Blanco de Verano la reciente película de Ruiz Patterson es una drama que plantea las problemáticas relaciones humanas
Blanco de verano cuenta la historia de Rodrigo (Adrián Rossi) un adolescente de 13 años que tiene una relación muy codependiente con su madre soltera Valeria (Sophie Alexander). Toda su rutina perfecta cambia por la llegada de un nuevo integrante a la familia, Fernando (Fabián Corres) el novio de la madre que entra de manera abrupta a su círculo.
Fernando comienza a mudarse y trata de unirse con Rodrigo, pero la rivalidad de los dos hombres se convierte en una guerra que tiene como consecuencia la destrucción de la familia perfecta que Valeria tanto desea tener. La historia nos mantiene en el espacio mental de Rodrigo; él observa con horror cómo el nuevo novio de su madre interrumpe en su espacio y nadie lo detiene. Sin embargo, Fernando no es un padrastro malvado, al contrario, intenta de maneras torpes vincularse con el hijo.
Rodrigo comienza a faltar a la escuela, fuma de manera continua y pasa tiempo en una casa rodante (su nuevo espacio seguro) abandonada en un depósito de chatarra para huir de su casa. El adolescente, tiene repentinos ataques de pánico, llenos de respiración agitada y jadeos exasperados que te hacen sentir cada vez más asustado por quienes lo rodean.
Relación madre e hijo
Desde las primeras escenas vemos que Rodrigo adora a su madre, se sube a la cama con ella para abrazarla porque no puede dormir, juegan y bailan en la víspera de Navidad. También, intuimos que quizás su relación es demasiado codependiente y que ella se apoya en él por la ausencia de su padre.
Rodrigo constantemente juega con el fuego; primero con un pequeño encendedor, luego disfruta de prenderle fuego a sus propias manos, hasta llegar a la escena final en donde el incendio es más grande como los celos de Rodrigo. La fotografía, comienza con tomas más abiertas y poco a poco se hacen cerradas por los cambios del personaje. Esta técnica es especialmente eficaz para aumentar nuestra conciencia de la rapidez con la que Fernando comienza a infiltrarse en su vida y el poco control que tiene Rodrigo sobre su propia casa.
La historia trata inteligentemente la invasión del padrastro a la feliz vida de Rodrigo: llega de la nada, luego se muda y pinta las paredes de blanco (la razón del título de la película), y roba la atención de Valeria. Sin embargo, Fernando trata de vincularse con el niño de muchas maneras: lo enseña a conducir, le da regalos y lo lleva de vacaciones. Pero, a medida que avanza la relación de Valeria con Fernando, ella se vuelve cada vez más descuidada con su hijo, y amenaza con enviarlo de regreso con su padre cada vez que se porta mal.
Una historia real
Valeria es es una mujer que representa lo que muchos de nosotros no nos damos cuenta con las relaciones codependientes en nuestro círculo inmediato, automáticamente se reproducen patrones y tratan de sanar necesidades primarias. Y por supuesto, la película intenta eliminar la idea de que una madre se debe sacrificar siempre por sus hijos.
En esta historia es complicado inclinarte hacia un personaje, por momentos sientes empatía con el adolescente por los cambios que sufre y por el robo de la atención de su madre. Después, te pones en los zapatos de la madre, comprendes que tiene derecho a rehacer su vida y no ser sólo mamá de Rodrigo. Y por último, ves como el novio intenta por muchos medios ganarse la amistad del chico. Es difícil sacar conclusiones, el guion está muy bien logrado y es verosímil con la realidad. Aquí, no hay finales felices ni tristes simplemente la realidad de las relaciones complejas del ser humano.
La película es realizada por Rodrigo Ruiz Patterson que contó en una entrevista realizada en el FICM que la historia venía de una idea muy personal sobre momentos de su propia infancia, pero fue modificada gracias a que le mostró el guion a su compañero de escuela Raul Sebastian Quintanilla, coguionista de la película , y le aconsejo que escribieran algo que funcionara dramáticamente aunque se olvidara de su historia personal.
Ruiz Patterson capta algo profundo sobre la adolescencia en una época en la que las emociones se precipitan y cuesta trabajo expresarse con palabras. La película fue filmada durante cinco semanas en Ecatepec, Estado de México y esto genera que conecte con la audiencia que conoce estos fraccionamientos con casitas iguales, típicas de muchas colonias del país.