First Kill

Bruce Willis y Hayden Christensen se arrastran entre las incoherencias de un thriller insalvable.

¿Quieres ver a Bruce Willis y Hayden Christensen en acción? Toma en cuenta que son maniquíes apáticos en un intento patético de thriller criminal lleno de intriga artificial.

 

El último disparo es la nueva película de Bruce Willis, quien a sus 62 años ya está buscando los papeles que menos esfuerzo físico requieran. Caso similar al de Hayden Christensen, quien ya solo encuentra trabajo en cosas que solo verán quienes siguen enamorados de Anakin Skywalker.

Como cinéfilos, debemos tener tolerancia a personajes que no hacen lo que nosotros haríamos. Pero hay una diferencia entre el ingenuo protagonista de una cinta de horror, y el completo zoquete que es el Will Beamon de Christensen. Un personaje que en teoría debería ser el héroe citadino que prueba de qué está hecho. Pero no es más que un maniquí que toma las peores decisiones posibles en aras del mensaje pro-armas de la película. 

Esto podría ser obra de Tommy Wiseau si fuera miembro de la Asociación Nacional de Rifle. Personajes emiten sabiduría kitsch, referencias fuera de lugar, y hasta repiten palabras de manera inexplicable.

 

 

Bruce Willis aparece con cara de desgana y suelta un triple «you’re okay» que pudo terminar con un «Oh, hi Mark«. Christensen le enseña a su hijo Danny (Ty Shelton) a usar un rifle. Le dice que la cacería es un arte y que no hay mayor placer que tener una vida a tu merced. Las únicas reglas son «safety, safety, safety» y que nunca le apunte a una persona con un arma (tiene… ¿sentido?).

¿Por qué el pobrecillo tiene un arma en las manos en primer lugar? Porque le hacen bullying en la escuela. Para que se haga hombrecito, su papá se lo lleva de cacería a Granville, Ohio. Su esposa Laura (Megan Leonard), insiste en que no tiene que obligarlo a presionar un gatillo si no quiere. No sirve de nada, y se mantiene sumisa aún cuando su esposo hace que secuestren a su hijo.

 

 

La película es risible en los momentos en que su fantasía de derechas se autosabotea. Está la ironía de que al pequeño Danny no lo dejan jugar videojuegos de luchas. Obviamente Mortal Kombat sería más traumatizante que dispararle a alguien; que es precisamente lo que el pequeño Danny casi hace al final. Los violines cursis te intentan convencer de que esto es una evolución para el personaje. Sin embargo, apuesto a que cualquiera en su lugar tendría que recibir terapia de por vida.

Si te parece que estoy hablando demasiado de cosas tangenciales, te aseguro que no es así. Esto luce como un divertido policial con dos estrellas combatiendo criminales lado a lado. Pero en realidad es un intento patético de un thriller criminal con con más tomas de árboles que de pistolas; y más momentos de Hayden Christensen siendo un pésimo padre que de acción, la cual es flojísima.

 

 

En ocasiones como esas se vuelve imposible contener la carcajada, y no deberías intentarlo. Es la única reacción que El último disparo puede evocar. Los giros son predecibles y los mecanismos artificiales. Las actuaciones son malas sin excepción, al nivel de que los actores cortan la frase antes de que el interlocutor haga la interrupción indicada en el guión. Si tienes ganas de ver a los actores, Bruce Willis es poco más que un cameo. Y Hayden Christensen demuestra que no fue un talento desaprovechado por Hollywood, sino que nunca fue bueno en primer lugar. 


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