En I’m Thinking of Ending Things, Charlie Kaufman compone un rompecabezas indescifrable, así como nuestra existencia.
Este texto, quizá sea otro banal intento de dar sentido a una vida que no lo tiene, a pesar de aquel forjado por nosotros bajo espejismos de racionalismo. La obra de Charlie Kaufman no pierde el tiempo en contradecir lo anterior, nuestra existencia se define por la incertidumbre y él nos invita a abrazarla.
Realizar una sinopsis sobre I’m Thinking of Ending Things, sería un ejercicio engañoso ante la infinidad de aristas que componen su trama: no hay un/a protagonista fijo/a, ni mucho menos una temática o narrativa a la que podamos engancharnos. Al igual que sus personajes o el mismo guionista estadounidense, podemos dialogar sobre filosofía, poesía, física o cine en búsqueda de significado, pero al final todas las personas nos encontramos únicamente bajo dos certezas: el caos y la muerte.
Kaufman nos confronta ante tal idea como el símbolo de respeto que posee a las audiencias, a quienes no teme abrumar con sus preguntas de índole nihilista, el sinfín de referencias y una estructura narrativa no convencional. Elementos bajo los cuales, cuestiona y hasta parodia preceptos como la esperanza o el amor -con clara dedicatoria a Robert Zemeckis y Ron Howard- pues tales figuras son concebidas como nociones perfectibles que doten de sentido al vacío, un engaño más que nos permita coexistir en el presente con las cicatrices del pasado y la incertidumbre del futuro.
El guionista de Eternal Sunshine of the Spotless Mind, compone una cinta coral que nos recuerda que somos el cúmulo de diversas experiencias, emociones y relaciones. Cada uno/a de los/as personajes tiene su contrapunto, lo que evita cualquier sensación de autoindulgencia, a la vez que nos recuerda la imposibilidad de concretar una verdad absoluta bajo la experiencia de una persona, temática o género cinematográfico en concreto.
Estructurando el laberinto
Tal como sucede en Synecdoche, New York y gracias al montaje invisible de Robert Frazen, recorremos espacios que desconocen de dimensiones y temporalidad, fungiendo como cambalache del caos infinito.
Al igual que la personaje encarnada por Jessie Buckle, el creador de Anomalisa en colaboración con el fotógrafo Lukasz Zal, pinta atmósferas que reflejan el sentir de las/os involucradas/os: donde transita desde lienzos fríos y oscuros que rememoran las inquietantes ensoñaciones de David Lynch, hasta la más cálida, romántica y conmovedora de las danzas.
Sin embargo, el director neoyorkino no sólo sabe edificar los ambientes a través de lo visual: mediante los diálogos interpretados por el sublime cast compuesto por la ya mencionada Buckle, Jesse Plemons, Toni Collette y David Thewlis, es capaz de embarcarnos en prolongadas y camaleónicas escenas donde sin éxito, la lógica intenta contraponerse a la incertidumbre.
Winter is coming for all
En las tres cintas bajo el hombro de su escritura y dirección, Kaufman ha llevado exitosamente el abstractismo del desconcierto al audiovisual, sus películas retratan sin condescendencias muchas de las grandes inquietudes que acompañan nuestro caminar. Mirarlas directamente, resulta un ejercicio abrumador del que pueden extraerse diversas reflexiones.
Quizá, el que todas las personas en este mundo nos encontremos perdidos en la inmensidad de un invierno que golpea constantemente, simbolice un fundamento que nos permita empatizar y por lo tanto, quebrar las fronteras que nos dividen.
Sin embargo, siendo sinceros cualquier intento de conclusión me parecería erróneo ante un largometraje equívoco que desmorona cualquier clase de egocentrismo y absolutismo, ante una realidad dual e inabarcable. Por lo que únicamente me queda agradecer al cine de Kaufman, por retarme como espectador, cuestionarme sobre aquello indescifrable y en el camino, abrazar la incertidumbre de nuestra existencia.