Bodyguard

Magistral thriller de seis episodios con gran dosis de tensión, conspiraciones y sorpresas a la vuelta de la esquina.

Un magistral ejercicio de tensión y adictivo thriller de sello británico.

Ya sabíamos que las producciones de la BBC tienen fama de ser buenas, pero algo como Bodyguard nadie se lo esperaba. La serie se convirtió en un fenómeno en su lugar de origen -con un nivel de audiencia superior al de la célebre Doctor Who (2005-2017)– acaparando más de diez millones de espectadores con cada episodio. Ahora que llegó al resto del mundo gracias a Netflix, su popularidad ha alcanzado proporciones inimaginables.

Bodyguard nos presenta al exsoldado, ahora agente de seguridad del gobierno, David Budd (Richard Madden), que se convierte en héroe al detener un atentado terrorista en un tren, gracias a que logra persuadir a una yihadista de no detonar la bomba que llevaba. En su trabajo se corre la voz y es rápidamente promovido a escolta personal de la Ministra del Interior de Reino Unido, Julia Montague (Keeley Hawes).

De Afganistán al gobierno

Este agente, veterano de la guerra en Afganistán, se convierte en la sombra de la Ministra, quien se siente orgullosa de la intervención militar en Oriente y llega a dar un duro discurso en contra del terrorismo y las medidas que hay que tomar para frenarlo.

No está de más añadir que la postura de Julia Montague sobre la inmigración y el terrorismo islámico causa polémica y la convierte en un objetivo tanto para los de afuera como para los de su propio gobierno.

A partir de ahí, se desata una crisis nacional, conspiraciones y líos amorosos en los que nuestros protagonistas se verán envueltos. El gran acierto de Jed Mercurio, su creador, es que los personajes nunca tengan un bando definido, sino que sean una gran escala de grises. De entrada, no hay cómo deducir la trama de la serie y, al igual que Budd, empezamos a caer en el juego.

Conspiraciones a la vuelta de la esquina

Esta circunstancia en la que se nos pone, ocasiona que en cada episodio de Bodyguard examinemos con atención los gestos y las conversaciones de los protagonistas y lleguemos a considerar a todos como sospechosos, tal como si fuéramos los títeres de Mercurio.

Conforme el relato avanza, hay momentos en los que se construye la tensión de una forma magistral. La escena en la que David Budd habla a la yihadista, mientras ella está por detonar una bomba, es una lección sobre cómo construir un thriller. No recuerdo otro serie como ésta, en que haya pasado todo el rato con las uñas clavadas en el asiento.

Bodyguard tiene varias capas y también presenta la telaraña de ambición cuando Julia Montague busca aprobar la RIPA-18, una ley que aumentaría el poder de los cuerpos de seguridad en la vigilancia de conversaciones privadas. Lo que ella hace o deshace desde su posición termina por desencadenar situaciones que involucrarán a los personajes en el juego del gato y el ratón.

Interpretaciones de primer nivel

La producción está muy bien hecha y es de gran calidad gracias al sello inconfundible de la BBC. Pese a esto, es muy probable que nunca se hubiese convertido en el fenómeno que es sin Richard Madden y Keeley Hawes. Ella, excelentísima actriz británica, interpreta a un personaje duro pero solitario; mientras que él, actor escocés, nos regala una de las mejores actuaciones de su carrera. Pensándolo bien, esto podría sumarle puntos para convertirse en el próximo James Bond, como se rumora.

La serie logra una diversidad única con personajes femeninos divinamente manejados que merecen alabanzas, y con un David Budd lleno de defectos y contradicciones, cuya fuerte determinación se combina con el amor que profesa por su familia.

La serie logra su cometido

Bodyguard es pura tensión y ritmo, una serie donde no se puede dar nada por sentado. Nosotros, como espectadores, quedamos a merced de un guión que siempre nos tiene una sorpresa a la vuelta de la esquina. Si quieren terminar pegados al sillón luego de seis episodios, vean esta serie. Luego me lo agradecen.