Trato de recordar si alguna otra serie desencadena semana con semana lo que Game Of Thrones. Y, si bien vienen a mi memoria algunos casos muy específicos, estoy seguro que ninguna provoca tantas y tan vehementes reacciones entre la audiencia.
El episodio que acabamos de presenciar nos confirma por qué Game Of Thrones no sólo es la serie más vista de la actualidad, sino también uno de los sucesos televisivos más importantes de la historia.
La tormenta
Los dos episodios anteriores fueron como una calma antes de la tormenta. No hubo mucha acción, pero sí mucha construcción del argumento. La serie se enfocó en los personajes, en darnos un poco de cada uno para fortalecer nuestra empatía hacia varios de ellos (como si no la tuviéramos ya). Sólo nos estaban preparando para arrebatárnoslos.
La batalla de Winterfell no sólo prometía ser el clímax de esta temporada, sino que aseguraron que sería la batalla más grande en la historia de la televisión. ¿Lo lograron?
¡Completamente!
Al momento de escribir este texto sigo temblando, trato de asimilar cada cosa que vimos en pantalla: tanto los momentos que nos hicieron saltar del asiento, como también los que nos dejaron en silencio.
La guerra
Ésta no es una batalla más, es la gran batalla: los vivos contra los muertos. Ya no hay segundas oportunidades, ni revanchas, ni retiradas. Es la noche del todo o nada.
Muchos personajes no sólo pelean por su vida y la ilusión de recomenzar después de la guerra, sino también por algo mucho más profundo: la redención. Para varios, ésta es la última oportunidad de reparar los errores del pasado, de recuperar el honor perdido, de encarar el destino con la cara en alto.
Ante el fin del mundo
Invernalia ha dejado de ser el escenario que sirve de testigo de la historia. Es un personaje más: ha estado con nosotros desde el principio de esta aventura, ha evolucionado, se ha convertido en el símbolo de los vivos, el último bastión de los hombres. Es el lugar más importante de todo Westeros.
También hay otro personaje clave que aporta demasiado a la batalla: la oscuridad. Hay muy poca visibilidad tanto afuera como adentro del castillo. Apenas y podemos saber lo que está ocurriendo, oímos gente peleando, pero no podemos distinguir quién lucha con quién. La experiencia no puede ser más angustiante y real.
Todo el capítulo es caótico, confuso y demasiado dramático, emocionante casi hasta el desgaste. No nos da ni un minuto para descansar, va de más a más, te envuelve y no deja que quites la vista de la pantalla.
Durante el combate, cada personaje tiene su momento para brillar. Aunque algunos lo hacen más que otros, ninguno ha quedado relegado. Al final, todos han hecho frente con valor a la fatalidad de su destino.
La sorpresa de Arya
Estoy seguro que este episodio estuvo lleno de sorpresas para muchos. Los pronósticos y predicciones quedaron completamente fuera. El final fue totalmente inesperado.
La música que Ramin Djawadi preparó para este momento funciona maravillosamente de principio a fin. Guarda silencio largo rato y nos deja solos frente al fragor de los cuerpos caídos, pero luego nos recoge de nuevo y nos conduce de la mano por la trepidante coreografía de la muerte.
Los casi 2 meses invertidos en la realización de la Batalla de Winterfell han dejado la vara muy alta para cualquier otra serie en los próximos años, pero el capítulo no fue perfecto. El hecho de que Arya Stark matara al Rey de la Noche deja en mí un sabor de insatisfacción. Sé que “Azor Ahai” (el que en los libros está marcado para acabar con el Rey de la Noche), fue muy pocas veces mencionado en la serie, pero creo que todos esperábamos que fuera Jon el que acabara con el villano. Se venía planteando esta posibilidad desde temporadas pasadas, y que finalmente fuera Arya, provoca un poco de decepción. Intuyo que se trató más de una decisión de fan service. Espero que el “el Señor de la Luz” tenga algo mucho más grande planeado para Jon.
Aún hay varios episodios por delante, pero ya se puede sentir el espectacular desenlace de Game of Thrones cada vez más cerca.
La batalla de Winterfell pudo haber acabado, pero todavía queda la última guerra por librar.