El Menú tiene una interesante propuesta y grandes actuaciones, pero se topa con pared al ser muy obvia en su mensaje y moraleja
¿Cuándo la pasión por el arte se convierte en un trabajo? ¿Está mal capitalizar las habilidades artísticas? ¿Desear poder mantenerse y vivir del arte? ¿O lo que está mal es que un/a artista se vuelva demasiado rico/a, demasiado poderoso/a? Pero entonces, ¿dónde se pone la línea entre dedicarse con devoción al arte y el dinero?
Eso recientemente se lo preguntó Andrew Garfield en una reciente entrevista con GQ, pero también es el dilema central de El Menú (The Menu), la cinta dirigida por Mark Mylod y estelarizada por una larga lista de talentos: Nicholas Hoult, Ralph Fiennes, John Leguizamo y por supuesto, Anya Taylor Joy.
Todas estas personas vienen de diferentes orígenes pero tienen algo en común: aman el arte culinario. O tal vez no, pero son demasiado ricas como para perderse la cocina de Julian Slowik (Fiennes), un reconocido chef tan exclusivo que su restaurante está en una remota isla. Poder probar sus platillos es un lujo que pocos pueden siquiera soñar con costearse, y en la película crea un evento sumamente especial para “celebrar” su carrera y sus éxitos como el maestro de “la cocina conceptual”.
¿Cuándo un artista triaciona su arte?
El Menú no se anda con rodeos, y si la onda de “la comida conceptual” les parece ridícula, es porque lo es. Aunque en los primeros minutos todos/as los/as comensales hablan de sus increíbles hazañas y por qué pueden pagar un lujo así en primer lugar, desde que conocemos a Slowik sabemos que algo va mal con él. El chef ha organizado una comida de varios tiempos que se va tornando cada vez más incómoda, insultante y burlona, hasta que sus verdaderas intenciones quedan muy claras.
Lo más interesante de la película sin duda es ver cómo la tensión aumenta entre este exclusivo grupo de personas, especialmente cuando las comidas se van tornando sumamente personales. Al final, cada una de las personas que están ahí tienen algo que ver con el ascenso a la fama de Slowik: la crítica culinaria que lo encontró por primera vez, los inversionistas de su exclusivo restaurante, clientes asiduos que se jactan de conocer la isla de pies a cabeza y también lo que pueden esperar de su cocina.
Los únicos que sobran en esa mesa, al menos en términos de cercanía con Slowik, son Tyler (Nicholas Hoult), un chico rico que ama la cocina y es un fan acérrimo del chef, y Margot (Anya Taylor-Joy), una chica poco interesada en todo ese quehacer y que sólo está ahí para acompañarle.
Sin duda, lo que más destaca de El Menú es la increíble tensión que crean el personaje de Margot con Slowik. No sólo porque ella no le tiene respeto a su cocina y a todos los rituales extraños que todo el mundo sigue en aras de “la experiencia exclusiva”, también porque Fiennes y Taylor-Joy hacen un trabajo tan grande caracterizando a sus personajes, por lo que sus interacciones nos dan un constante vaivén de emociones que tienen conforme se van revelando las sorpresas del filme crean una atmósfera muy intensa.
¿Demasiado Obvia?
El Menú sigue sin duda la crítica hacia las élites que otras sátiras, como Ready or Not y Bodies Bodies Bodies, nos han presentado a últimas fechas. Slowik es un chef que perdió el amor por lo que hace, y como no ve forma de recuperarlo entonces decide hacer la vida de las personas que le arrebataron su pasión un infierno.
Y aunque esa premisa da para momentos impactantes y divertidos, la cinta falla un poco en el desarrollo de Margot. Ella es la verdadera antagonista de Slowik porque lo entiende a un nivel más personal, pero conforme avanza su historia nos vamos dando cuenta de que la película nos trata de decir claramente “quienes son los/as buenos/as y quienes los/as malos/as” en el sistema que desvirtúa el arte, por lo que en realidad el personaje de Taylor-Joy se desdibuja y se limita a presentar el discurso moral de la historia.
El final es divertido, gracioso y catártico, pero también es muy obvio, y como la cinta lo viene construyendo desde el principio, hasta es un poco predecible, ya que también deja claro que es una crítica a la situación actual de Hollywood. Por supuesto, eso no le quita las intrigantes actuaciones y los sorpresivos giros de tuerca, además de que inicia una conversación muy interesante sobre el valor que le damos al arte y los/as artistas.