Soy Virgo y quizá por ello se deba mi sentido crítico. Frunzo la seña cada vez que se me hablan de cuestiones místicas, pues detrás de ellas suelo vislumbrar un atisbo de engaño y oportunismo ante la desgracia. Pero todo da una de cal y una de arena. Afortunadamente, se cruzó en nuestro camino Walter Mercado y un maravilloso documental en su memoria: Mucho Mucho Amor.
Un relato de mucho mucho amor
Bajo una estructura lineal, que sigue al icónico astrólogo bajo la narrativa del camino del héroe: su ascenso a ser una de las figuras públicas más amadas y reconocidas a nivel mundial, su desaparición del ojo público y su regreso triunfal al kitsch millennial, Cristina Costantini y Kareem Tabsch–quienes realizan una excelente mancuerna en dirección– ahondan en las razones que hacen relevante a su protagonista dentro de la cultura pop.
Pero antes de hablar sobre tales temas, el documental cumple con la virtud de describirnos a Walter: su pasión por los escenarios, la capacidad histriónica como resultado de sus años en teatro y danza, la joyería y capas extravagantes complementarias de una belleza andrógina. Y lo más importante, una personalidad encantadora que exalta mucha paz y amor -aún cuando se le es cuestionado sobre las polémicas que giraron en su entorno-.
Tal identidad y energía es extendida a la forma de narrar el relato a los elementos clásicos de género: imágenes y videos de archivo, intercaladas con entrevistas y metraje en primera persona de Walter. A este estilo, se le suman unas animaciones realizadas por Alexa Lim Haas, que recrean y marcan transiciones bajo la estética del tarot.
También cuenta con un score compuesto en piano por Jeff Morrow, el cual complementa el misticismo que ya poseen las imágenes y las canciones a cargo de Instituto Mexicano del Sonido, que se adhieren al aura festiva en torno a la figura protagónica.
El estadio del espejo
Dicho lo anterior, la obra conversa sobre lo paradójico que resulta el hecho de que una persona que rompió con los esquemas de género en los 90, tuviera una carrera tan prolífica en un contexto donde la homofobia y estigmas religiosos estaban normalizados. (Por cierto, la televisión mexicana se lleva una fuerte cachetada con guante blanco. ¡Saludos a Eugenio Derbez y Esteban Arce!)
Allí reside el primer impacto del astrólogo en la cultura popular, pues su imagen y adoración de millones de personas, permitió a gente de la comunidad LGBTTTIQA+ verse representada en el canon mediático: darse cuenta que no se encontraban en soledad y no había que tener miedo a ser quien el corazón llama.
De la misma manera y debido a su origen puertorriqueño, Walter fue el símbolo de esperanza para miles de migrantes en Estados Unidos -entre ellos el intérprete Lin-Manuel Miranda– , quienes no sólo observaban en él la historia exitosa del sueño americano, sino la posibilidad de sobreponerse a las fronteras de la xenofobia.
Cómo extensión de lo anterior, el documental hace eco de un mensaje fundamental para la actualidad y lo venidero: la importancia de una representación cultural diversa como herramienta para visibilizar desigualdades históricas, a la vez que normaliza la participación de los mismos grupos en los diferentes ámbitos en la cotidianidad.
Aún cuando es notable el esfuerzo de Mercado por exponerse visualmente reluciente frente a la cámara -hecho que se complica por las cuestiones fisiológicas hacía el final de la obra- , el discurso de amor promulgado frente a las mismas, se percibe como genuino en su interacción cotidiana con familia y fans.
Una constelación para la eternidad
En un mundo contemporáneo donde desde presidentes hasta en redes sociales nuevamente toman fuerza los discursos separatistas y de odio, mensajes como los expresados por Walter sobre la unión, cariño y paz, rompiendo los moldes de las religiones, razas o preferencias sexuales, me parecen más que relevantes y necesarios de recuperar.
Por lo que, aunque físicamente ya no se encuentre entre nosotros, espero y estoy seguro que su mensaje, ya sea a través de este documental o todo el kitsch instagramero, se mantenga para la eternidad.
Soy Virgo y a pesar de que solemos ser personas muy tímidas, les envío mucho, mucho amor.