Yo Fausto es una cinta que habla sobre enfermedades mentales y sus efectos en una familia muy tradicional. ¿Cómo logró ese balance y se mantuvo tan vigente?
Dicen que los humanos construyen sus propios infiernos, y que la mayoría de las veces son el producto de buenas intenciones. ¿Qué sacrificios estamos dispuestos a tomar por lograr nuestro objetivo? ¿Qué es más fuerte, el amor por la familia o los rencores del pasado? ¿Acaso existe algún otro culpable de nuestras desgracias si no nosotros mismos y nuestras decisiones?
Esas son las intensas preguntas que hace la película Yo, Fausto, la ópera prima de Julio Berthely que cuenta con Christian Vázquez, Amparo Barcia y Adriana Liabres como los protagonistas que cuentan la frustrante vida de Fausto y su lento pero doloroso descenso hacia la esquizofrenia.
Combinando los tabúes que hay alrededor de las enfermedades mentales con la idea del mito de Fausto, esta cinta se presenta como una exploración no sólo de lo que nos lleva a ser presos de nuestros propios demonios, también del peso que pueden llegar a tener las estructuras patriarcales en una familia mexicana en la psique de una persona.
¿Cómo lograron un balance para hacer una película tan interesante? Tuvimos la oportunidad de platicar con Julio Berthely, Adriana Liabres y Amparo Barcia sobre el significado de Yo Fausto.
El Infierno es un lugar que construimos nosotros mismos
Fausto es un chico con sueños de grandeza. Quiere ser un afamado fotógrafo y alejarse de la pesada vida que tiene con su familia, que a pesar de vivir bien acomodados, la esquizofrenia de su madre y la imposición de su padre para que se convierta en doctor, hacen que Fausto busque estar lejos, aunque los demonios familiares lo perseguirán siempre.
“¿Cuántos hijos no doblan las manos con tal de no perder cosas o privilegios? ¿Cuántas veces hacen lo que papá les dice con tal de no perder sus cosas?” Comentó Berthely cuando le preguntamos sobre el uso del Mito de Fausto en su película, ya que al igual que el famoso cuento, este Fausto hace un trato con “el diablo” al dejar sus sueños y entrar a trabajar a la empresa de su padre cuando se entera que su novia Carmen (Amparo Barcia) está embarazada, y no tienen más recursos para subsistir.
La forma en la que la película explora las tensiones de Fausto con su padre es uno de sus ejes centrales detrás de la desesperación de Fausto: “Yo quería contar un drama familiar en el que una eventualidad destruyera las relaciones familiares y quería explorar las estructuras de una familia común mexicana. Con eso, la metáfora fáustica salió de manera orgánica”.
En medio de la tensión entre Fausto y su padre, en donde de manera tangencial se tocan también temas como el rencor, la indiferencia y la masculinidad, se encuentra la esquizofrenia, enfermedad que se convirtió en el vehículo para poder balancear la historia:
“Me di cuenta que la enfermedad tenía que ser el centro/hilo dramático de la película. Y a partir de ahí empecé a terminar de detallar a los demás personajes que iban a estar alrededor y cómo se iban a ver afectados a partir de la enfermedad. Porque una enfermedad la padece el enfermo y quienes viven con él”.
Entre la Enfermedad y el patriarcado
La investigación que Berthely hizo de la enfermedad la califica como “obsesiva”, pues se comprometieron tanto con una representación respetuosa que Christian Vazquez y Amparo Barcia visitaron el hospital Fray Bernardino para entrevistar a doctores y pacientes. Una experiencia que cambió la vida por completo de Barcia:
“Visitar el hospital me marcó a nivel personal y actoral para la preparación de Carmen. Fue desgarrador ver en particular como esta jovencita sufría y cómo ese pequeño desfase químico en el cerebro puede llegar a cambiar quién eres o hubieras sido”.
Amparo Barcia
Carmen firma su propio acuerdo con el diablo al decidir viajar a México y casarse con Fausto, pues las buenas costumbres de una familia acomodada dictan que la mujer se debe quedar en la casa mientras su marido va a trabajar. Por eso, su arco narrativo es desgarrador, pues no sólo es una compañera que padece las consecuencias de la enfermedad de un ser querido, sino también debe vivir encerrada en una casa y recibir los abusos provocados por las frustraciones de su esposo.
Sin tenerlo contemplado, Yo Fausto se convierte en una película que habla directamente sobre las preocupaciones de nuestros tiempos. El confinamiento producido por la pandemia provocó que el estreno comercial de la cinta se retrasara casi un año, pero también nos ha hecho más conscientes de las enfermedades mentales, y eso ha hecho que la cinta resuene con mucha más fuerza, de acuerdo con Amparo Barcia:
“Yo creo que en el momento en el que vivimos, pasada la pandemia, creo que el tema de la salud mental es más relevante que nunca. Entonces da la casualidad que se pospuso el estreno por la pandemia el año pasado”.
¿Qué pasa cuando se combina esto con una sociedad patriarcal? En México durante la pandemia, las consecuencias fueron que 2 de 3 mujeres confesaron sufrir violencia doméstica en el mismo periodo de tiempo, cosa que para Adriana Liabres es el dilema central del protagonista:
“Al hacer un retrato de una familia tradicional en México se habla de un sistema patriarcal, en donde este hombre que se está buscando a sí mismo termina siendo una persona que no se puede hacer responsable de nada, ni de sí mismo. Y eso es parte del sistema en el que todavía vivimos”.
¿Qué es lo que hace diferente al cine?
Aunque los temas se sienten oscuros, la película encuentra un balance en una musicalidad especial que maneja la cinta, cosa que según nos cuenta Liabres fue parte importante del desarrollo de la película:
“Julio no dejaba que cambiáramos textos nada más porque sí. Es muy común ver que está escrita una oración y se dice de otra manera. Julio pidió que se respetaran porque había una musicalidad que quería que se respetara”.
La música le da una dimensión especial a la tragedia de Fausto, y viene acompañada con interesantes y largos close ups, cosa que le añade intensidad a las actuaciones y que fue algo que Bertheley buscó desde un inicio:
“De repente hay cierto recelo a acercarse tanto, existe el dicho: ‘No aguanta un close up, ya sea el maquillaje, el artista, porque la escena se cae, cuando debería ser al revés porque es la característica que hace diferente al lenguaje cinematográfico, es algo que se debe de aprovechar sobre todo cuando estamos hablando de emociones tan disparadas. Se pensó para verse en cine y experimentar ese tipo de tomas y que fueran más impactantes”
La crudeza de algunas tomas en Yo Fausto están hechas para incomodar a la audiencia, cosa que no sería posible sin la increíble actuación de sus protagonistas. Y es que, en la opinión de Julio Bertheley, lo ideal es que haya libertad para que:
“(…) a partir de lo que tienes en la cabeza, pero también de lo que ellos ven en el personaje, de su opinión y cómo lo sienten. Quién está trayendo y quién está tratando de emular, sentir lo que está pasando. Si alguien lo ve, y no le cree al actor, fracasamos en el intento”.
Ya pueden ver Yo Fausto en cualquier complejo cinematográfico de México.