En el día de su boda, Rachel (Kristen Bell) no puede despegarse del teléfono. Tanto así, que su prometido decide cancelar todo frente a sus invitados. Como si no fuera suficiente, entre la multitud logra ver a su padre, Harry (Kelsey Grammer), después de 25 años de no saber nada de él.
Tras una noche con muchas copas de por medio, ambos se despiertan en la habitación de un crucero. El crucero que se supone la llevaría a ella y a su nuevo esposo de luna miel. Ahora padre e hija tendrán que convivir y tratar de reparar su casi inexistente relación.
Así de fácil se explica la trama de esta cinta. Sencilla, pero con aparente potencial, ¿cierto? Pues…
Grandes actores muy desperdiciados.
Creo que hay dos motivos por los cuáles uno se puede decidir a ver una película: porque la trama le parece interesante, o porque le agradan los actores. Para ser una gran película, se necesitan de ambos elementos.
Desde Veronica Mars, Kristen Bell se ha dedicado a demostrar que tiene talento para la comedia. Y qué decir de Kelsey Grammer como Frasier, una de las series más emblemáticas de la televisión. Por eso me molesta tanto ver a estos dos actores con un guión tan flojo, cuando es obvio que su talento abarca mucho más que eso.
Aunque su química en pantalla es buena, los momentos en los que tendríamos que verlos conectándose como familia no son emotivos. Se nota que ellos hicieron lo mejor que pudieron, pero la historia nunca permite que nos conectemos con los personajes. Ella logra ser odiosa al principio, pero después se le cree del todo cuando decide cambiar.
Y él, aunque se supone que fue un padre terrible, en realidad nunca lo odié; tiene esta aura de tristeza a su alrededor. El momento donde explican la razón de esto, es el único que realmente tiene un peso emotivo en la trama; lo malo es que para ese punto creo que ya a nadie le importa.
Mejor en Netflix que en el cine
Me parece que el mayor problema de esta película es que no sabe lo que es. Si mal no recuerdo, los únicos chistes son los del tráiler (que ni son tan buenos). Hay incluso un intento por ser una cinta “musical”, con número de karaoke incluido, que se convierte en algo tedioso de ver.
Hasta los personajes secundarios se sienten de relleno. A excepción de Seth Rogen, pero al final terminan deshaciéndose de él, literal, con un gesto de la mano.
Quiero creer que todo esto se debe a que es el primer largometraje de la directora, Lauren Miller Rogen. Estoy a favor de que se les den oportunidades a nuevos talentos; pero en definitiva, me alegra no haber pagado un boleto de cine por esta película. Creo que es, justamente, una opción tranquila para tener de fondo con tus padres un domingo sin salir de casa.
Después de verla, díganme: ¿fui la única que se quedó con ganas de ir a un crucero?