y quizá único— hilo conductor de los momentos de comedia, haciendo a cada escena sumamente divertida con ocurrencias que vienen de la improvisación y el espacio que su directora da a los actores para hacer lo que quieran.
A diferencia de otros comediantes que se suman al cine mexicano, Villegas conserva magníficamente ese tono y estilo por el que ha sido aplaudido en el escenario y producciones del género, adueñándose casi por completo de la historia y logrando que a lo largo de la cinta, su audiencia busque más de él.
Eso por supuesto, sin dejar de lado a Fiona Palomo, quien hace su debut en cines con esta película y la cual, a pesar de encontrarse también en un personaje dibujado a través de clichés —la niña rica y malcriada que pierde la vista—, también imprime una gran humanidad en Paola y le da un poco más de profundidad, logrando que el público empatice con su situación y añore que pueda volver a ver.
Muy cerca de lograrlo
Nada Que Ver es una cinta bastante aceptable, pero hasta ahí. Y es que en realidad, su problema no está en la historia o lo predecible del camino por el que lleva a su público, sino a un montón de decisiones técnicas que más que verse interesantes, confunden a su audiencia por el descuido con el que son manejadas.
En términos estrictos de edición, Nada Que Ver tiene un ritmo demasiado extraño, con saltos de tiempo no explicados, situaciones a las que nunca se les da continuidad y transiciones que no cumplen propósito alguno.
Entre disoluciones en negro, idas y venidas, y cortes mal establecidos, Nada Que Ver pierde mucho al querer extenderse en el planteamiento de la relación de sus personajes, para empezar a empujarlos hacia el romance de una forma demasiado precipitada y determinar su separación en el tercer acto con otras decisiones de tiempo mal manejadas.
Varias de las resoluciones se sienten fortuitas y como por arte de magia, lo que quiebra la evolución de una historia que sin duda, tenía mejores vías para explorar.
Al mismo tiempo, entabla tantas problemáticas en su inicio, desarrollo e incluso, en el desenlace de la cinta, que varios de ellos no son siquiera abordados otra vez y pasan a segundo plano, además de provenir —como sus soluciones— de la nada.
De a ratos, Nada Que Ver llega a sentirse más como una telenovela a la que no le aprobaron una gran cantidad de episodios y se vio obligada a recortar todo para entrar en hora y media de película.
Curiosamente, tampoco aprovecha tan bien su locación, pues llevando la historia a Guadalajara, Jalisco, no traduce nada de la identidad tapatía, y los momentos en los que pretende hacerlo son muy mal abordados.
Nada Que Ver es una oportunidad para acercarse por primera vez al potencial que tanto Memo Villegas como Fiona Palomo tienen para el futuro del cine y la televisión nacional, a través de una historia que logra sobrevivir gracias a la comedia y carisma de sus protagonistas. Es divertida y está especialmente diseñada para pasar un buen rato, pero fuera de ello, no tiene mucho más para ofrecer.