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Mary Poppins Returns

El Regreso de Mary Poppins, ¿tan mágico como esperábamos?
Mary Poppins Returns
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El Regreso de Mary Poppins regala una clásica fórmula mágica, que cumple con hacer soñar a sus espectadores otra vez.

En el lejano 1964, la adaptación de las novelas de P.L. Travers llegaba a la pantalla grande de la mano de Walt Disney. Protagonizada por la magnífica Julie Andrews, y el carismático Dick Van Dyke —a quien Travers no toleraba—, Mary Poppins se volvía la cinta de la época, superando a varios proyectos cinematográficos en propuesta visual, musical y una interacción entre universos animados y live-action nunca antes vista.

Al mismo tiempo, la historia de la niñera mágica, cuyo deber era hacerse cargo de los hermanos Banks del número 17 de Cherry Tree Lane, se volvió un cuento entrañable para futuras generaciones, quienes consumirían dicha cinta en distintos formatos domésticos.

Cuando se anunció que Disney planeaba una secuela del clásico, el temor por el resultado que fuese a entregar Rob Marshallera tangible entre los fanáticos del musical. Que si era innecesario, o que si no habría otra persona como Julie Andrews para sacar adelante tan “perfecto” material, eran discusiones constantes alrededor del proyecto, mismo que vería la luz en Diciembre 2018.

Prácticamente perfecta en todo sentido

Es injusto comparar desde el principio a Julie Andrews con Emily Blunt. No tanto porque la segunda no sea capaz de sacar adelante uno de los papeles más conocidos en la carrera actoral de Julie, sino porque son tiempos distintos y, en palabras de Andrews, es hora de que Emily Blunt brille en pantalla como ella misma sabe hacer.

La pregunta no tendría que ser si “la nueva” es tan magnífica como “la original”, sino qué tan buena resulta Blunt por su cuenta, dentro de su propia historia y con su propia interpretación de la pluma de Travers. Es así que me atrevo a decir incluso que, de no existir un antecedente de Mary Poppins, Emily Blunt sería el referente por excelencia del personaje.

Blunt en los zapatos de Mary Poppins es extraordinaria y lleva a la perfección cada una de las sombras en el espectro de la querida nana; desde el polo ligeramente frío y estricto del personaje hasta el lado más dulce y maternal que se puede tener de ésta.

No es desconocido el talento que posee la actriz para los musicales —recordemos su participación en la adaptación Into the Woods (2014)—; no obstante, podemos decir que dicha habilidad es explotada en su totalidad esta ocasión y eso se aprecia.

Igualmente, la química que presenta tanto con los niños Banks, como con el farolero interpretado por Lin-Manuel Miranda, hacen de la cinta algo cómodo de ver, transmitiendo esa familiaridad al público.

Vientos de cambio

De acuerdo, no hay grandes cambios de los que podamos hablar respecto a la nueva versión en cines. La estructura narrativa es prácticamente la misma y el trazado de los personajes es bastante cercano a lo que ya habíamos visto con Michael (Matthew Garber) y Jane Banks (Karen Dotrice).

¿Qué sí es diferente? El acercamiento a los personajes más pequeños. Si bien recordamos, los hermanos Banks de la historia original vivían de travesura en travesura disfrutando de una infancia común; mientras que, quien debía ser realmente “salvado”, era el banquero George Banks (David Tomlinson), cuya felicidad se desvanecía a los ojos de todos.

Esta vez el problema central es un poco más tangible. Pues, más allá de que la misión de Mary Poppins vuelva a ir hacia los Banks más grandes, existe un riesgo que la familia está corriendo: perderán la casa de Cherry Tree Lane si no consiguen el dinero suficiente para cubrir un préstamo del banco.

Por ello, los niños Georgie, John y Annabel, huérfanos de madre, se ven obligados a ser más maduros que otros chicos de su edad, sufriendo en carne las consecuencias de la Gran Depresión. Hago un punto para sobresaltar la labor del cast infantil (especialmente de Joel Dawson, quien entrega uno de los momentos más emotivos de la cinta), pues cada uno de ellos cumple espectacularmente con el guion que le es entregado y se adueña de la pantalla.

Dos cometas que caen

Volviendo al nudo argumental, los problemas se complican ante el planteamiento de un antagonista, elemento del cual carece la cinta original. William Weatherall Wilkins, a quien veremos también en otras formas a través del viaje de los Banks, Jack y Mary Poppins, pretende ser un personaje que agregue propósito a la trama, no quedando del todo claro sus motivos para llevar a la desdicha a los Banks.

Entre los elementos innecesarios de estos “cambios”, personalmente sentí sobrada la participación de Meryl Streep como Topsy, cuyo momento es breve, musical, y lindo de ver, pero intrascendente a fin de cuentas.

¿Supercalifragilísticaespialidosa?

Tal vez, pero en parte. Mary Poppins Returns cumple con ese objetivo de hacer a los grandes creer de nuevo en la magia, e ilusionarse con algo más que imaginación e inocencia dejada atrás. Asimismo, emociona audiencias infantiles que, aunque probablemente no atraparán el centenar de referencias hacia la clásica cinta de Robert Stevenson — seamos honestos, tampoco nosotros lograremos contarlas todas—; les entrega una cinta agradable que los invita a formar parte de su universo.

Queda a deber precisamente este último punto: la expansión de un mundo que sabemos es infinito de posibilidades. Pues, al repetirse a sí misma en los actos originales, no propone un cambio radical, ni nos envía a escenarios tan distintos a los ya conocidos. Podríamos decir, incluso, que la secuela de Mary Poppins juega en un terreno demasiado seguro, donde sabe que va a funcionar, pero naturalmente no arriesga nada.

Bien se decía en la sala de cine: es un replanteamiento del clásico, pero con tecnología actual. Un “¿qué sucedería si pudiéramos rehacer Mary Poppins con técnicas CGI que pueden inducir al más fantástico de los mundos?”

¿Lo puedes imaginar?

Nada de esto quiere decir que la película sea estrictamente mala. Los números musicales lucen especialmente traídos del escenario para complacer al ojo del espectador, y eso se agradece enormemente; sobre todo al contar con la presencia de una figura como la de Lin-Manuel Miranda sacando adelante dichas escenas.

Se nota un trabajo brillante en la construcción de los escenarios y el diseño de producción en general. Las actuaciones logran ser sobresalientes y el juego de nostalgia que se deja en manos de los seguidores es entrañable. Sin embargo, precisamente esa utilización de referencias podrían hacer sentir ajenos a aquellos que se adentran a las enseñanzas de Mary Poppins por primera vez.

La música cumple y las composiciones están llenas de referencias de principio a fin, citando incluso a las melodías armadas por los hermanos Sherman. El ensamble de Can you Imagine That? se vuelve uno de los favoritos, y quizá el que más fuerza posee junto a The Place Where Lost Things Go.

Se apela de forma positiva al cariño de los fanáticos con los cameos de Dick Van Dyke, Angela Lansburry y Karen Dotrice, mismos que hacen de la experiencia un momento mucho más mágico.

Lo que sí termina por volverse incómodo es esa ausencia de un cambio más grande, un problema que se diga “digno” de una secuela, y el inexplorado terreno más allá del homenaje. Mary Poppins Returns al final es buena, pero se pierde en el camino a ser una continuación perfecta de la historia original.

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