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Sundance: Censor-¿El cine es causa de la violencia?

Censor es un homenaje al cine de horror enmarcado en la serie b, que se suscita en un contexto donde su distribución no estaba permitida.
Sundance: Censor-¿El cine es causa de la violencia?
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Censor es un homenaje al cine de horror enmarcado en la serie b, que se suscita en un contexto donde su distribución no estaba permitida. 

Posterior al tiroteo que quitó la vida a 12 personas, ocurrido en un complejo cinematográfico ubicado en Aurora, Estados Unidos durante el estreno de la película: The Dark Knight Rises, los medios masivos de comunicación apuntaron la representación fílmica del Joker como la culpable de las atroces acciones cometidas por James Holmes.

Este es tan sólo un ejemplo, de un sinfín de sucesos violentos con los que el séptimo arte ha sido relacionado a lo largo de su corta historia. Tales afirmaciones no sólo le han sido atribuidas a las películas, sino también a libros -caso Rage de Stephen King-, música -Marilyn Manson y su “conexión” con el tiroteo de Columbine-, o inclusive videojuegos como Fornite

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Y es un debate que no le pertenece únicamente a nuestros vecinos del norte, pues  dicha temática también ha sido tratada en diversas latitudes: en México, donde a partir de los contenidos relacionados al narcotráfico, nos hemos preguntado si existe o no apología a la violencia; o la Inglaterra de los 80’s, en la cual bajo la mano dura del Thatcherismo se censuraron diversos largometrajes de horror enmarcados en la serie B. 

Es precisamente bajo dicho contexto que impidió a The Evil Dead de Sam Raimi ver la luz, que Censor toma lugar. 

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Un homenaje con mitología propia

La historia de la película en cuestión se centra en Enid, una mujer que se desempeña como una de las encargas en observar cada uno de los contenidos fílmicos producidos en el país, y bajo su criterio decidir que fragmentos deben ser censurados por su excesiva violencia. Entre tales cintas una captura su atención: Don’t Go In That Church, la cual retrata un episodio que despierta un pasado traumático que emocionalmente ha quedado inconcluso para su protagonista: la desaparición de su hermana, a quien sin éxito se la ha buscado por años. 

Lo visto en el metraje será el punto de partida de una investigación personal que pareciera dar con la locación de la misma, al mismo tiempo que Enid tendrá que enfrentarse al escrutinio público, después que una escena no censurada fuera indicada como la culpable de un terrible asesinato. 

El largometraje presentando en la más reciente edición de Sundance, se trata de un brillante debut de la cineasta Prano Bailer Bond, quien elabora una intrigante narrativa a nivel de guión / propuesta audiovisual, al mismo tiempo que en su camino se permite homenajear la época del Video Nasty. 

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Sobre lo primero, la cinta juega con la psique de su protagonista de manera que esta infiere en el tono de lo que vemos en pantalla: al inicio Enid se nos presenta como una personaje astuta, metódica y lúcida, por lo que el relato comienza a forma de un thriller psicológico, pero conforme la carga de una responsabilidad que no le corresponde la va llevando hacia la locura, el filme se transforma en una metaficción del género que busca honrar. 

Es imprescindible destacar que dicha transición entre géneros sería imposible sin la interpretación de Niamh Algar, quien transita con soltura entre dos rangos actorales completamente opuestos: del dolor verosímil traducido en las muecas, mirada y contracción de manos, a la grandilocuencia de los gritos y lágrimas. 

Además de lo anterior, Prano sabe edificar atmósferas a partir de lo audiovisual, Censor cuenta con una estética cuidada hasta el más mínimo detalle, como se puede apreciar en el diseño de producción a cargo de Paulina Rzeszowska y el vestuario de Saffron Cullane. 

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Su paleta de colores se contrapone a la luminosidad con que suelen retratarse los 80’s, pues el lente simétrico de Annika Summersonn prefiere la saturación al más puro estilo de la Suspiria de Argento. Y hacia el último acto, tiene el gran gesto de trasgredir el formato panorámico para transformarlo en uno que brinde la óptica de los video nasty’s reproducidos en VHS, lo cual permite que cuando llega el gore, tengamos la impresión de ver un largometraje de Fulci. 

El tratamiento sonoro a cargo de Tim Harrison termina por edificar ambientes estresantes gracias a los gritos diegéticos que se mantienen a lo largo de la misma, y que en conjunción con las imágenes marcan transiciones bien pensadas entre cada una de las secuencias que conforman al metraje. 

La relación de la violencia y el cine

Como fue explicado con anterioridad, la cinta gira en dos líneas argumentales: la personal y social, sobre la primera se edifica una especie de Midsommar a la inversa, donde su protagonista se enfrasca en una metaficción que le ayudará a evitar el duelo de la perdida de su hermana. 

Pero en lo personal, la temática más interesante se suscita en lo colectivo: la culpabilidad que se le achaca al cine de la violencia en una sociedad, el gobierno de Thatcher utiliza al séptimo arte como el chivo expiatorio para eximirse de sus culpas. 

Y si, lo dije bien: de sus responsabilidades. El debate sobre la representación de la violencia en las producciones audiovisuales es muy amplio, e individualmente me parece que los/as creadoras/es de este mismo contenido, deben de contar con una gran consciencia para realizar un retrato de esta faceta y sucesos, desde la ética y empatía alejándose de los parámetros amarillistas.

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Sin embargo, los filmes no son la causa sino la consecuencia, el resultado de la cotidianidad reflejada en pantalla. Una de las escenas en Censor representa ello a la perfección: mientras a la protagonista se le recrimina no haber censurado una escena que “provocó” un asesinato, en el fondo los noticieros muestran imágenes igual o más violentas de los cuerpos policiacos amedrentando las manifestaciones en Londres, al mismo tiempo que las palabras faltas de empatía y fundamentadas en la ideología neoliberalista de Thatcher se escuchan de fondo. 

Las consecuencias de nuestra realidad son determinadas por elementos más perceptibles  y concretos que el séptimo arte, como la instauración de ciertas políticas estatales, monetarias, etc. Y si bien quienes se dedican a la labor cinematográfica deben tener una fuerte consciencia sobre los mensajes que están elaborando, “el cine no es un arte que filma la vida, es aquello que está entre el arte y la vida” diría Jean-Luc Godard.

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