Con Avatar: The Way of Water, James Cameron se atreve a explorar nuevos horizontes de Pandora y logra magistralmente traducir la experiencia cinematográfica, pero su exploración narrativa no llega tan lejos.
Avatar: The Way of Water es quizá la película más esperada de la última década. Pues, desde que se anunció una secuela para el gigante de la taquilla estrenada en 2009, las expectativas respecto a la continuación de la historia y la gran ponencia tecnológica que realizaría James Cameron con ella, eran altísimas.
Después de casi 13 años, Avatar: The Way of Water ha llegado a los cines, planteando la pregunta ¿Es realmente todo lo que esperábamos? ¡Te lo contamos!
El Camino del Agua
Una cosa es 100% segura: James Cameron se supera con cada película que realiza y su talento técnico es innegable. The Way of Water pasará a la historia como uno de los blockbusters más impresionantes, cuya tecnología realmente expone al límite la magia de crear historias que parten de la imaginación y volverlas reales, tangibles y emocionantes.
The Way of Water es una master class de cómo narrar una aventura y hacer a la audiencia partícipe de ella, llevando al público de regreso a Pandora y recreando esa emoción de ver la primera película en el cine otra vez: hay muchas cosas nuevas qué explorar, horizontes qué cruzar y lugares y criaturas que una vez más, son fascinantes.
James Cameron se da el tiempo para guiar al público a través de un tour por los nuevos lugares, poniendo el alto el por qué es tan importante protegerlo y volviendo a maravillar al ojo con cada giro.
Y sí, cada escena bajo el agua es tremendamente espectacular, no sólo por el mero hecho de trabajar con el elemento, sino porque la magnificencia de Pandora se extiende también a las profundidades.
El legado de Jake Sully
Uno de los aciertos más grandes de The Way of Water es no limitarse al punto de vista de Jake Sully (Sam Worthington). De hecho, contar su historia a través de los nuevos personajes presentados, es decir, con la familia del protagonista y Neytiri (Zoe Saldaña).
A pesar de que al principio cuesta comprender quién es quién y el conflicto de todos y cada uno de ellos, al finalizar el primer acto quedan claras las intenciones y motivaciones que los empujan a cumplir con su tarea.
Así entonces, The Way of Water se transforma en una historia sobre el legado, la familia y cumplir las expectativas parentales, a la vez en que se atreve a tocar la idea de pertenencia y lo que hace a un hijo un verdadero heredero.
Cameron se refleja a sí mismo y sus experiencias a través de Sully, teniendo que asumir una figura que no sólo busca proteger a sus hijos, sino sacar lo mejor de ellos mientras se encuentran en tiempos de guerra. Ahí es donde expone la mayor dificultad de la paternidad: el asumirse como un líder estricto con el fin de lograr la mejor versión de su legado.
Neteyam, Lo’ak, Kiri, Tuk y Spider cargan la cinta y la llevan a través de sus momentos más intensos, integrando al público como parte de su familia y canalizando el conflicto de su nueva vida como refugiados y forasteros.
Entre ellos destacan especialmente Lo’ak y Kiri, el primero quien lidia con no ser el hijo perfecto y la segunda, que trae de vuelta a Sigourney Weaver a la aventura de una forma realmente única, especial y con un gran potencial para el futuro de la franquicia.
Algo nuevo, algo viejo y mucho azul
The Way of Water es una gran cinta, pero no por eso quiere decir que sea perfecta. Aunque su historia, mensaje y varios de sus conflictos son nuevos, no puede evitar sentirse corta en cuanto a las motivaciones de sus antagonistas, quienes una vez más son liderados por el Coronel Quaritch (Stephen Lang), aunque ahora a modo de Avatar.
Aunque podemos darle crédito también a la nueva profundidad y peso emocional que recibe su personaje, quien interactúa ya no sólo como soldado, sino como potencial padre, su persecución contra Jake Sully no dista demasiado de la primera, quedándose como uno de los puntos flojos de la historia.
Y es que la nueva motivación de la facción humana para luchar contra los Na’vi es bastante válida —crear un hogar para que la raza humana pueda vivir y abandonar la Tierra, los locales frenando su acceso a suministros, etc—, pero al retomar la vía militar para cazar al líder de los Omaticaya, no hay algo que se sienta ni lo suficientemente nuevo o sustancial para creer que se le daría tanto poder al escuadrón para lograr su cometido.
De la misma forma, Cameron pretende criticar varias cosas que sí suceden en nuestra Tierra: la caza desmesurada, deforestaciones, explotación de recursos, pero nunca le otorga más matices a la raza humana que su perfil destructivo y aunque un niño humano forme parte del clan de Sully, es demasiado difícil dejar de sentirlo como un invasor.
En cuanto a los personajes que regresan, también se queda algo corta la participación de Zoe Saldaña, quien no tiene mayor influencia ni en la historia, ni en las decisiones de su familia hasta muy entrado el tercer acto, sintiéndose bastante cambiada a la versión que conocimos de ella en la primera cinta.
Que, aunque es de esperarse que después de tanto tiempo un personaje cambie, de pronto hay situaciones o instantes que no se sienten propios de Neytiri, ni del mismo Jake Sully, quien a ratos cumple un arquetipo muy noventero (y muy de Cameron también): el del ex-marine que no sabe expresar cariño por su familia más que a través de órdenes.
Más épica de lo que imaginas
Dirían los expertos: Es cine. Avatar: The Way of Water celebra al cine y sin duda marca un precedente tanto en tecnología como en storytelling visual. Demuestra que traducir ideas no sólo es viable, sino algo que puede hacerse de manera única y muy real y una herramienta para crear mundos que se creían imposibles.
James Cameron ofrece el mayor espectáculo de la década con Pandora, con personajes interesantísimos y generando una sed tremenda por seguir explorando cada vez más del universo puesto en la pantalla —que recomendamos sea la pantalla más grande que tengas cerca de ti—.
Curiosamente, a pesar de ser una secuela, The Way of Water también se siente como el inicio de una aventura mucho más grande, la que sin duda alguna consolida a Avatar como una de las franquicias más poderosas de todos los tiempos.