«Él no necesita palabras.»
Duncan Jones concreta ese proyecto que se había tardado 16 años.
Luego de la original ‘Source Code‘ y la polémica ‘Warcraft‘, el director se atreve a algo nuevo. El que prometía ser el nuevo Mesías de la ciencia ficción, lanza Mute a través de Netflix; un estreno que resulta relevante sobre todo en estos años, con un género que ha repuntado cual fénix renacido de las cenizas. Quizás debamos darle las gracias a ‘Blade Runner 2049‘ que marcó un antes y después en este campo.
Esta distopía es atractiva en su arranque; con unos primeros compases bien manejados y una estética que bebe demasiado de la inigualable Blade Runner. Estamos en el año 2052 e inmediatamente nos damos cuenta que en Alemania del futuro lo más tradicional puede chocar con lo híper tecnológico. Este país, según lo que se nos plantea, es ahora albergue de refugiados e inmigrantes.
El relato es, en esencia, la historia de amor de Leo (Alexander Skarsgård); un amish que perdió la capacidad del habla a corta edad debido a un accidente. Su mundo gira alrededor de Naadirah (Seyneb Saleh); una camarera que ve en él la empatía que el resto no encuentra. Ambos trabajan en Foreign Dreams (él siendo un bartender); un lugar que reúne lo peor de la Berlín futurista.
La cosa se empieza a poner rara cuando descubrimos que hay dos tramas que tardan demasiado en llegar a lugares concretos y que parecieran nunca conectarse. Esa segunda trama es la de dos extraños tipos. Uno es Cactus (Paul Rudd); quien es justamente lo mejorcito de toda Mute; y el otro es Duck (un rubio Justin Theroux). De lo que sabemos, es que ambos trabajaron para el ejército norteamericano, y de momento se encuentran involucrados en cirugías clandestinas.
Todo cambia cuando Naadirah desaparece. Ella tramaba algo, pero a Leo sólo le interesaba el amor de por medio, por lo que no le prestó mucha atención a lo que trataba de decirle. Ahora es cuando él se arrepiente de ello y sale decidido a encontrarla, teniendo incluso encontronazos hasta con la mafia.
Esta es la trama de lo más reciente de Jones. Es un hombre que tiene buenas ideas, pero su resultado deja mucho que desear. Entre la ambientación cyberpunk, deja destellos de thriller neo noir, pero no termina por desenvolverse bien dentro de esta pésima narrativa. Se deja perder entre tantas subtramas que no nos plantea al verdadero protagonista de la historia.
Sus personajes tienen demasiadas aristas. No sabemos de qué lado están, y se enfrasca demasiado en ellos para al final no aportar al argumento. Podría hacer una lista de todo lo que Jones hizo que complicó la trama, pero me pasaría todo el día en eso.
Finalmente…
El que pareciera ser el proyecto de su vida, su producción soñada, esa carta de amor a sus padres –con dedicatoria al final- es una película para el olvido. Será talento, suerte o solo buenas ideas, pero para desgracia nuestra; la genialidad de Duncan Jones vive más en la cabeza de los fans que en los hechos.
Porque lo que yo veo son resultados que más tiran a la mediocridad y a dividir la opinión de la gente que ve sus películas. Más allá de las comparaciones que genera y a pesar de sus muchos errores, este director logra una equilibrada amalgama de lo nuevo con lo tradicional, en una película bonita de ver.