Les contamos por qué Men es la película para ustedes si buscan un poco de terror metafórico esta temporada decembrina
Alex Garland tiene una forma muy peculiar de hacer cine. Su visión cinematográfica usualmente apuesta por la ambigüedad y las metáforas, de manera que pueda adentrarnos en un mundo nuevo que refleja la psique de sus protagonistas.
Con Annihilation, nos mostró la historia de una ruptura y la depresión como el fin del mundo de un ataque alienígena. Y en Ex-Machina, exploró las tensas relaciones de género mientras exploraba la idea de la evolución en la consciencia de la Inteligencia Artificial.
Con la nueva cinta de Men, que ya pueden ver en cines, Garland busca nuevamente explorar las tensiones de género entre hombres y mujeres, para explorar los ciclos de abuso, chantaje y violencia que usualmente tienen diferentes niveles, pero que dañan a las mujeres por igual.
El terror siempre acecha en casa
En Men, conocemos la historia de Harper Marlowe (Jessie Buckley), una mujer cuyo esposo se acaba de suicidar. Atormentada por ese evento, decide tomar unas vacaciones en una pequeña villa, pero sus vacaciones se verán interrumpidas por un misterioso hombre que comienza a acosarla y presentarse desnudo en su casa (Rory Kinnear).
Desde los primeros minutos de la cinta, Garland busca atraparnos en una atmósfera sofocante que refleja el estado de ánimo de su protagonista. Además de sentirse triste y desolada, Harper en realidad tiene mucha culpa: ella quería divorciarse de su esposo, pero en represalia él se suicidó.
Su esposo le había anunciado que lo iba a hacer, por lo que el peso de su muerte de verdad genera un profundo impacto en su desarrollo emocional, el cual se vuelve todavía más inestable conforme va conociendo a varios hombres en el pueblo.
Y es que, además del misterioso extraño que acecha su casa, Harper también conoce al párroco de la iglesia, quien a pesar de mostrarse amable no puede evitar culparla por la muerte de su esposo. También tiene un enfrentamiento con el oficial de policía del lugar, quien decide dejar en libertad a su acosador simplemente porque “no hizo nada malo”. Y para colmo, su arrendador, Geoffrey (también interpretado por Rory Kinnear) resulta ser un hombre tranquilo y atento, siempre tiene presente un comentario sutilmente machista y condescendiente para Harper.
Nuestra protagonista entonces se encuentra atrapada en un círculo vicioso de violencia misógina, y parte de la historia es ver lo difícil que es salir de ella, tanto para hombres como para mujeres. Lo más interesante de la cinta es que el actor Rory Kinnear interpreta a casi todos los hombres que acechan de diferentes maneras a Harper de una forma increíble, pues logra transmitir diferentes tipos de tensiones y convertirse en amenazas diferentes a lo largo de la cinta.
Y Jessie Buckley sin duda está a la par de Kinnear, pues juntos logran crear momentos realmente difíciles de ver, ya sea por el cinismo de los personajes masculinos o por la impotencia que debe atravesar Harper.
¿Un ciclo interminable?
Para Men, Alex Garland decidió utilizar las figuras mitológicas de “El Hombre Verde” y de “Sheela na gig” como parte de las metáforas visuales de su película. El primero, es una figura pagana que se representa como un hombre cubierto de hojas y que supuestamente representa el renacimiento y los ciclos. La segunda, es una figura celta que se representa como una mujer abriendo su vulva. Hasta ahora, los estudios de expertos no se han puesto de acuerdo cuál es el origen o el significado de ambas figuras.
Entonces, Garland las utiliza para hablar de dualidad, abuso y ciclos de violencia de una manera muy poco sutil, pero que genera un impacto gracias a su aterrador estilo visual. La idea de la “apertura” vaginal está presente en cada momento de la película con el fin de explorar la idea de cómo el machismo se repite en un ciclo infinito.
Las figuras mitológicas le permiten a Garland jugar con todos los hombres que llegan a la vida de Harper y proponerlos como la suma de un mismo mal. Y Harper, al mismo tiempo, está condenada a vivir y escapar por siempre del abuso. Hay veces en las que le va mejor, otras en donde no, pero es algo con lo que debe aprender a vivir.
De repente, la idea de Garland sobre el abuso y el género puede llegar a sentirse repetitiva, particularmente porque las metáforas visuales son reiterativas y abogan más por generar shock que por construir a sus personajes. En comparación, Barbarian, otra cinta de terror con una premisa similar, explora una gama de personalidades masculinas mucho más variadas, de manera que el abuso que perpetúan (o no perpetúan) da para analizarse desde diferentes perspectivas.
En Men, todos los hombres son abusadores, y la razón por la que repiten ese ciclo infinito es casi algo que viene desde el mismo principio de los tiempos. Ese es un mensaje muy potente, pero se desdibuja un poco por lo mucho que se repiten ciertas imágenes y lo poco que realmente sabemos de estos villanos.
Body Horror diferente
Pero eso se le perdona si tomamos en cuenta el hipnótico trabajo visual que tiene Men. La cinta es dura de ver y muy inquietante, ya que transcurre casi en su totalidad en espacios cerrados. Eso hace que la audiencia espere que la batalla de Harper sea visceral y con mucha acción, como las películas slasher sugieren, pero Garland propone una idea de horror corporal mucho más compleja.
Es interesante que en Men, a pesar de que Harper sí batalla con todas las amenazas que se le presentan dentro de su hogar, en realidad nunca la vemos siendo atacada ni sufriendo. Los abusos que cometen contra ella los enfrenta peleando, y al final queda más como una guerrera que como una mujer pidiendo ayuda.
Sin embargo, los hombres de la película sí que sufren y en ellos recae el mayor peso del gore y la violencia. Pero es todavía más interesante ver cómo se adaptan a eso, cómo aprenden de ese dolor, cómo incluso lo utilizan para seguir abusando de Harper.
Men es una cinta potente que busca utilizar la idea de la violencia de género como fuente de horror. Y aunque su discurso puede sentirse grandilocuente, pero algo sencillo y reiterativo, Alex Garland logró una experiencia visual muy intensa que busca incomodar, molestar y asquear a la audiencia. Y eso resulta en una cinta de horror de la que simplemente uno no puede salir indiferente.